“El Papa nota la presión de las víctimas y de la ley”
Phil Saviano, víctima e impulsor del caso que destapó cientos de abusos en Boston, es optimista respecto a la cumbre que se celebra en el Vaticano estos días
En el imaginario colectivo de los abusos a menores en la Iglesia católica hay un hito que cualquier víctima, investigador o sacerdote tiene en la cabeza cuando afronta la cuestión. El periódico estadounidense The Boston Globe destapó en 2002 el encubrimiento masivo llevado a cabo durante décadas en la diócesis local. Implicaba a unos 260 sacerdotes que habían agredido sexualmente a centenares de niños con la impunidad que otorgaba la autoridad moral de la Iglesia. Phil Saviano (Massachusetts, 1952), legendario activista de la causa, fue el motor que puso sobre la pista al equipo de investigación del periódico y que luego ayudó a escribir Spotlight, la película que relató aquella historia. Bernard Law, en cambio, fue el cardenal que encubrió el caso y que obtuvo un retiro dorado proporcionado por Juan Pablo II en la basílica de Santa Maria de la Maggiore. Hoy ambos se encuentran en Roma: uno enterrado con todos los honores y el otro, a las puertas de la cumbre convocada por Francisco recordando la importancia de escuchar a las víctimas.
Pregunta. ¿Cómo hace para confiar en el Vaticano cuando fue la institución que escondió aquí al cardenal Bernard Law, encubridor de abusadores como el suyo?
Respuesta. Aquello fue un insulto para todos lo que sufrimos abusos. Pero es verdad que no fue este Papa quien lo hizo. Ni siquiera fue Benedicto XVI. No les podemos culpar a ellos. En Massachusetts en aquella época no teníamos leyes para imputarle por lo que había hecho. No había manera de impedir que se fuera del país. Y una vez aquí, se le dio un retiro dorado en una preciosa iglesia y un funeral en la basílica de San Pedro. Poco importó que hubiera encubierto a 260 curas que agredieron a cientos de niños. Pero me alegro de que su funeral fuera en la otra punta del mundo.
P. Hoy la cumbre ha debatido sobre la rendición de cuentas. ¿Qué significa eso en los abusos?
R. Quiere decir que las malas conductas deben tener consecuencias. Y creo que durante generaciones y generaciones, los sacerdotes, los obispos y los cardenales han vivido pensando que podían hacer lo que quisieran sin que pasase nada.
P. Su caso cambió las cosas en Estados Unidos.
R. Sí, porque ahora hay leyes. Llegamos al punto en el que no podíamos confiar en lo que dijese el Vaticano, en que se tomasen medidas. Ahora les perseguimos por comportamiento criminal. Tuvimos el informe del gran jurado en Pensilvania hace unos meses, que conmocionó a mucha gente. A mí, por cierto, me pareció que los números eran muy bajos. Pero muchos católicos vivieron en la complacencia pensando que la Iglesia lo tenía todo bajo control poniendo procedimientos y quedaron sorprendidos con el informe. Lo que vemos ahora es que muchos fiscales en todo EE UU se están subiendo a ese barco. Al menos 14 ya han anunciado investigaciones. Y eso significa que están obligando a las diócesis a abrir los archivos y que no solo procesarán a los curas, sino a los obispos que les protegieron. Y eso en un gran cambio que también hemos visto en Australia o Nueva Zelanda. Creo que es parte de la razón por la que el Papa ha hecho esta cumbre conjunta.
P. ¿Qué quiere decir?
R. Está empezando a sentir no solo la presión de las víctimas, sino de los representantes de la ley. Además, debe saber que la media de católicos está cayendo rápidamente en EE UU.
P. ¿Cree que la investigación del Boston Globe fue realmente el punto de inflexión?
R. El despertar fue en 2002, cuando empezaron a publicar la investigación de Spotlight. Sucedió en enero y al siguiente año todavía se seguían publicando historias. Lo interesante es que cuando el Globe empezó a sacar casos, se generó una ola que animó a otros supervivientes de todo el país a denunciar su historia. En verano de 2002, los obispos estadounidenses propusieron una nueva política, conocida como Dallas Charter para la Protección de Menores, donde se incluyó la tolerancia cero.
P. ¿Qué quería decir entonces?
R. Sencillo: la primera vez que un sacerdote es sorprendido abusando de un niño se va fuera de su ministerio. No tiene una segunda oportunidad. Pero la parte débil del Dallas Charter es que no había consecuencias para los obispos que protegían a esos pederastas y los movían de ciudad en ciudad. Y esa era una gran debilidad.
P. ¿Qué importancia ha tenido la prensa en esta lucha?
R. Es fundamental. Transporta al público general la información, pero también a los supervivientes que todavía no tienen la fuerza para hablar de ello. Entrevistando a otras víctimas les animas y les das herramientas para que, al menos, consideren sacar a la luz sus historias. Cuando me pasó a mí y se publicó, en pocos meses salieron otras tres víctimas que habían sido abusadas por el mismo sacerdote. Y lo más importante es que empezaron a salir víctimas de otros sacerdotes en la misma diócesis. Es irónico que en la conferencia de prensa del lunes se diera las gracias a los medios por ayudarles a entender este problema. Siempre me pregunto, ¿qué es lo que no entienden?
P. ¿Cree que esta reunión servirá para algo?
R. Bueno, estoy de acuerdo en que es histórica. El hecho de que el Papa haya llamado a los obispos más poderosos durante cuatro días no tiene precedentes. No sé qué saldrá de aquí y tengo esperanza de que sea fructífero, que sirva para educar a obispos de lugares donde los abusos todavía no se tratan de una manera adecuada. En esos países las víctimas todavía no han encontrado su voz. Hay que establecer herramientas para determinar cómo tratar a las víctimas, a los obispos que encubren. Eso está en los 21 puntos que presentó el Papa. Lo raro es que un manual de ese tipo no existiese antes. El arzobispo Scicluna nos dijo el otro día que se involucraría más a las víctimas. Estoy seguro de que habrá nuevas reglas en un futuro no muy lejano.
P. ¿Como la obligación de denunciar a las autoridades civiles?
R. Creo que es muy importante. Quiere decir que cuando un obispo tiene evidencias de abusos debe informar inmediatamente, porque si no, se convierte también en un acto criminal. Y la investigación debe llevarla a cabo la policía. La Iglesia quiere hacerlo cuando solo lo exige la ley. Pero es un problema, porque es gente que no está preparada para hacer una investigación y, además, forman parte de la misma organización. ¿Le parece normal?
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