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“Me siento mejor porque tengo fobia a la calle”

Las personas con problemas de salud mental soportan con entereza el confinamiento e incluso experimentan progresos

El psicólogo Ignacio Puerta (abajo a la derecha), el viernes en una videoconferencia
El psicólogo Ignacio Puerta (abajo a la derecha), el viernes en una videoconferencia

“Es un reto mantenernos como grupo, ¡pero tenemos que adaptarnos!”. El grito contenido sale de la videoconferencia que mantienen estos días una quincena de personas con problemas de salud mental junto a los psicólogos Ignacio Puerta y Dina Fariñas para mitigar el confinamiento. Las montañas de pensamientos de los miembros de esta asociación, Madrid norte Afaem5, se reordenan y aligeran su peso al compartirse ahora en pantalla, antaño en sesiones, excursiones y reuniones de apoyo mutuo. Para sorpresa de la mayoría, lidian con la reclusión con entereza, a veces incluso han experimentado cierta mejoría.

“No es tan infrecuente”, dice el psicólogo Fernando Egea. “Ocurre en las guerras. El instinto de supervivencia enmascara los problemas psicológicos”. “Es como si las neurosis no nos las pudiéramos permitir en estas circunstancias”, asegura el psiquiatra Enrique García Bernardo. Este hecho también lo recoge la guía para psiquiatras que ha elaborado para esta crisis el Centro para el Estudio del Estrés Traumático de Estados Unidos: “La mayoría de las personas con enfermedades mentales preexistentes se manejarán bien, incluso algunos pueden mejorar ante los desafíos y necesidades de los otros”, dice textualmente.

“Las emociones cambian por minutos. Estamos acostumbrados a un control y tranquilidad para sobrevivir a los conflictos, convivir en situación extrema nos hace vivirlo de otra manera. Aunque haya miedo, el entorno está bastante más preparado de lo que pensábamos”, indica Pedro Reina en la videoconferencia. La conversación fluye por encima de los ecos y el sonido enlatado, y el coronavirus deja espacio suficiente para que cada uno hable de sus anhelos y comparta bromas. La casuística es variadísima, como en botica.

Cristina (nombre ficticio), con trastorno límite de la personalidad, atraviesa picos y valles en su rutina anímica diaria: “La convivencia en casa no está siendo idílica. Ahora me siento agobiada, pero al menos estoy con mis cosas. Estoy más encerrada, pero es donde mejor me siento porque tengo fobia a la calle. Y te frenas para ir al hospital, no sabes cómo va a salir la cosa, si será incluso peor”. El real decreto del estado de alarma no incluyó en un principio el permiso para que pasearan por las calles las personas con problemas mentales, pero posteriormente se corrigió.

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Juan José Sánchez, padre de dos hijas con esquizofrenia, ofrece la cara positiva: “A una de ellas le ha subido la autoestima porque ahora va ella a comprar, toma la iniciativa y viene contenta. Esto nos ha roto la rutina”. Sobre la dureza de la reclusión en pisos a menudo estrechos, Puerta detalla: “Para ellos, la dificultad principal en los hogares es encontrar espacios donde encontrar su propia identidad”.

El número de personas que lidian con alguna enfermedad mental durante el confinamiento no es menor. En España, una de cada 10 personas sufre algún problema de salud mental y una de cada cuatro lo tendrá en algún momento de su vida. Es decir, en torno a 11 millones de personas, diagnosticadas o sin diagnosticar, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta institución apunta a que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030.

Nel González, presidente de la confederación Salud Mental España, que reúne a 300 asociaciones con 47.000 miembros, matiza: “A veces las convivencias en casa no son un jardín de rosas, tanto tiempo sin válvula de escape... El 85% de la gente vive con su familia y las reacciones son muy diversas, desde el miedo hasta la necesidad de salir, pasando por la inestabilidad ante el futuro incierto”.

En la guía estadounidense anteriormente citada se advierte de que habrá pacientes que sufrirán estrés emocional y aconseja a los sanitarios que en estos casos tengan en cuenta sus preocupaciones e incertidumbres ante la pandemia. Deben “compartirles conocimientos médicos precisos e identificar las medidas que pueden tomar ellos para reducir el malestar y mantener conductas saludables, particularmente el sueño”, señala el documento.

Juan Carlos Maestro, psicólogo clínico del hospital Virgen de las Nieves de Granada, ha visitado una veintena de pacientes en casas hogar: “El 90% lo está llevando igual de bien que nosotros, para sorpresa nuestra”. Fuera de las casas, las unidades de pacientes agudos de los hospitales han sufrido un bajón y tienen camas vacías, confirman sanitarios de Sevilla, Granada, Girona y Santiago de Compostela. Avelino Martínez, enfermero supervisor de la unidad de enfermos agudos del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, confirma: “Los pacientes están respetando la situación muy bien, ya veremos con el paso del tiempo, pero de momento no tenemos ingresos vinculados al confinamiento”.

Consultas por Skype

El psiquiatra García Bernardo, como gran parte de los profesionales de salud mental, ha proseguido sus consultas a través de Skype o Facetime: “Que te vean es algo muy tranquilizador”, asegura. Sus pacientes, tras días de confinamiento, “están razonablemente bien”. “No he visto los cuadros que se daban en la epidemia del sida, con muchas conductas paranoicas”, asegura. También el psicólogo Fernando Egea y sus colegas del centro Psyche han cambiado la relación cara a cara por la pantalla. “Lo importante es hacer seguimiento, en eso la tecnología nos está ayudando muchísimo”, dice.

Esa parece ser la clave. La Sociedad Española de Psiquiatría ha distribuido una extensa guía para que se pueda seguir atendiendo pacientes a través del teléfono o videollamadas. A Celso Arango, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón y presidente de la citada sociedad científica, le preocupan sus pacientes no tanto por el efecto que pueda tener sobre ellos el confinamiento, sino porque no puedan recibir terapias intensivas que lo precisan. “Ahora lo hacemos telefónicamente”, puntualiza. Y los que forman parte de ensayos clínicos reciben su medicación a través de mensajero.

Una vulnerabilidad que se suma a otras muchas

El confinamiento pasará factura psicológica a toda la población, independientemente del estado de salud mental previo. Una revisión de investigaciones realizada por The Lancet y publicada en marzo señalaba que las personas que fueron sometidas a cuarentena en epidemias previas a esta crisis tuvieron más riesgo de padecer síntomas de estrés postraumático (una dolencia que se observa en catástrofes o emergencias caracterizada por pesadillas y flashbacks que reviven la situación dañina, un estado de hipervigilancia, anestesia emocional y evitación de los escenarios de la tragedia) además de irritabilidad, malestar, depresión, estrés, agotamiento emocional y un estado de ánimo decaído. Y a más duración de la reclusión, peores eran los efectos sobre la salud mental. “Nos queda una etapa larga, porque luego habrá mucho estrés postraumático”, intuye Susana Mantas, enfermera psiquiátrica y psicóloga del hospital Santa Catalina de Gerona.

Los autores del artículo de la publicación británica señalan que padecer una enfermedad mental previa a la situación de confinamiento es un factor de riesgo para sufrir síntomas de ansiedad y episodios de ira cuando concluye el periodo de cuarentena.

Otra publicación de The Journal of the American Medical Association recalca la mayor susceptibilidad de los enfermos mentales a la infección por coronavirus por cuestiones como las altas tasas de tabaquismo que se dan en el colectivo y que causan peor pronóstico en caso de enfermar. También destaca que dentro de la población sin techo, donde se dan muchas patologías mentales, es difícil el control de la Covid-19, porque es más ardua la identificación de la infección, su seguimiento y el adecuado tratamiento.

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