Alain Cocq: “No habrá imágenes basura. Solo se verá cómo me apago”
El francés de 57 años, aquejado de una enfermedad degenerativa, se dejará morir en directo para denunciar las carencias de la ley en torno a la muerte digna
Cuando coge el teléfono para contestar a EL PAÍS desde su apartamento en Dijon, a Alain Cocq le quedan apenas seis horas antes de que deje de tomar las medicinas y alimentos que lo mantienen precariamente con vida tras padecer, durante 34 de sus 57 años, una enfermedad rara incurable. Hubiera preferido recibir un “cuidado último”, como lo llama. Una “ayuda médica” para que su muerte sea rápida y menos dolorosa. Pero la ley francesa no lo permite. Para que eso cambie, ha decidido retransmitir su muerte por Facebook. Y contar, hasta su último aliento, su lucha. Por eso, su voz no tiembla. Y atiende, con paciencia, a todos los periodistas que puede antes de que le fallen las fuerzas. Transmitir su mensaje es su último combate en una batalla por el derecho a una muerte digna que continuará cuando él ya no esté allí para contarlo, pero en la que espera provocar, con su gesto, un cambio decisivo.
Pregunta. ¿Por qué ha decidido dejarse morir?
Respuesta. Estoy bloqueado, confinado en vida. Mi cuerpo está confinado en una cama, que está encerrada en la habitación de mi apartamento. El simple hecho de moverme es una tortura. En el orden natural de las cosas, debería haber muerto hace mucho tiempo. Si un Estado infligiera a un prisionero de guerra los sufrimientos que padezco yo, sería condenado por el Tribunal Penal Internacional por torturas y actos de barbarie. Hablamos de ese nivel de dolor.
P. ¿Qué pide?
R. Solo pido una cosa, que tengamos derecho a un cuidado último. ¿Qué quiero decir con eso? Beneficiarse de un cuidado último que nos libre del sufrimiento no es un suicidio, el objetivo no es acabar con una vida sino aliviar a un paciente, y por desgracia puede tener como efecto en algunos casos la muerte, pero el objetivo no es la muerte. El objetivo es aliviar un dolor intolerable.
P. ¿Cómo van a transcurrir los próximos días?
R. No va a haber ninguna imagen basura, esto no es para mirones. La cámara estará colocada sobre mi cabeza y quizás al nivel de mi torso, pero no más. Cuando me tengan que hacer algún cuidado, se girará la cámara. Las imágenes solo serán difundidas desde que me despierto y hasta el atardecer. No quiero imágenes basura. Serán imágenes duras, pero conformes a mi pudor personal. Solo se verá cómo me apago.
P. ¿Qué espera conseguir?
R. Va a provocar una toma de conciencia. Va a hacer que las cosas se muevan, porque mucha gente en Francia ha comprendido que la ley Leonetti [que permite la sedación profunda en pacientes terminales] es una mesa de tres patas y que no es estable, falta la cuarta pata, la de los cuidados últimos. Aliviar a los pacientes de todo sufrimiento, es un cuidado último, no un suicidio.
He decidido simplemente apagarme. No es un suicidio. Un suicidio es violento, lo mío no va a ser violento. Soy un ciudadano que ha decidido que no quería sufrir más y por eso ha decidido apagarse.
Los momentos más importantes de la vida son el nacimiento, donde uno no puede hacer nada, son los padres los que lo programan, y la muerte. El problema es que, en estos momentos, en muchos países se muere en teocracia, no en democracia. Lucho por tener el derecho a elegir el momento de mi muerte. Y que una vez que ese momento llegue, cada ciudadano, en función de su percepción de la vida, de su fe, o de su no fe, pueda decidir si quiere continuar o no. Que tenga la libertad de elegir. Porque esa es la base de la democracia, el derecho a elegir libremente de los ciudadanos.
La conversación se interrumpe por otra llamada. “Era alguien del extranjero para desearme que parta en paz”, explica. “Recibo mensajes de todas partes, esto afecta a todos los países. En mi página, me desean un buen viaje. ¿Cómo se dice eso en español?”.
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