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Un brote del virus en tierra de la Camorra desata la rebelión de los jornaleros

El confinamiento de una zona de temporeros cerca de Nápoles, donde se detectó un foco con 43 positivos, provoca una revuelta en la que ha intervenido el Ejército

Un jornalero tira una silla en protesta por el confinamiento, el jueves en Mondragone (Italia).
Un jornalero tira una silla en protesta por el confinamiento, el jueves en Mondragone (Italia).STRINGER (AFP)
Daniel Verdú

Las sillas y los muebles carcomidos empezaron a volar desde las ventanas. Centenares de jornaleros, muchos de ellos de origen búlgaro, se rebelaron contra la zona roja decretada por el gobernador de la región italiana de Campania (sur), Vincenzo De Luca, el pasado lunes 22. Después de haber realizado 789 test de la covid-19, 43 inmigrantes que viven hacinados en cinco edificios abandonados de la localidad de Mondragone (28.500 habitantes) dieron positivo. Esta es una de las principales zonas de recolección de tomates de Italia y la mano de obra es casi toda ilegal. El nuevo confinamiento es letal. Si no trabajan, no comen. Un efecto dominó que deja vacía la caja de la Camorra, la mafia que suele explotarles. Ese es uno de los problemas, sostienen fuentes de la Fiscalía napolitana, detrás de la violenta revuelta que explotó el jueves en Mondragone y que ha obligado al Ministerio del Interior a desplegar al Ejército en una de las zonas más deprimidas de Italia.

La Domiziana es una vieja carretera del litoral que une Nápoles con Caserta, territorio controlado históricamente por el clan de los Casaleses. Una desvencijada vía cuyo paisaje, a un lado y otro, se vuelve adusto y decadente a medida que se atraviesan los pueblos. Hay pocos sitios en Italia que ilustren mejor el abandono y la traición del Estado hacia sus ciudadanos: corrupción, mafia, explotación, construcción ilegal y tráfico de residuos. Un inquietante viaje que culmina en Mondragone, escenario cinematográfico de las películas de Matteo Garrone sobre la Camorra y la tormenta social. Este fue durante muchos años el territorio de jornaleros italianos que trabajaban en la recogida de tomates para la empresa de conservas Cirio. La firma construyó en 1957 cinco edificios, que todavía llevan su nombre, para alojar a los trabajadores de su fábrica. Pero cerró y cuando se vaciaron, llegaron los inmigrantes. Jornaleros sin derechos que pagan unos 100 euros a los clanes por cada habitación en las casas ocupadas y que se desloman 13 horas al día en el campo por unos 25 euros. Son indispensables para la economía agrícola de la zona, pero también víctimas de la Camorra. Es la gracia del negocio, de otro modo no sería rentable. Aunque haya costado ya tantas vidas.

El primer jornalero asesinado por la mafia en Italia se llamaba Jerry Masslo. Era sudafricano, había escapado de la persecución del apartheid. Lo mataron entre cuatro chicos en Villa Literno (Campania) la noche del 23 de agosto de 1989 porque querían su paga semanal. No esperaban que se revolviese, sacaron las armas y le pegaron tres tiros. Fue el punto de inflexión y la primera vez que el Estado se dio cuenta del enorme problema que tenía en el campo. Pero hubo más asesinatos, más revueltas —la de 2010 en Rosarno (Calabria) forma parte ya de la historia de Italia— y ninguna solución real. La ministra de Agricultura, Teresa Bellanova, anunció hace pocas semanas una regularización masiva de este tipo de trabajadores para solucionar estos problemas. Pero, de momento, el bajo número de solicitudes llegadas al Ministerio del Interior hablan de un fracaso de la medida.

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La zona roja de Mondragone, que se mantendrá cerrada al menos 10 días más, es un polvorín que amenaza ahora a la pobre economía de la región. El jueves, los vecinos italianos se acercaron hasta ahí para increpar a los inmigrantes. Lanzaron piedras y bastonazos contra algunos vehículos con matrícula búlgara, se oyeron gritos racistas. De madrugada, con el Ejército ya desplegado, incendiaron con un cóctel molotov la furgoneta de un jornalero. El alcalde de la ciudad pidió ayuda al Estado y, en lugar de eso, apareció en escena Matteo Salvini, líder de la Liga, huérfano desde hacía meses de munición antiinmigración. Las elecciones de Campania, un feudo que durante años ha gobernado la izquierda y que actualmente preside uno de los mayores azotes del líder de la Liga, Vincenzo De Luca, serán cruciales en el equilibrio de fuerzas nacional. “Quizá ahora, después de meses de insultos de cabaretista contra mí y contra la Liga, De Luca se habrá despertado”, lanzó el ultraderechista poniéndose a rebufo del conflicto.

El sindicato mayoritario de la zona, la CGIL, ha estado presente todos los días en los edificios Cirio. Igor Prata, el secretario general de la delegación de Caserta, denuncia que “la explotación económica y laboral solo es una emergencia social en el momento en que estos invisibles, en los que nadie repara, enferman y no tienen tutela sanitaria”. “Ellos no pueden permitirse el lujo de ponerse enfermos porque no tienen ningún respaldo del Estado. El problema es que en los últimos años hemos visto cómo la Camorra también utilizaba a estos jornaleros. Utiliza a caporales de su propia etnia para aprovecharse de ellos. Y en los edificios Cirio, por supuesto, también se vende droga. Hay una trata de seres humanos para convertirlos en mano de obra de la que sacan tajada diversos mundos criminales”.

La batalla acaba de empezar y da la sensación de que a muchos les conviene que siga encendida. Los contagiados, todos asintomáticos, están siendo trasladados al hospital de Maddaloni dedicado a enfermos con la covid-19 pero no se localiza a 13 inmigrantes búlgaros que habían dado positivo. “Si llegamos a los 100 positivos después de hacer 3.000 pruebas, cerraremos todo Mondragone. ¿He sido claro?”, advirtió el gobernador de Luca.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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