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Diario Viral
Crónica
Texto informativo con interpretación

‘Gran Hermano’ nacional

Lo interesante ahora está en nuestras casas. Bajo esta aplastante rutina corren días únicos. Se harán series de esto

Íñigo Domínguez
Un niño hace sus deberes escolares en casa por ordenador durante el confinamiento por el coronavirus en Barcelona.
Un niño hace sus deberes escolares en casa por ordenador durante el confinamiento por el coronavirus en Barcelona.Carles Ribas

Te despiertas sin despertador (esto es la parte buena, que la hay), porque no hay colegio (la otra parte), y los días se parecen unos a otros. No distingues el martes del sábado, pero amaneces recordando al abrir los ojos que nada es lo mismo. Y luego tu hijo dice: “Tengo videoconferencia a las seis”. Pobrecitos, antes se habrían librado del colegio, pero ahora tienen clase incluso a distancia. Aunque el otro día durante la lección virtual de mi hijo un hacker irrumpió diciendo obscenidades. Problemas del directo. La gente se aburre, también los hackers, profesión que de por sí ya debe de ser aburridísima.

Es increíble lo que hace la gente cuando se aburre, y es solo el principio. Chorradas que llegan al móvil te alegran el día. Los italianos están haciendo vídeos caseros buenísimos. En uno, una profesora pregunta a un niño desde la pantalla, pero su madre, agachada, le sopla las respuestas. Hasta que la maestra la pilla y la castiga de cara a la pared. Por cierto que una amiga docente tiene el problema de que su hijo necesita el ordenador para clase, pero ella también para impartirla. Y querría tres porque tiene dos hijos. Qué raro es todo, no paro de descubrir ángulos de la realidad en los que no había pensado.

Dentro de este extraño horror todos intuimos cosas interesantes. No estoy hablando de que Pornhub Premium sea gratis, quería tener un tono sofisticado. Una amiga me contaba el viernes el gozo de atravesar Roma vacía en bicicleta. También es bueno aburrirse, siempre se ha dicho. Y estar juntos, en familia, muy bien. Pero aquí hay algo más. Los niños están descubriendo qué hacen sus padres el resto del tiempo, cuando ellos no están. Espiar qué hay detrás del decorado, algo que descubres por primera vez el día que te piras de clase y contemplas intrigado cómo marcha el mundo mientras se supone que tú estás en otro sitio. Te sentías un intruso, pero también que los adultos tienen algo de impostores. Muy excitante. Hablando con amigos, en general sus hijos están contentos, perciben lo excepcional.

Los niños ahora ven a los adultos 24 horas y la solemnidad de sus cargos se debilita. Son otros, quizá más reales. Decía Oscar Wilde, que tiene citas para todo: “La mayoría de las personas son otras personas. Sus pensamientos son las opiniones de otro; su vida, un remedo; sus pasiones, una cita”. Esto lo empieza a sospechar pronto un niño de los mayores, antes de ser uno de ellos.

Ya metidos en esto, nos hallamos ante una rara oportunidad de la vida, que tampoco hay tantas. Todos recordamos eso que una vez te dijo tu padre, o te enseñó tu madre. Y los momentos que pasamos juntos, porque hasta aquellos muy normales se vuelven especiales con el tiempo, incluso más que los teóricamente memorables, que se hacían con esa intención. Te desvives con una fiesta de cumpleaños y después ellos solo recuerdan que un amigo ese día llevaba un jersey rojo como el suyo, o yo qué sé. Los críos luego se quedan con cosas insospechadas. Pero sobre todo, mientras estamos liados estos días, también verán a escondidas nuestro trabajo, nuestro sacrificio, nuestra preocupación y cómo saldremos adelante.

Y no nos engañemos, para un niño lo mejor del mundo, aunque haya una pandemia, es ¡no ir al colegio! No es muy correcto decirlo, pero en este momento de anarquía puede colar. No tendrán clase, pero esto es muy educativo, una lección de vida. De todo lo dramático que hay, quizá sea lo menos. Creo que dijo Bertrand Russell: “Tuve una estupenda educación que se interrumpió el día que me mandaron a la escuela”. Algunos de mis amigos repitieron curso y son físicos, ingenieros, artistas. Algunos de los mejores periodistas que conozco ni fueron a la universidad y te dan mil vueltas. Y todos conocemos gente que se ha reinventado con algo que no ha estudiado. ¿Qué huella dejará este periodo en los chavales? Saldrá una generación interesante. Si lo hacemos bien, no descartemos que en el futuro quieran jugar a la cuarentena, encerrarse en casa todos juntos.

Lo interesante ahora está en nuestras casas. Bajo esta aplastante rutina corren días únicos. Se harán series de esto. Es un Gran Hermano nacional. Te preguntas cómo lo soportan los de la tele, e imagino que nos dejarán de interesar. Lo estamos viviendo nosotros, y con gente normal. No sé si hay ahora alguno de estos concursos, pero será al revés: les conectarán a ellos con el mundo real y descubrirán que es más interesante lo que pasa fuera. No creerán lo que están viendo.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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