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Una maltratada: “Parece tener él más derechos como preso que yo como víctima”

Una mujer que sufrió violencia machista vive con pánico el permiso penitenciario de su maltratador. La audiencia que se lo concedió decide ahora sobre las visitas a las hijas comunes

Daniel Ochoa de Olza (AP)
Isabel Valdés

María recibió el pasado jueves una alerta del Servicio de Asistencia a la Víctima del Gobierno Vasco para informarle de que su exmarido, Catalin Nicusor Plopan, tenía un permiso penitenciario de 24 horas para este lunes a partir de las 12.00, concedido por la Audiencia Provincial de Álava a pesar de que tanto la prisión como vigilancia penitenciaria se negaran. “Se me paró el corazón”, cuenta por teléfono. Plopan cumple una condena de 17 años desde 2008 por asesinar a puñaladas a la que entonces era su novia, Loredana Andrescu, el 3 de julio de 2006; y hace dos años sumó otra —ocho meses de condena y 16 de alejamiento— por amenazar de muerte a María, a la que conoció en la cárcel en 2012 cuando ambos cumplían condena y con la que después se casó y tuvo mellizas.

Este lunes por la mañana, María ha contado en la cadena SER que se sentía desprotegida por el permiso de Plopan. Su orden de alejamiento caducó en diciembre de 2017. Cuando el pasado viernes se puso en contacto con la Ertzaintza para preguntar qué medidas iban a adoptar le contestaron que ninguna: “Si ves algo raro nos llamas y si tienes mucho miedo vete fuera', me dijeron”. Ahora, la policía vasca ha destinado a dos agentes de paisano para protegerla a ella y a sus  hijas. La mujer cree que algo tiene que ver con esa denuncia pública. Desde el Departamento de Seguridad explican que han estado en relación con la víctima desde el momento en el que tuvo conocimiento del permiso penitenciario del condenado y “en las horas que dure se tomarán las medidas de protección que se ajusten a las necesidades de la situación”.

Ella está más tranquila, aunque repite una y otra vez que tiene muchas dudas y muchas preguntas que también trasladó durante el fin de semana al lehendakari, Iñigo Urkullu, en una carta a través del servicio vasco de atención al ciudadano: “Agradezco la reacción de la Ertzaintza, pero el fin de semana ha sido muy duro. Te vuelven todos los miedos y todas las pesadillas y me da la sensación de que luchas y luchas y vuelves siempre al punto cero”. Ese punto cero es, para María, el momento en el que vio cómo se "le caía la máscara" a su exmarido, cuando empezó el maltrato psicológico. Al principio, narra, era el mejor novio del mundo: cariñoso, atento, detallista, siempre preocupado por ella... Hasta que dejó de estarlo. "Cuando me enteré de por qué estaba en la cárcel ya estaba enamorada de él y decidí darle una oportunidad. Pero con el tiempo cada vez se ponía más agresivo con más frecuencia y con menos motivos. Su cara, sus ojos... cambiaban, era una fracción de segundo, pero se notaba. Un día la cosa se puso tan mal que me encerré en la habitación con las bebés y recuerdo que pensé en saltar por la ventana, pero me di cuenta de que si lo hacía solo podía saltar con una, solo podía salvar a una".

Un día de septiembre de 2016, después de una discusión, Plopan fue hasta la cocina y cogió un cuchillo: "Este es más duro que el que usé', me dijo, y después, con toda la frialdad, volvió a dejarlo donde estaba y se fue a la habitación. Aquello no fue un enfado ni una bravata, lo dijo con templanza", afirma la mujer. Poco después fue entonces cuando le dijo: "Que sepas que para mí estás muerta".

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Explica que no sabe por qué tuvo aquella reacción, pero con calma se preparó como para irse al trabajo y se despidió. Fue a la comisaría y puso una denuncia. "Hablando con mi psicóloga tiempo después me di cuenta de que estoy viva gracias a esa frialdad, que no sé de dónde me salió. Si me hubiese enfrentado a él tal vez no estaría contándolo ahora". Después de aquella denuncia, él desapareció durante un día y medio y a ella y a las niñas las llevaron a un piso protegido. Solo cuando él volvió a prisión, ellas volvieron a su casa. En dos ocasiones Plopan quebrantó la orden de alejamiento con cartas. Entonces María decidió que era el momento de mudarse.

"Y con todo eso le dan un permiso, no entiendo por qué lo han hecho. Tiene más condenas que antes, es reincidente... Parece que lo premian. Parece tener él más derechos como preso que yo como víctima", espeta con enfado. José Miguel Fernández, delegado de la Asociación Clara Campoamor en el País Vasco —que se presentó como acusación popular en el juicio por el asesinato cometido por Plopan— incide en que ante hechos tan graves como estos, el derecho de los presos deben estar supeditados al derecho de las víctimas: "Las medidas adecuadas serían medidas de vigilancia hacia él. Estamos hartos de que las medidas recaigan siempre sobre la víctima: teléfono, escolta, pulseras... Y la propia audiencia podría haberlas tomado para el correcto cumplimiento del permiso".

Un permiso que mantiene en alerta a María: "Mañana [este martes], la misma Audiencia Provincial que le ha concedido el permiso se reúne para debatir y votar sobre las visitas a las niñas. Ahora mismo no tiene, y me da pánico que se lo permitan, por lo que podría pasar. Estos últimos días he tenido que escuchar muchas barbaridades, se me juzga a mí por haberle dado una oportunidad y la gente me dice que ya sabía dónde me metía". Tiene miedo, pero espeta que día a día: "A ver qué depara el futuro. Y cómo. Por lo pronto pasemos hoy y ya veremos mañana".

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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