Teletrabajo con niños, día 5: clases por Meet, juerga infantil en WhatsApp, y como siempre, ‘Fortnite’
Si antes perseguía a mis hijos para que se desconectasen, ahora lo hago para lo contrario
Estos cinco primeros días de teletrabajo con los tres niños en casa han sido una especie de día de la marmota. Como Bill Murray en la película, cada mañana me levantaba para encontrarme con que, hiciera lo que hiciera, y sin importar el ánimo con el que encarara el día, acababa de la misma forma: de los nervios y a gritos. Sin embargo, sí que he notado cierta evolución. Si el primer día, los sonidos habituales, además de los “mamá, ayúdame”, eran los pings, dings y toings de los mensajes que me llegaban por tierra, mar y aire, al acabar la semana me he acostumbrado a tener de banda sonora de fondo las videollamadas de los niños con sus profesores, y sobre todo, sus amigos.
Igual que los mayores nos vamos adaptando a trabajar y comunicarnos con nuestros compañeros a distancia, también lo han hecho los pequeños, y a una velocidad asombrosa, aunque no sorprendente. WhatsApp, Hangouts, Meet, todo vale, aunque hace solo cinco días ni ellos ni muchos de nosotros conociéramos más que la primera app.
Las clases de Lengua, Mates, Inglés y Science de las 10 y las 11 a través de Meet ya se han vuelto una rutina para las niñas, que están en 3º y 5º de Primaria. Pese a las instrucciones de las profesoras para que silencien sus micros, la conexión con veintitantos niños se convierte en un gallinero. Y aunque me distrae, me da la oportunidad de verlos en su salsa. Me entero de que uno está con conexión wifi limitada en Asturias. De quién ha entregado más y menos tareas. Vivo en directo lo que me han contado en las tutorías, que mis hijas son tímidas en clase y asisten al guirigay sin intervenir. “Os echo mucho de menos, chicos, Y si alguno está que se tira por la ventana, que en vez de eso se asome por ella”, se despide la profe de la mediana.
El mayor, que está en 1º de la ESO, no tiene conexiones fijas, sino puntuales para resolver dudas de asignaturas. Es el único de su clase que aún no tiene móvil, aunque de vez en cuando whatsappea con uno comunal que tengo por casa y juega en línea al Fortnite. También en eso me ha hecho cambiar este momento de excepción: si antes lo perseguía para que se desenchufase, ahora lo hago para que se conecte y no se aísle y pierda el contacto con sus amigos.
Con las niñas no hay ese riesgo. A las nueve de la mañana, cuando aún apuran la última media hora de sueño, entra una videollamada a mi móvil. ¿Un jefe? No. Es Inés, la mejor amiga de la pequeña. A lo largo del día, se suceden las conexiones, individuales o en grupo. De repente, no se sabe quién empieza, hay cuatro niñas de ocho años de la clase de los Hippos muertas de risa en la pantalla. Se hacen tours virtuales por las respectivas casas, la mía enseña sus rotuladores nuevos, otra dice algo sobre familiares con coronavirus... La madre de un compañero organiza, a través del whatsapp de los mayores, una fiesta virtual este sábado para que todos los niños se conecten, con música, comida y bebida.
La de 10, mientras, está con su amiga Marcela en Adopt Me, su juego favorito de Roblox —una plataforma con cientos de juegos en línea—. A la vez, habla con ella en Hangouts, donde la pandilla se ha creado un grupo, y coordinan a dónde van con sus avatares y se intercambian mascotas. Todas estas cosas de la hiperconectividad que en circunstancias normales miraría con desconfianza, pero que ahora agradezco porque permite que sigan hablando y jugando juntos, y se les haga más llevadero el encierro.
En fin, quién nos veía hace una semana y quién nos ve ahora. Feliz teletrabajo con niños a quienes lo disfrutéis/sufráis, y ánimo para todos.
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