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Ciclistas bajo sospecha por el coronavirus

Las asociaciones de pedaleantes denuncian la dificultad de desplazarse en bicicleta durante el estado de alarma a pesar de ser completamente legal

Agentes de la Policia Nacional informan a un usuario en bicicleta en el centro de Granada. En vídeo, reportaje sobre el ciclismo durante la cuarentena.Foto: FERMÍN RODRÍGUEZ | Patricio Ortiz
Patricio Ortiz

En Alemania, Bélgica, Reino Unido o Países Bajos se promueve el uso de la bicicleta como método de movilidad frente al transporte público para tratar de evitar al máximo los contagios de Covid-19. En España, en cambio, quienes optan por este medio son puestos inmediatamente en tela de juicio. El decreto del estado de alarma prohíbe usar la bici para hacer deporte, pero no para desplazarse con motivo justificado. Sin embargo, no es extraño encontrarse estos días en redes sociales casos de ciclistas multados o amonestados verbalmente por ir a trabajar o hacer la compra. Incluso la Policía Nacional compartió el pasado domingo en su cuenta oficial de twitter un vídeo en el que dos jinetes del cuerpo perseguían al galope a un ciclista, sin motivo aparente. “No dejaremos de perseguir las conductas de esa minoría irresponsable que pone en riesgo a la mayoría”, rezaba el tuit que acompañaba al vídeo. Los conductores del resto de vehículos que se encontraban en la escena —varios coches y motocicletas— al parecer no formaban parte de esa “minoría irresponsable”.

A pesar de que el real decreto 463/2020 aprobado el 14 de marzo, en el que se declara el estado de alarma, contempla el uso de la bicicleta como método de transporte cotidiano, muchos ciclistas sienten miedo de seguir pedaleando en tiempos de cuarentena. Según el decreto, se puede viajar en bicicleta de uno en uno en los mismos casos autorizados para el resto de medios de transporte: ir al trabajo, a centros sanitarios, entidades financieras o para hacer la compra, asistir y cuidar a personas dependientes y por causa de fuerza mayor. Sin embargo, su uso para pasear y hacer deporte sí está prohibido, algo que puede generar confusión. “Si tuviéramos que considerar que ir en bici a trabajar es hacer deporte, entonces tendríamos que considerar que los que van en moto están haciendo motociclismo y los que van en coche están haciendo un rally. Evidentemente no tiene ningún sentido, tampoco en el caso de las bicicletas”, explica Guillermo Sanz, portavoz de la plataforma Carril Bici Castellana.

Tanto en China como en varios países europeos, la bicicleta ofrece una solución a los riesgos asociados a la movilidad en el transporte colectivo durante esta crisis sanitaria. Miguel Andrés, responsable de movilidad urbana de la asociación Pedalibre, cree que, como se pudo ver el pasado 16 de marzo en Madrid, los servicios de metro, cercanías y autobús no pueden garantizar las medidas de distanciamiento social mínimas para evitar el potencial contagio. “La bicicleta, en cambio es un medio de transporte individual que evita el contagio y mantiene esa distancia social de seguridad”, dice.

Por esa misma razón, la asociación ciclista ha lanzado varias propuestas para mejorar los desplazamientos en bici como método de protección a la sociedad, como por ejemplo habilitar corredores ciclistas o carriles bici provisionales aprovechando el descenso del tráfico en las vías urbanas, una fórmula que ya se ha explorado en ciudades como Bogotá, Nueva York o Helsinki. Piden también la apertura de establecimientos de guardia de reparación de bicicletas o la reapertura de servicios de bicicletas públicas como BiciMad (suspendido el pasado 16 de marzo), algo que según Andrés, se podría llevar a cabo “con la desinfección y la recomendación de usar guantes”. “El hecho mismo de que esté cerrado sobrecarga el transporte público y hace que sea menos seguro”, añade. Habilitar espacios de estacionamiento de bicicletas en los hospitales y lugares donde se libra en primera fila la batalla contra el coronavirus puede ser otra opción a explorar, para que los sanitarios no se vean obligados a desplazarse en medios de transporte donde la exposición al virus es mayor.

Esta última medida se implantó con gran éxito en Wuhan, el primer foco de Covid-19 en China. Allí, la empresa Hellobike vio como la demanda de sus bicicletas compartidas se triplicó desde enero, con el estallido definitivo de la epidemia. Según un reportaje de la cadena de televisión china CGTN, se contrató más personal en la empresa para poder desinfectar con frecuencia las bicis y redistribuirlas en lugares estratégicos, como hospitales y tiendas de alimentación. En China y muchos países asiáticos, la bicicleta es el medio de transporte más utilizado para los desplazamientos urbanos.

Ciclismo y salud

Al contrario que en España, en Bélgica o Reino Unido no persiguen el uso de la bicicleta para pasear y hacer ejercicio, sino que lo promueven. En este último país, más de un centenar de expertos e investigadores del campo de la salud publicaron una carta abierta al Gobierno de Boris Johnson pidiéndole que se permita pasear y hacer deporte en bici durante la cuarentena por el coronavirus a aquellas personas asintomáticas. Argumentan que la reclusión en viviendas puede acarrear consecuencias nocivas en la salud, especialmente acusadas en quienes viven en casas pequeñas sin balcones, luz suficiente o vistas al exterior. “La actividad física reduce las posibilidades de contraer enfermedades que pueden empeorar el pronóstico en caso de contagio de Covid-19. Caminar y andar en bici, particularmente en espacios abiertos, es bueno tanto para la salud mental como física. No solo basta con promover el ejercicio en casa”, escriben en la carta.

Guillermo Sanz recuerda también que “según la UE, en Europa fallecen de forma prematura 450.000 ciudadanos debido a la contaminación atmosférica, proveniente principalmente de los motores de combustión”. Tal vez sea un buen momento para replantear la movilidad urbana hacia un modelo más sostenible y saludable, pero no solo por el virus, sino por lo que viene después.

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Sobre la firma

Patricio Ortiz
Redactor de vídeo en EL PAÍS desde 2019. Estudió periodismo en la Universidad del País Vasco y un máster en narrativas transmedia en la Universidad Carlos III de Madrid. Es de Bilbao, pero desde que vive en la capital no echa de menos la lluvia.

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