Novatadas, cuando la víctima se convierte en verdugo
Con el arranque de curso, vuelven las vejaciones a la universidad. El vídeo viral de una bofetada aviva la polémica
Jueves noche. 20 estudiantes se reúnen en un descampado cerca de la ciudad universitaria de Madrid para curtir a los novatos. Los roles están claros y se distinguen con facilidad. Los veteranos: bien vestidos y armados con cartones de vino barato. Los novatos: disfrazados y borrachos. En un rincón, uno de ellos vomita de rodillas y a su alrededor cinco jóvenes le gritan desde arriba. “Hasta que no veamos la cena en grumos, no vas a parar de beber”, chilla ronco un joven rubio.
Vuelve septiembre y vuelve una práctica, las novatadas, perseguida pero no erradicada. Hace un par de semanas, sin ir más lejos, la polémica sobre estos rituales de iniciación universitaria se avivó cuando se viralizó el vídeo de un novato abofeteando brutalmente a otra. Ambos colegiales fueron expulsados dos semanas del colegio mayor Diego de Covarrubias de Madrid, que depende de la Universidad Complutense.
“Las expulsiones temporales, cuando se ha demostrado que son culpables, no solucionan nada. Vuelven a sus residencias y son vitoreados por sus compañeros. Exigimos expulsiones definitivas”, expone Loreto González-Dopeso, presidenta de la plataforma No más novatadas. Su organización, que orienta a padres y estudiantes que dicen haber recibido un trato vejatorio e informa sobre cómo actuar, ha recibido 40 quejas en toda España en el último año por el uso de motes, duchas de agua fría en la madrugada e ingesta forzada de alcohol, entre otros.
La psicóloga experta en bullying, Laura Croas, cree que siguen existiendo por el miedo a denunciar y por el salto de víctima a verdugo: “Aceptas ser novato porque después serás veterano”, añade. Croas asegura que aunque algunas pruebas parecen inofensivas, “las novatadas tambalean las emociones del otro” y pueden dejar secuelas. La que más se repite entre los pacientes que acuden a su consulta por este motivo es la dificultad a la hora de negarse a hacer algo. “Cuando tienes esa edad [entre 17 y 18 años] es sumamente importante la pertenencia a un grupo y aceptas vejaciones por el miedo a las consecuencias. Si no has aprendido a decir que no por miedo a que te aíslen, trasladas ese patrón a la edad adulta”.
Sobre el paso de convertirse más tarde en abusadores, Croas apunta a una tendencia en el comportamiento: “En las terapias de grupo, cuando los chavales asumen un rol, se ve claramente la capacidad que tenemos los humanos de aprovecharnos del poder que nos dan; es una forma errónea de canalizar la rabia que tienes dentro”. Se trata de un “chute de poder” mezclado con un pensamiento: “Hace tiempo estuve en ese escalón y ahora he subido”.
Como cada año, la Complutense activó este septiembre una campaña con el Ayuntamiento y la Policía Municipal: Di no a las novatadas. Otros campus siguen buscando vías para erradicar esta práctica. La Universidad de Salamanca ha abierto por primera vez un punto antinovatadas, en el que los propios alumnos atienden a otros estudiantes: “Es la clave. Entre ellos se sienten más cómodos”, explica la vicerrectora Ana Belén Ríos. La Universidad de Extremadura ha lanzado su primera campaña con el acento puesto en el acoso sexual y el desperdicio de comida, ya que a veces usan alimentos para embadurnar a los novatos.
“Sigue imperando el dicho ‘el novato no es chivato”, explica Loreto González-Dopeso, de No más novatadas, que hace hincapié en que la falta de denuncias no significa ausencia de casos. Una de estas reclamaciones fue la de José, padre de un antiguo miembro de un colegio mayor madrileño que se mudó tras un año de “aislamiento de sus compañeros”. José (nombre figurado) afirma haberse quedado con las ganas de denunciar: “En el colegio no velaron por la seguridad de mi hijo”.
Lucas, un excolegial del Covarrubias que pide también salir con nombre falso, asegura que aunque sufrió vejaciones, nunca estuvo del lado del verdugo: “Eran los típicos machitos que disfrutan haciendo bullying al más débil”. A él le atacaron en la misma habitación donde se grabó el vídeo viral de la bofetada. “Lo peor que me hicieron fue tragarme mi propio vómito mezclado en sopa”, cuenta. “Si no lo has vivido, es complicado entender por qué no nos negamos. Desde fuera parece fácil, pero cuando estás dentro te ves obligado”, añade Lucas, que cambió de colegio mayor.
No todos los estudiantes tienen un mal recuerdo de las novatadas. Rocío, una antigua colegiala del Marqués de la Ensenada, que tampoco quiere dar su nombre real, es una de ellas. “Las nuestras fueron muy suaves. Nos obligaban a aprendernos los datos de nuestros veteranos o emborracharnos. Pero nunca se pasaron de la raya”, asegura. Rocío cree que gracias a esas prácticas creó vínculos muy fuertes con los compañeros.
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