Johnson pide una semana más antes de plantear un plan de desescalada
El primer ministro asegura que el Reino Unido ya ha superado el pico de contagios
Boris Johnson ha aprovechado este jueves, en su primera rueda de prensa desde que se recuperó de la covid-19, para pedir a los británicos un acto de fe en su Gobierno. “En términos generales, hicimos lo correcto y en el momento correcto”, ha dicho el primer ministro 24 horas después de hacerse público que el Reino Unido es ya el tercer país con más muertes por el coronavirus, solo por detrás de Estados Unidos e Italia. En el momento de su intervención, la cifra de fallecidos era de 26.711 (674 entre el miércoles y el jueves).
Johnson ha buscado el titular más optimista y menos comprometido para edulcorar las malas noticias. El titular, según ha anunciado, era que “el Reino Unido ya había superado el pico de contagios”, y que la tasa de transmisión, la famosa R, estaba por debajo del 1 (es decir, un infectado contagia de promedio a menos de una persona). Un anuncio que tanto Downing Street como los científicos al frente de la gestión de la crisis ya llevaban días repitiendo. La mala noticia, que todavía no había llegado el momento, como sí ha ocurrido en otros países europeos, de comenzar siquiera a discutir una posible estrategia de desescalada. Deberá pasar al menos una semana más antes de que el Gobierno británico presente una “hoja de ruta” en la que, en cualquier caso, no se fijarán todavía fechas concretas para comenzar a desandar el camino. “Presentaré entonces un plan completo la semana que viene, para explicar cómo vamos a poner en marcha nuestra economía; cómo regresarán los niños a las escuelas; cómo podremos desplazarnos a nuestros lugares de trabajo y cómo lograremos que el entorno en esos lugares sea más seguro”, ha dicho Johnson.
A medida que crece la impaciencia ciudadana, se agota el periodo de gracia del que ha dispuesto el primer ministro hasta la fecha. Su discurso de este jueves ha tenido un tono más defensivo que en ocasiones anteriores, y se ha aferrado a los pocos datos positivos disponibles, como el hecho de que el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) no haya sufrido en ningún momento escasez de camas o de UCI. Pero los principales errores del Gobierno, fundamentalmente la lentitud a la hora de realizar test a la población o la falta de un adecuado suministro de material de protección para el personal sanitario, han sido calificados por Johnson como “asuntos irritantes y frustrantes” con los que ha tenido que lidiar un equipo de gestión que se habría dejado la piel, según Johnson, en responder ante la pandemia.
El primer ministro, respaldado por sus dos principales asesores científicos, los profesores Chris Whitty y Patrick Vallance, se ha resistido a comparar la actuación del Gobierno del Reino Unido con la de otros países europeos. El modo de medir contagios y muertes, han dicho, difiere bastante entre unos y otros, y solo cuando la crisis se haya superado será el momento de hacer ese análisis. En cualquier caso, ha añadido Johnson, su decisión de imponer medidas drásticas la tomó en una fase de la curva anterior al momento en que Francia o España, por ejemplo, impusieron el confinamiento. Lo que no ha dicho es que las reglas impuestas hasta la fecha en el Reino Unido han sido mucho más flexibles que en esos dos países, y desde el primer momento se permitió salir a hacer ejercicio o acudir a trabajar si no era posible hacerlo desde casa. La policía británica tuvo que comenzar a ejercer con más rigor su vigilancia después de unos primeros fines de semana en los que los parques se llenaron de paseantes y de ciudadanos que salían a tumbarse al sol.
Lo que comenzó siendo una estrategia personalizada para dar respuesta a la pandemia ha acabado siendo una copia del patrón establecido por otros países. El número de contagiados y fallecidos se ha disparado alarmantemente hasta situar al Reino Unido casi a la cabeza de los países más afectados, y el Gobierno ha entendido en las últimas semanas, a pesar del debate interno entre ministros en torno a la necesidad de recuperar el pulso de la economía, que estaba obligado a prolongar el confinamiento. No solo eso. Debates similares a los mantenidos en otros países, como la utilidad u obligatoriedad de usar mascarillas, comienzan a zanjarse con respuestas renqueantes pero cada vez más claras: “Sí, creo que las mascarillas serán útiles, tanto por razones epidemiológicas, como para que la población recupere la confianza necesaria y se sienta segura yendo a trabajar”, admitía Johnson, después de que durante semanas el mensaje de su Gobierno fuera que la eficacia de esta protección era mínima si lo que se pretendía era evitar contagios.
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