“Más que el ébola, lo que mata en Sierra Leona es la pobreza y la ignorancia”
Los médicos españoles que combaten esta enfermedad trabajan en medio de carencias
Javier Atienza llegó a la selva de Sierra Leona “con lo puesto”. Había hecho una maleta para dejar España el pasado 14 de julio, pero enseguida se dio cuenta de que, más que ropa, debía llevar medicamentos y material quirúrgico. Era, con certeza, lo que más necesitaría en su próximo destino: uno de los países más golpeados por el ébola. “La carencia es absoluta. No hay ni agua ni luz, mucho menos medicinas”, cuenta el médico desde una de las pequeñas aldeas de Kamabai.
Atienza es uno de los 36 españoles presentes en Sierra Leona, uno de los países con menos médicos en el mundo: 0,2 por cada 10.000 personas. En España, la cifra llega a 39,6, según el Informe sobre Desarrollo Humano de 2014. “Más que el ébola, lo que mata es la pobreza y la ignorancia. Es muy difícil explicar qué cuidados deben tener”, añade el médico vallisoletano, especializado en cirugía general y digestiva. La media de escolaridad es de 1,6 años. Muchos prefieren ir a curanderos, entre otras razones, porque son más baratos.
Solo dos hospitales tienen autorización para tratar casos confirmados de ébola: uno en Kenema y otro en Kailahun, en el este del país. Pero en Kamabai, en el norte, hay otro tipo de enfermos, a los que Atienza atiende. “Tenemos un compromiso con pacientes que ya habíamos visto. ¿Cómo le puedes decir a un niño quemado que ya no puede venir?”, pregunta Atienza, de 30 años, que hasta mayo trabajó en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (Galicia). Pensaba quedarse dos meses, pero ha cambiado de opinión: no se irá hasta que el brote esté controlado. Su próximo destino es Freetown, donde colaborará con la ONG italiana Emergency.
En la capital también trabaja la gallega Marta Lado, coordinadora del proyecto de cooperación que el Kings's Collage de Londres ejecuta en Connaught, el hospital público más grande de Sierra Leona. Las carencias son parte del día a día. Un ejemplo: si un enfermo llega a urgencias, su familia debe ir primero a una farmacia para comprar de todo, desde medicamentos hasta sondas. Esto ocurre con todos los pacientes, menos con aquellos que presentan síntomas de ébola. “Es un logro”, admite la médico internista, especializada en enfermedades infecciosas y tropicales. Ellos son derivados a una zona de aislamiento en la que no deben pagar por el servicio.
El Ministerio de Sanidad de Sierra Leona —al que Lado también asesora— dispuso que todos los centros sanitarios acondicionaran una sala para casos sospechosos. La realidad es distinta. “En papel es todo bonito, pero el sistema sanitario es muy básico y la única zona de aislamiento que funciona 100% es la de Connaught”. La sala —con solo 13 camas en un hospital de 500— suele llenarse, más si el laboratorio se demora en entregar los resultados. Algunos pacientes esperan dos o tres días solo para saber si tienen el virus.
Para Lado, en el país no hay una cultura de acudir a un hospital, principalmente porque la medicina es de pago, incluso la pública. Solo para que le abran un archivo de ingreso, el paciente debe pagar 15.000 leones, unos tres euros, “que puede ser el salario de toda una familia”, dice Lado, de 35 años, que tiene una excedencia en el hospital de Torrejón (Madrid). Había trabajado ya en países como Tanzania, Uganda o Camerún, pero reconoce que es la primera vez que se enfrenta a una enfermedad como el ébola “en un sistema sanitario tan débil como el de Sierra Leona”. Llegó a Connaught el pasado 17 de marzo y allí le sorprendió el brote. “Las necesidades son enormes, sin personal ni medicinas, sin protocolos ni infraestructura”.
Es el mismo panorama que retrata la enfermera Pino González, coordinadora del proyecto de emergencia por el ébola de Médicos del Mundo. Desde julio trabaja en el distrito de Koinadugu, en el norte de Sierra Leona, concretamente en labores de prevención. Las largas distancias, las dificultades de transportación y el aislamiento por la época de lluvias complican las tareas, comenta González, que nació hace 33 años en Las Palmas de Gran Canaria.
La organización trabaja en el terreno desde que empezó la epidemia, pero han centrado su labor en la prevención de la enfermedad. González se ha encargado, por ejemplo, de capacitar al servicio distrital de salud. La formación se da básicamente para que sepan identificar la enfermedad, cómo tratarla y, sobre todo, cómo aplicar los protocolos de prevención. No es un tema menor teniendo en cuenta que hay médicos que han huido de los centros de salud porque han considerado que no tenían las condiciones para enfrentarse a la epidemia. Unos 120 sanitarios han muerto a causa del virus. Nadie quiere ser el siguiente.
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