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Tribuna
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La paradoja de la educación en Chile

Quiere ser un país desarrollado y no se satisface con compararse sólo con sus vecinos, su referente son los miembros del grupo OCDE

Una extraña sensación de sorpresa y confusión aqueja al mundo de la política educativa en América Latina. Chile, el país al que por muchos años vimos como el paladín del progreso educativo está hoy inmerso en un profundo debate sobre el futuro de su sistema educativo. La intensidad del debate nos cuestiona si hemos estado equivocados en nuestra admiración y, de pronto, despertado a una realidad mucho más negativa. Afortunadamente, la pesadilla no es tal. El sistema educativo chileno ha tenido logros muy importantes, mucho mayores que los del resto de nuestro continente. Por ejemplo, hoy la mayoría de los niños chilenos pueden contar con que van a terminar al menos 12 años de educación, mucho más que el promedio en el resto de la región. En la prueba PISA 2012 de la OCDE, los alumnos chilenos se destacaron entre los alumnos de la región, logrando puntajes más altos que sus compañeros de los otros 7 países que participaron. Además, los resultados de Chile en la prueba PISA desde el 2000 han ido mejorando, especialmente hasta el 2009.

Pero Chile quiere ser un país desarrollado y no se satisface con compararse sólo con sus vecinos. Su referente son los países más desarrollados, miembros del grupo OCDE, del cual Chile forma parte. Y en este grupo, el sistema educativo chileno deja mucho que desear. De hecho, de los 65 países que participaron en la prueba PISA 2012, Chile quedó en el lugar 51. Además, años de un sistema de mercado educativo donde los subsidios estatales van por igual a proveedores privados y públicos han conducido a una segregación enorme por nivel socioeconómico. Hoy, en Chile, hay escuelas (públicas y privadas) donde asisten los ricos y otras donde asisten los pobres. Pocas escuelas (públicas o privadas) combinan a estudiantes de familias ricas y a pobres.

En Chile hay escuelas donde solo asisten los ricos y otras donde asisten los pobres

Esta mezcla de resultados muy superiores a sus vecinos, pero muy inferiores a los países a los cuales Chile aspira a parecerse, se evidencia en las fuertes demandas desde todos los ámbitos sociales por mejoras sustantivas en la calidad y equidad de las oportunidades educativas. Los chilenos saben que la educación es una potente herramienta para el progreso individual y colectivo. Y a medida que adquieren mayores niveles y competencias educativas, más insatisfechos están con las diferencias entre ricos y pobres, y entre chilenos y ciudadanos de países que ya han adquirido niveles de desarrollo que les permiten a todos sus ciudadanos vivir vidas dignas y productivas.

En este momento de fuertes demandas de cambio, es importante mantener la cabeza fría y revisar la evidencia internacional acerca de qué políticas han mostrado resultados positivos sobre la calidad y equidad de la educación.

En primer lugar, recordemos la importancia de mantener metas ambiciosas de aprendizaje como norte para todos y todas, y utilizarlas para definir el currículo y los materiales de enseñanza, así como también los sistemas de evaluación — no sólo para usarlos en la rendición de cuentas, sino, especialmente, para apoyar a todos los actores del sistema a buscar formas de mejoramiento continuo que logren mejores resultados de aprendizaje estudiantil. Esto requiere un sistema de gestión de la educación muy distinto del que hasta ahora ha prevalecido en Chile, donde quienes pueden gestionar mejor lo hacen y los demás se quedan rezagados.

Una segunda lección de la experiencia internacional es la importancia de asegurar que todos los niños entren al sistema escolar listos para aprender. Esto requiere expandir y fortalecer los servicios de desarrollo infantil temprano, desde las salas cunas, programas de nutrición y estimulación temprana, hasta los preescolares de alta calidad para todos los niños y niñas. Si bien Chile ha avanzado en esta dirección, todavía le queda mucho que hacer.

La profesión docente fue progresivamente siendo menos atractiva para los más talentosos 

En tercer lugar, recordemos que los docentes son la clave del proceso educativo. En Chile, como en el resto de la región, la profesión docente fue progresivamente siendo menos y menos atractiva para los más talentosos. Simultáneamente, el mundo ha ido cambiando a pasos acelerados, y las escuelas han sido muy lentas en innovar y adaptarse a las formas sobre cómo los niños y niñas interactúan y aprenden hoy. Apoyar a los maestros y profesores que tenemos, y atraer a los más talentosos al sistema educativo, es el gran desafío para Chile, así como para el resto de la región. Esto requerirá de condiciones laborales atractivas, pero sobre todo de oportunidades de crecimiento profesional que conlleven la satisfacción de tener impacto en lo más importante: las vidas de los niños y jóvenes.

En cuarto lugar, no hay sistema educativo excelente que no cuente con las inversiones necesarias para garantizar ambientes educativos atractivos para que los mejores profesionales entren y permanezcan en la docencia y los niños y jóvenes quieran ir diariamente al plantel educativo. Así como la tecnología ha cambiado la experiencia diaria de los niños y jóvenes en todo el mundo, también en Chile se pueden aprovechar mejor para fomentar las competencias relevantes para el siglo XXI.

Por último, para que se materialice el potencial de la educación como herramienta de desarrollo individual y colectivo, es necesario un mayor acercamiento del sistema educativo al mundo productivo, y así garantizar que lo que se aprende en el sistema escolar es valorado por el mundo del trabajo. Muchos chilenos que son primera generación de egresados de la secundaria y post-secundaria están descubriendo que sus oportunidades en el mundo del trabajo no son las que se imaginaban. Sólo cuando la educación conlleva mejores oportunidades laborales —mayores probabilidades de empleo, mejores salarios y condiciones laborales— también resulta en una mayor productividad, innovación e igualdad socioeconómica para todo un país.

En estas, y otras áreas, sabemos que existen desafíos que demandaron cambios e innovación. Quienes admiramos los esfuerzos de Chile en mejorar su sistema educativo en las últimas dos décadas estaremos observando de cerca esta nueva etapa de cambio y transformación.

Ariel Fiszbein es Director del Programa de Educación en el Inter-American Dialogue y Emiliana Vegas es Jefa de la División de Educación del Banco Inter-Americano de Desarrollo.

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