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Francia cierra su central nuclear más antigua

El segundo reactor de Fessenheim se apaga entre los aplausos ecologistas y la inquietud en la región de Alsacia. Para Francia, la energía atómica sigue siendo estratégica

Marc Bassets
La central nuclear de Fessenheim en pleno proceso de desconexión el 29 de junio.
La central nuclear de Fessenheim en pleno proceso de desconexión el 29 de junio.SEBASTIEN BOZON (AFP)

La central nuclear más vieja de Francia ha cerrado para siempre. El segundo reactor de Fessenheim, a orillas del Rin, se apagó el lunes por la noche después de 43 años activo. El primer reactor ya se había apagado el 22 de febrero. Fessenheim, con capacidad para proporcionar dos tercios de la electricidad de una región como Alsacia, donde se ubica la planta, es un símbolo de la lenta reducción de la dependencia respecto a la energía atómica, que sigue siendo estratégica para este país que, al contrario que Alemania, no contempla el apagón total.

La desconexión, prevista desde hace meses, fue celebrada como una victoria por muchos ecologistas que, a una y otra orilla de Rin, llevaban años denunciando los riesgos de Fessenheim. “Vieja, peligrosa, implantada en una zona sísmica e inundable, la central nuclear de Fessenheim se ha parado definitivamente. Se pasa una página en Alsacia, que ve alejarse el riesgo de accidente”, dijo la asociación Stop Fessenheim! en un mensaje en la red social Twitter. La cercanía con Alemania y Suiza inquietaba a estos países, que presionaban a Francia para que la desmantelase.

Para los 650 trabajadores de la central, para los 300 empleados de empresas proveedoras y para el pueblo de Fessenheim, de 2.500 habitantes, el cierre supone el fin de una época de bonanza y el inicio de otra llena de incertidumbre económica. “Va a ser una catástrofe social”, predijo en la cadena France Bleue Alsace Jean-Luc Cardoso, delegado del sindicato CGT en Fessenheim. Una gran parte de los empleados de la empresa semipública Electricidad de Francia (EDF) será reubicada en otras centrales del territorio; unos 60 seguirán en la planta, donde empezará la tarea compleja y larga —unos 20 años— de una operación inédita. “Es la primera vez que una central nuclear con agua a presión se detiene y se desmantela íntegramente”, dijo un portavoz de EDF citado por el diario Le Monde.

El presidente François Hollande prometió el cierre de Fessenheim en la campaña que le llevó a la presidencia de la República en 2012, después del accidente en la central japonesa de Fukushima y de que la canciller alemana, Angela Merkel, anunciase el apagón de las centrales de Alemania. Macron, cuando fue candidato en 2017 para suceder a Hollande, prometió que mantendría los planes para cerrar la central francesa. Los reactores de Fessenheim no son los únicos que deben cerrar en los próximos años: 12 están en la lista para desconectarse, 56 seguirán abiertos y está en marcha la construcción el primer reactor de tercera generación en la central de Flamanville, en el oeste de Francia.

“Si pensamos a largo plazo, la energía nuclear mantiene toda su pertinencia”, declaró el martes en una entrevista con la cadena BFMTV y la radio RMC el ministro de Economía, Bruno Le Maire. El ministro retomó uno de los argumentos de los pronucleares, que la describen como una energía con muy bajas emisiones de gases contaminantes y advierten de que, al sustituirla por otras fuentes como el gas o el carbón, el cierre contribuirá al calentamiento global. “Nos permite ser uno de los países que emite menos CO2 para su producción de electricidad y nos garantiza la independencia”, añadió Le Maire.

Francia es el país más nuclearizado del mundo en relación con su población: el 75% de la electricidad proviene de las centrales atómicas. El objetivo de Macron es reducir esta proporción al 50%, sustituyendo esta fuente por energías renovables en 2035. Este país, desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, asocia su poderío económico en la energía nuclear y su poderío geopolítico a la bomba atómica. No está dispuesto a renunciar a ninguna de las dos.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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