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Berlín camina con un metro y medio en cabeza

Alemania estrena nuevas restricciones que permiten salir a la calle, pero de dos en dos y manteniendo la distancia

Un ciclista y un corredor pasan junto a una patrulla policial en el Tiergarten, el lunes, en Berlín.
Un ciclista y un corredor pasan junto a una patrulla policial en el Tiergarten, el lunes, en Berlín.ODD ANDERSEN (AFP)
Ana Carbajosa

Bajo un sol brillante, la capital alemana parecía el lunes el escenario de una coreografía ensayada, en la que los actores se movían manteniendo la distancia unos de otros. Cumplían las nuevas normas adoptadas el domingo y que imponen un confinamiento laxo, en el que está permitido salir para trabajar, ir a la compra o al médico, pero también para respirar aire fresco o hacer deporte. Eso sí, siempre que se vaya solo o acompañado como mucho de otra persona —salvo en el caso de familiares— y que se mantenga una distancia social de al menos 1,5 metros. Con 22.672 casos positivos y 86 personas fallecidas, Alemania es uno de los países europeos en los que más se ha propagado el virus.

La idea es restringir al máximo el contacto entre las personas sin limitar del todo el movimiento. Este lunes sirvió de ensayo general. “Si quiere salir a tomar aire fresco, no tiene que preocuparse de que vaya a ser controlado. Controlaremos a grupos de más de dos personas y en los que se viole claramente la distancia de seguridad”, tuiteó la policía berlinesa.

El centro de la capital estaba el lunes semivacío. Ni rastro de Free tours en la puerta de Brandeburgo, ni un solo selfi en el Checkpoint Charlie. La isla de los Museos, también estaba desierta. Apenas alguna cámara haciendo un directo y otras apuntando al apartamento de la canciller, Angela Merkel, en cuarentena preventiva después de que la vacunara un médico que ha dado positivo. Los primeros análisis de la canciller dieron este lunes negativo.

Un trabajador médico descansa en un control entre Alemania y la República Checa. En vídeo, Lothar Wieler, presidente del Instituto Koch para el control de enfermedades, da parte del estado de la crisis del coronavirus en Alemania.Foto: El País

En un banco, una pareja comía sushi al sol. Aseguran que cuando acaben, se volverán a casa, porque saben que no conviene estar mucho por ahí fuera. Dicen que se dieron cuenta de que esto iba en serio cuando el pasado jueves, Merkel se dirigió a la nación para explicarles que este era el mayor desafío al que se enfrentaba Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Ella, Nadine, de 43 años, teme por su salón de depilación que ha abierto hace medio año. Teme que la lluvia de millones que el lunes ha anunciado el Gobierno alemán acabe beneficiando sobre todo a las grandes empresas. Él, Osman, cree que las nuevas medidas están dirigidas sobre todo a los jóvenes. “Era como si con ellos no fuese, no se daban por enterados”, dice en alusión a las famosas corona partys que tanto han indignado a muchos ciudadanos.

En el Tiergarten, el gran parque del oeste berlinés, había paseantes y no eran furtivos. Enamorados, corredores, jubilados y niños disfrutando de sus padres en este corchete que se les ha abierto en sus vidas escolares. De sus padres, pero no de sus amigos, porque los parques infantiles están precintados y porque tres son multitud a partir de este lunes. En los árboles, los primeros brotes verdes y la primavera que pelea por abrirse paso en medio de la conmoción general.

Cerca de allí, una madre y una hija hacen tiempo antes de entrar en el abogado, donde tienen cita. Cuentan que solo salen para lo estrictamente necesario. Porque tienen miedo, pero también porque si las tiendas y las cafeterías están cerradas y no se puede ni quedar con amigos, salir pierde buena parte de la gracia. “Yo prefiero estar en casa”, dice Medina R. No ha terminado de hablar cuando empieza a estornudar. La hija, Aylin, que se ha prestado voluntaria a acompañar a su madre porque dice que se le cae la casa encima, en seguida la disculpa. “Es solo un constipado”.

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En los barrios, en algunas calles, parecía casi un día normal, con personas cargadas de bolsas caminando por la calle y padres con los carritos de los niños. Pero cada persona ocupaba su espacio en la vía pública guiada por un metro de medir interior, que dibujaba un halo invisible a su alrededor.

Algunas terrazas de los bares amanecieron precintadas, pero en la entrada del cajero, el hombre que siempre pide dinero, seguía ahí, sujetando su vaso de papel, solo que con mascarilla y un chaleco reflectante.

La droguería estaba a tope de gente comprando productos de limpieza. Las baldas de desinfectantes, papel higiénico y jabón de manos estaban arrasadas. Se pedía a los clientes que cogieran como máximo dos productos cada uno. La circulación dentro del establecimiento, como en las calles de la ciudad, se convertía en un baile, en el que el objetivo era esquivar al de enfrente con el tiempo suficiente para mantener la distancia de seguridad.

Bicicleta, vehículo seguro

En las calles, más policía y más riders de lo habitual, llevando comidas a las casas de los que no salen. También camionetas repartiendo paquetes por todas partes y muchas bicicletas. En tiempos de coronavirus, las bicis se han convertido en un vehículo más seguro y práctico, para evitar el riesgo de contagio que conlleva el transporte público.

Los códigos sociales y de cómo ocupar el espacio público, se van construyendo sobre la marcha. También en el carril bici, donde todavía no está claro si esperar al semáforo en paralelo o en una fila alargada. Debajo del puente, tres mendigos charlan animados y mantienen también la distancia de seguridad. Y, en las casas autogestionadas, se organizaban asambleas en el patio para tratar de decir cómo de común es lo colectivo en tiempos de coronavirus y de separación física.

Cada estado federado ha aplicado las medidas con sus particularidades. Alguno incluso como Baviera ha optado por el confinamiento total. En la capital, el Gobierno regional recomienda evitar salir si no es necesario. Está por ver si estas medidas funcionarán o si serán solo un prólogo de otras más estrictas. De momento, la mayoría de los alemanes pueden disfrutar de su venerado aire fresco.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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