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Niños sin clase y celebrando en la calle

Vitoria cierra las aulas y el primer día sin colegio en Labastida muestra las contradicciones de la medida

Juan Navarro
Un aula vacía en un colegio de la Labastida, este lunes.
Un aula vacía en un colegio de la Labastida, este lunes.RAQUEL MANZANARES (EFE)

Una niña que sonríe sin dientes de leche enseña su nuevo entretenimiento: un juego de pintar para que ella y su hermana no se aburran tras el cierre de los dos centros educativos de Labastida, en La Rioja alavesa. Los menores no han ido a clase este lunes tras prohibirlo el departamento de Sanidad y de Educación del Gobierno vasco. Lo supieron el domingo por la tarde por correo electrónico. Horas después, la medida se extendió a toda Vitoria. Una circular informaba a los padres de los 45.000 alumnos y 8.000 universitarios de Vitoria (y a los de un instituto de Laguardia) de que las clases se suspenden hasta el día 23 de marzo para evitar la dispersión del coronavirus. “Si bien las alumnas y alumnos pueden desarrollar una vida normal en el ámbito doméstico, eviten en lo posible la permanencia en recintos cerrados en los que se desarrollen actividades grupales”, pedía la misiva. En Labastida las dos semanas de inesperadas vacaciones son celebradas por la chavalería en las calles.

Más preocupada se muestra una mujer que se tapa la boca, desconfiada, a la entrada del pueblo de 1.200 habitantes. El temor al coronavirus le hace mantener una distancia prudencial mientras explica que en su casa hay embarazadas y niños. Todo se debe al foco de coronavirus detectado en Haro, a apenas unos kilómetros, ya en suelo estrictamente riojano, donde sin embargo, no se han cancelado clases. Según un concejal del Ayuntamiento un matrimonio de Labastida contagiado y en cuarentena recibió la visita de familiares y uno de los niños salió el sábado a jugar un partido de fútbol con otros muchachos. El riesgo de propagación desencadenó la decisión de las autoridades.

Una pareja de ertzainas sale de la farmacia con un gel desinfectante y critica que apenas les han dado instrucciones. Solo cuentan con una mascarilla y patrullan con normalidad. El bar está lleno.

La alcaldesa bastidarra, Laura Pérez (PNV), pide “tranquilidad” e indica que las medidas parten del Ejecutivo regional y que se va a impedir el paso al frontón y a la biblioteca. No quieren que los niños se junten pero desde las ventanas del Ayuntamiento se ve a varios aprovechando la mañana libre para dar una vuelta. Una vecina se queja de que “muchos nietos se quedarán con los abuelos”, población especialemente vulnerable al coronavirus.

María Amurrio, gerente del colegio y el instituto, asegura que también se han cancelado los talleres de música y los partidos. Los trabajadores seguirán acudiendo a los centros a la espera de “instrucciones” y tratarán de enviarles contenidos a sus pupilos a través de Internet. Mientras los colegios permanecen cerrados a cal y canto, el centro de mayores muestra bullicio.

Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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