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Los detectives del coronavirus que cercaron el brote de Totana

En este municipio, el único de Murcia en retrasarse al pasar a la fase 2, un caso llevó a la identificación de otros cinco infectados y 58 personas en cuarentena

En primer término, Alonso Sánchez, junto a otros sanitarios que trabajan como rastreadores en Murcia. En vídeo, cómo se atajó el brote de Totana.Vídeo: A. Durán | ATLAS
Virginia Vadillo

Cuando una persona da positivo en las pruebas de coronavirus, no solo se activa la maquinaria médica para tratarla, sino también un sistema de búsqueda de contactos para averiguar de dónde ha surgido el contagio y, sobre todo, a dónde puede ir. En la Región de Murcia, desde el pasado 1 de mayo, un equipo de 22 médicos y enfermeros se dedica a rastrear cada nuevo caso que se detecta con el objetivo de que cualquier brote quede controlado en el menor tiempo y con el menor número de afectados posible. Su trabajo determinó el municipio de Totana quedara fuera de la fase 2, a la que pasó el resto de la comunidad autónoma el 25 de mayo. Un solo contagio activó la maquinaria que descubrió otros cinco casos y puso a 58 personas en cuarentena por haber tenido contacto estrecho con ellos.

“Se trata de meterse en la vida de los que se infectan para poder proteger a quienes les rodean”, explica María Dolores Chirlaque, jefa de la unidad de Epidemiología del Servicio Murciano de Salud, que coordina a este equipo de “rastreadores”, una especie de “detectives” del coronavirus que con sus informes motivaron que Totana no entrara en la fase 2. El caso de esa localidad de unos 35.000 habitantes (de los que unos 10.000 son extranjeros) en el interior de la Región de Murcia ha sido paradigmático a nivel nacional: el brote ha frenado su avance en la desescalada con la aprobación tanto del Gobierno regional (PP y Ciudadanos) como de su alcalde (IU).

Lo que determinó tomar esa precaución extrema no fue el número de casos, que resulta casi ridículo para otras zonas de España más castigadas por la pandemia (en Murcia apenas ha habido 3.000 contagios desde que comenzó la crisis sanitaria y 149 fallecidos), sino la “complejidad” del brote, que tuvo su punto de inicio entre trabajadores agrarios de origen latinoamericano. La “paciente 1”, una jornalera de 66 años de nacionalidad ecuatoriana, se sometió a las pruebas PCR en los primeros días de mayo pero, para entonces, llevaba ya más de dos semanas encontrándose mal y había ido a trabajar con claros síntomas como tos y fiebre, desplazándose en un autobús con otras 44 personas. “Era un brote que se nos podía ir de las manos”, resume Chirlaque.

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Con su PCR positiva, el trabajo de los rastreadores se pone en marcha. Desde un despacho en la sede de la Consejería de Salud, en Murcia capital, Alonso Sánchez, médico especialista en salud pública, y su equipo de vigilancia descuelgan el teléfono para empezar la persecución: “Si no podemos ser capaces de eliminar este coronavirus, al menos, tenemos que pararle los pies con aislamiento. Es la única vía”, señala. Comienza entonces un largo rosario de llamadas, la primera, al paciente, para comunicarle que está infectado. “Lo primero es conseguir tranquilizarle. Luego, toca toda una labor exhaustiva para analizar cuándo empezó a notar los primeros síntomas, cuáles son, con qué intensidad. Se intenta vincular a esa persona con otros contagiados de su familia, de su trabajo o de su entorno social para buscar el origen. Luego, hay que hacer memoria de todo lo que ha hecho, de toda la gente con la que ha estado por lo menos desde 48 horas antes de notar los primeros síntomas y cómo de íntimo ha sido ese contacto. Pero no siempre es fácil conseguir todos esos datos”, explica Sánchez. Y no por falta de colaboración de los pacientes. Hay quien entra “en estado de pánico” y no es capaz de pensar con claridad. Otros, simplemente, no recuerdan con exactitud qué han hecho, con quién y en qué fecha exacta.

En entornos socioeconómicos vulnerables, la situación puede complicarse aún más, como en el brote de Totana. Al surgir entre temporeros, con condiciones laborales muy precarias, y en algunos casos incluso en situación irregular en España, no todos los “investigados” estaban dispuestos a dar datos concretos de su vida personal. “Si preguntábamos, por ejemplo, cuántas personas residían en el domicilio, era habitual recibir respuestas inconcretas, como que compartían vivienda con varias personas”, apunta Chirlaque. “O no sabían más que el nombre de la persona con la que habían comido esos días, porque es un mero compañero de la cuadrilla de trabajo”, agrega Sánchez.

Para que la búsqueda sea eficaz, los rastreadores tienen que ganarse la confianza de los pacientes. “Es fundamental que entiendan que no se les va a sancionar, ni a juzgar por sus conductas. Que solo se trata de evitar contagios”, apunta la jefa de Epidemiología. A día de hoy, las 58 personas que se sometieron a cuarentena en Totana han sido ya dadas de alta y ninguna de ellas ha dado positivo en las PCR que se les han realizado, pero Epidemiología no da el brote por“cerrado”, solo por “controlado”. En esas condiciones, el ministerio ha dado luz verde a que Totana se sume este lunes a la fase 2 con el resto de Murcia.

El avance en la desescalada, que la sociedad vive con alegría, es una preocupación más para Chirlaque y su equipo. “A más contacto social, más se complica el rastreo”, explica la epidemióloga, que llama a la prudencia y pide seguir evitando actos multitudinarios y contactos que no sean imprescindibles:“ ¿De qué nos serviría pasar rápido de fase y dejar de lado las precauciones si luego tenemos que volver atrás”.

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Sobre la firma

Virginia Vadillo
Es la corresponsal de EL PAÍS en la Región de Murcia, donde escribe sobre la actualidad política, social y medioambiental desde 2017. También trabaja con la Agencia EFE en esa comunidad autónoma. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo de Agencias por la Universidad Rey Juan Carlos.

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