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“El bicho llamó a mi puerta, pero no le abrí”

Arcadio Silvosa, excorresponsal de EL PAÍS en Lugo, sufrió un ictus en 2012. Ahora vive en el centro con más infectados de Galicia, 142 positivos entre los 184 residentes, y cruza los dedos para que el virus "pase de largo” su habitación

Arcadio Silvosa junto a una trabajadora de DomusVi en el Ayuntamiento de Lugo, durante las fiestas de San Froilán de octubre de 2019.
El periodista Arcadio Silvosa y una trabajadora de DomusVi en Outeiro de Rei, durante la celebración de las fiestas de San Froilán, en octubre de 2019 en el Ayuntamiento de Lugo.pedro agrelo

La ventana al mundo de Arcadio Silvosa es la tele que le acaba de traer su hijo para hacerle más llevadero el encierro. Este jueves por la tarde, sentado en su cuarto de unos 16 metros cuadrados, recorre la etapa más larga del Tour de Francia 2020, entre Chauvigny y Sarran, chupando rueda de su ciclista favorito, Julian Alaphilippe. Silvosa, excronista deportivo, exjefe de Informativos de la SER y excorresponsal de EL PAÍS en Lugo, es uno de los pocos residentes del centro DomusVi de la localidad lucense de Outeiro de Rei que han dado negativo en la última prueba PCR. Cada uno confinado en su habitación, comparte residencia con más de 180 usuarios, de los que 142 se contagiaron, además de 24 trabajadores. La Xunta acordó esta semana intervenirla después de que en un solo día aflorasen 109 nuevos casos entre los internos.

El periodista que en 2011 dejó su oficio para saltar la barrera y ser concejal en Lugo está ahora tan aislado que no sabe la suerte que han corrido ni sus más cercanos compañeros (según los datos oficiales, en DomusVi Lugo ha habido ya tres muertes). Y sueña con el día que llama “de la reunificación”, cuando puedan volver a verse las caras “en el comedor” o “en la biblioteca”, esa sala donde permanece apagado el ordenador que él usaba para escribir el blog del centro. Mientras tanto, los únicos seres vivos que ve son los trabajadores de esta residencia privada o el personal desplazado por la Xunta desde el Hospital Lucus Augusti tras la intervención. “En todo el día solo veo entrar y salir de mi habitación a los cazafantasmas”, comenta Silvosa por los equipos de protección. “Vivo encerrado, lo mismo que El Chicle”, bromea en referencia al hombre condenado a prisión permanente por el asesinato de Diana Quer. “Lo que pasa es que a este carcelero mío no hay quien le robe las llaves”, dice por el coronavirus.

Van a cumplirse ya dos años desde que Arcadio Silvosa ingresó en la residencia DomusVi, después de pasar otros cuatro en un centro público de Bergondo (A Coruña). Tiene solo 61 años (“estoy dos décadas por debajo de la media”), pero en 2012, no mucho después de entrar como edil independiente del PP en aquel Lugo convulso donde las investigaciones judiciales cercaban por entonces a cargos del PSOE, su vida se desplomó de golpe. El 22 de diciembre de aquel año, el concejal en la oposición había hecho declaraciones a la prensa, afirmando que su grupo no apoyaría los presupuestos del gobierno local. Y al caer la tarde, como todos los días, salió a correr por el paseo del río Rato. Siempre hacía “entre 12 y 14 kilómetros, salvo los sábados, que corría 20”. Cuando regresaba a casa se sintió mal y esa noche acabó en la UCI. El ictus paralizó la mitad izquierda de su cuerpo. “¿De qué me valió hacer deporte y cuidarme tanto?”, se pregunta ahora Silvosa. “De algo sí... porque si no estaría muerto. El jefe de Neurocirugía me dijo que eso fue lo que me salvó, porque entré pajarito en el hospital”.

Ocho años después, y con ayuda de un bastón ligero, Silvosa ya logra caminar con las sesiones de fisioterapia que, desde que está confinado, realiza a diario en su cuarto. “Y en tu recuperación, ¿hasta dónde crees que puedes llegar?”, le preguntan hoy. “Hasta la puerta”, contesta él con la retranca que ha tenido siempre. Esa puerta de su cuarto que solo se abre cuando entra algún cazafantasmas, pero que no dejó pasar al virus: “En mi pasillo hubo 15 positivos, que son muchos... En mi habitación el bicho se detuvo a llamar, pero no le abrí”. El residente ocupa la pequeña zona de negativos que hay en un extremo de la planta primera. Según le han contado los trabajadores, el centro se organizó el día de esta semana en que se dispararon los casos, y se creó un área aislada de no infectados en cada uno de los tres pisos del inmueble. Esta fue la segunda noticia más importante que recibieron los residentes después de aquel fatídico día en que los reunieron a todos para anunciarles que se habían detectado dos pruebas PCR positivas entre la plantilla.

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A partir de ahí, los casos se multiplicaron porque “el bicho se engancha a cualquier cosa”, advierte Silvosa mientras cruza los dedos para que siga “pasando de largo” después de haberlo “rozado”. Además de ver la televisión, y compartir cuarto con Mariano Rajoy y Michael Robinson (tiene en la mesilla los libros de memorias de ambos) se informa todo el tiempo a través de la radio, su medio más querido, al que dedicó 35 años. “Echo de menos a mis compañeros, echo de menos a los oyentes”, reconoce. Y “entre la fisioterapia, la cama y la silla” pasa las 24 horas de cada jornada deseando recobrar “la libertad”, y que los amigos lo recojan los miércoles para ir a comer pulpo a su pueblo, Castro de Rei. Allí, en su aldea natal de San Xián de Mos, ha restaurado la casa de piedra que heredó de su madre con la idea de irse a vivir algún día, cuando pase toda esta pesadilla y pueda valerse mejor.

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“Unos 170 fallecidos” en las DomusVi gallegas, según REDE

“Desde que nos anunciaron que había dos trabajadoras infectadas, se percibió algo de ansiedad”, reconoce. “Un amigo mío quería que las enfermeras le tomasen la temperatura a cada paso” porque nada más recibir la noticia creyó sentirse mal. DomusVi, el mayor grupo geriátrico de España, es también el que más casos de infectados y fallecidos acumula en Galicia desde el comienzo de la pandemia. Tres de sus cuatro residencias más golpeadas por el virus (Barreiro-Vigo, Aldán-Cangas y Lugo-Outeiro de Rei) fueron intervenidas, mientras que la más afectada de todas (San Lázaro-Santiago) fue vaciada por la Xunta de aquellos ancianos que permanecían sanos.

Según la cuenta que lleva Paulino Campos, portavoz de la Federación REDE (Familiares e Usuarios de Residencias e da Dependencia), desde marzo han fallecido “entre 165 y 170 personas” que vivían en “seis centros DomusVi”, no todas certificadas por covid-19, más las tres por esta causa que ya han muerto de Outeiro de Rei. El total de usuarios infectados en la primera oleada, según el mismo colectivo, fue de “entre 380 y 400”, a los que hay que sumar los 142 de la residencia lucense que hoy representa el mayor foco en Galicia.

Pero Arcadio Silvosa está determinado a no dejar “pasar al bicho”. Dice que la plantilla del centro “trabaja mucho”: “Tienen que andar contra reloj; me recuerdan a las kellys”, comenta en referencia a las empleadas encargadas de hacer todas las camas de los hoteles. En el encierro, los residentes “lo hacen todo en la habitación”. “Desayunamos, comemos, merendamos, cenamos...”, enumera el periodista su rutina cotidiana, “apenas nos movemos, y eso mi cuerpo [antes tan fibroso] lo delata”.

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