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Pamplona, una ciudad concienciada más allá de La Manada

Instituciones y colectivos sociales promueven, desde 2008, unos sanfermines en igualdad

Mujeres y hombres alzan sus pañuelos durante el chupinazo de 2019.
Mujeres y hombres alzan sus pañuelos durante el chupinazo de 2019.ANDER GILLENEA (AFP)

“Pamplona dice NO a las agresiones sexistas”. Es la frase, en euskera, castellano, inglés, francés y alemán, que se encuentran quienes llegan a la capital navarra en los luminosos que habitualmente recogen incidencias de tráfico en las entradas de la ciudad. Ese mismo lema se recoge en los autobuses urbanos, las marquesinas, las vallas y hasta los vasos reutilizables que la gran mayoría de los bares entregan, por un euro, a quienes acuden a disfrutar de los sanfermines. El respeto a unas fiestas en igualdad no es una consigna que se haya descubierto tras el caso de La Manada, sino que se corresponde a la pelea que iniciaron colectivos feministas y las peñas sanfermineras para lograr unas fiestas en las que las mujeres disfruten sin miedo.

La violación en grupo por la que cinco hombres han sido condenados a 15 años de prisión por el Tribunal Supremo puso el foco nacional sobre Pamplona y sus fiestas en 2016. La Manada llenó tertulias televisivas y radiofónicas, hojas de periódico y gigas de web, pero la preocupación social en la sociedad pamplonesa por la situación de las mujeres en las fiestas tiene otra fecha clave: el 7 de julio de 2008. Esa madrugada, José Diego Yllanes, psiquiatra residente en la Clínica Universidad de Navarra, mató en su domicilio a Nagore Laffage, enfermera. Ambos se conocían de vista y coincidieron la noche del chupinazo en el casco viejo de Pamplona. Llegaron juntos a la casa, pero el cuerpo de Nagore salió inerte horas después en un coche, en el intento de Yllanes por ocultar el crimen. Fue condenado a 12 años de prisión por un delito de homicidio por un jurado popular en Pamplona. Cumplió ocho años y 11 meses de cárcel, y, desde finales de 2017, se encuentra en semilibertad y trabaja en una clínica psiquiátrica.

Aquella fue una polémica sentencia que los colectivos feministas consideraron injusta, pero que fue ratificada por las siguientes instancias. El caso de Nagore fue el germen de Lunes Lilas, uno de los colectivos feministas más activos en la concienciación sobre el papel de las mujeres en las fiestas y la necesidad de que puedan disfrutar en igualdad de ellas. Ellas organizan, en vísperas de sanfermines, el homenaje a Nagore.

“Estos 11 años hacen el dolor y la ausencia de Nagore mucho más grandes”, remarca Asun Casasola, madre de Nagore. Casasola, que vive en Irún, vuelve con frecuencia a Pamplona para participar en los actos de Lunes Lilas, que se concentran mensualmente contra los crímenes machistas. Ella agradece a la sociedad pamplonesa el cariño recibido tras el crimen de su hija y anima a las más jóvenes a seguir saliendo a la calle. “Con el caso de Nagore no nos hicieron caso, ahora con La Manada por fin la justicia ha escuchado nuestra voz”, apunta. “La sentencia del Supremo significa que ha merecido la pena pelear”, remarca Tere Sáez, técnica de Igualdad en Estella y una de las portavoces más veteranas del movimiento feminista.

Las fiestas populares han sido uno de los objetivos de la política de igualdad de los distintos Gobiernos de Navarra, con una campaña específica desde 2012. Un año más tarde crearon la mano de color rojo o violeta que se ha convertido en el símbolo gráfico de la concienciación contra las agresiones sexistas en sanfermines. La mano, registrada por el Instituto Navarro de Igualdad, ha sido exportada incluso fuera de España y aparece en formato gigante en plazas y calles de toda la ciudad.

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No solo las Administraciones y colectivos feministas se han implicado en esta concienciación. Tras el crimen de Nagore, las peñas sanfermineras pusieron en marcha un protocolo de actuación en sus locales para atender posibles casos de agresiones o abusos. Durante varios años, fueron estos colectivos los que realizaron un conteo oficioso de estos casos hasta que el Área de Investigación Criminal de la Policía Foral comenzó a monitorizarlos, a partir de 2013. En 2014 el Ayuntamiento instaló una caseta informativa en la plaza del Castillo en la que centraliza la estrategia "Pamplona libre de agresiones sexistas".

En estos sanfermines la caseta estará abierta hasta la una de la madrugada. La actividad de esta campaña se ha multiplicado desde su puesta en marcha, de las 3.200 atenciones informativas en 2014 a las 14.000 en 2018. El pasado año se produjeron 25 incidencias atendidas por el protocolo, frente a las 40 de 2017 y las 43 de 2016, el año en el que se produjo el caso de La Manada. Ese año, el número de denuncias policiales se multiplicó por cuatro. Además de la violación grupal del 6 de julio, otras 18 mujeres denunciaron abusos y agresiones sexuales —en las que sí media violencia— durante los sanfermines. El jefe de Investigación Criminal de Policía Foral, Eduardo Sáinz de Murieta, lo atribuyó a la concienciación social que animaba a la denuncia de hechos “otras veces silenciados”.

Durante estas fiestas, 21 cámaras de seguridad vigilan el centro de Pamplona con el objetivo de esclarecer esas posibles denuncias. Hasta 2016, un tercio de los casos denunciados quedaron sin resolver debido a la dificultad de encontrar a los acusados en una ciudad que multiplica su población por cuatro en los días de fiesta.

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