“El cubreboca se usa como una protección emocional”
El psicólogo Jorge Álvarez Martínez, experto en crisis colectivas, cree que México ha aprendido mucho de la epidemia de 2009
Las crisis no son extrañas para un país como México, que vive siempre alerta a los temblores de la tierra, pero las epidemias son otra cosa. Aunque en ambos casos se trata de “desastres socioorganizativos”, es decir, que ponen patas arriba el escenario cotidiano, no son comparables. De lo que sí ha aprendido este país es de anteriores contagios, como el H1N1 de 2009 y no sólo quienes lo gestionaron, algunos de los cuales están ahora en el equipo del Gobierno que se encarga del coronavirus. “Hay una diferencia abismal desde entonces a ahora, en el seguimiento de las medidas de higiene, en los estornudos de cortesía…”, dice Jorge Álvarez Martínez, profesor de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México y jefe del programa de Interacción de Crisis de dicha institución académica. Recuerda aquel 2009 cuando los vecinos de un edificio en Ciudad de México se organizaban para que uno de ellos abandonara el confinamiento y saliera a buscar las tortillas, quizá el papel higiénico… Cree que la palabra pánico se usa con demasiada ligereza, que la población está preocupada pero no ha entrado en pánico, porque eso paraliza. Álvarez Martínez (Ciudad de México, 1951) está encargado estos días de organizar con la ONG Psicólogos sin Fronteras de México acciones de acompañamiento e información telefónica para cuando la crisis vírica se recrudezca.
Pregunta. Lo que se ve en la calle, la gente comprando cubrebocas, desabasteciendo las farmacias de algunos productos… ¿No es pánico?
Respuesta. La gente sabe que el cubreboca no sirve contra el virus, pero lo usan como una protección emocional. El pánico inmoviliza, así que si la gente está comprando, tratando de protegerse, es que están preocupados, pero no en pánico. Si hay desabastecimiento y los ciudadanos elaboran sus mascarillas a mano es que aún no hay pánico. Pero es probable que entremos en esa etapa de angustia en unas semanas, de pánico colectivo, todo es impredecible, pero creo que es probable. Habrá familias que se desborden, que no sepan qué hacer.
P. ¿Cómo se combate el pánico?
R. Evitando las incertidumbres, con información fidedigna. Cuando ocurren estas crisis todo parece caótico pero no es más que gente tratando de organizarse, por eso es imprescindible que cuenten con la información oportuna de lo que tienen a su disposición y de cómo deben actuar en caso de que tengan que viajar, trabajar, salir de casa. Por ejemplo, con el transporte público. Eso tranquiliza a la gente. La información tienen que ser de buena fuente, porque estamos viendo muchas noticias falsas.
P. ¿Los seres humanos tienden a creer lo malo antes que lo bueno?
R. Es cuestión de personalidad, desde luego, pero la gente tiende a creer cuestiones irracionales aunque dispongan de mucha lógica.
P. ¿Por qué?
R. Porque en las crisis estamos emocionalmente decaídos, no tenemos las defensas normales del raciocinio. Es tal el bombardeo de informaciones que no sabes a quién creer, por eso es tan importante tener un centro de atención telefónica que preste información fidedigna. Nosotros tendremos también un sitio web.
P. Hay quien opina que si no hubiera redes sociales todo sería más fácil, o menos alarmista.
R. Las redes tienen la cara buena y la mala. Si una página tiene un sesgo de credibilidad con buenas fuentes puede ser muy útil. Pero es verdad que hay muchos que se entretienen con esto y son malvados. Hay mensajes absurdos e ideológicos en las redes. En este río revuelto hay ganancia de pescadores. El otro día vi que en Italia un sacerdote sacaba a las calles la liturgia religiosa como si eso pudiera paliar el virus…
P. ¿La gente bien formada e informada se deja llevar por el pánico también?
R. Depende de la personalidad, pero en situaciones como esta todo se polariza, casi no hay término medio: está el que no va a creer nada y si le das gel para lavarse las manos dirá que no sirve; y estará quien no tengan suficiente con el bote entero, los que no quieren ni salir de casa. Hay gente muy sugestionable y dispuesta a creer cualquier cosa por más racional que sean normalmente, y los escépticos.
P. Quizá estos últimos usen el escepticismo como un escudo también.
R. Le contaré una anécdota. Con el H1N1 de 2009, a nuestro teléfono de ayuda llamaban muchos niños para hacer bromas. Los compañeros me preguntaban qué hacer con ellos y les decía que les siguieran la vacilada. Al final les preguntábamos si además les preocupaba algo y mencionaban que estaban solos, que un vecino de al lado tosía y escupía. Sí que tienen miedo.
P. ¿El pánico puede ser contrario a la solidaridad?
R. No creo, la gente ha demostrado su solidaridad en momentos muy críticos. Habrá que ver la situación de cada grupo o de cada país. Son formas de reaccionar más bien. Son fenómenos psicosociales. En México no partimos de cero, hemos aprendido mucho.
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