_
_
_
_

La vida después de una Fulbright

Más de 300.000 personas han disfrutado de este programa internacional Javier Solana, Elena Ochoa y Manuel Borja-Villel cuentan su experiencia

Isabel Valdés
Javier Solana, en una imagen de 2011.
Javier Solana, en una imagen de 2011.Massimiliano Minocri

Las becas Fulbright, lanzadas en 1946 para promover el intercambio entre titulados universitarios estadounidenses y del resto del mundo, han marcado un antes y un después en la vida de aquellos que las consiguieron. Más de 300.000 personas de más de 150 países, entre ellas 44 Premios Nobel, 86 Pulitzer y seis galardonadas con el Príncipe de Asturias. El pasado jueves la propia Fundación Fulbright pasaba a engrosar la lista de galardonados con este último reconocimiento en la categoría de Cooperación Internacional por “su voluntad de mejorar la educación global” de los jóvenes, según explicó Gustavo Suárez Pertierra, presidente del jurado. Los becados con los que este periódico ha contactado traducen estas palabras y aclaran su significado: amigos, familia, conocimiento, irrepetible, inolvidable. Un intercambio científico y cultural que une países y personas. Y éstas, transforman una relación, en un principio académica y profesional, en una gran familia con lazos que sobreviven a décadas y miles de kilómetros.

Javier Solana, ahora presidente de ESADEgeo, vivió en Estados Unidos la guerra de Vietnam y los asesinatos de Robert F. Kennedy y de Martin Luther King gracias a una de esas becas en la Universidad de Virginia, entre otras. Comenzó en septiembre de 1966 y alargó su estancia en el país americano hasta 1971. En medio de breves interferencias telefónicas, recuerda que entonces, era la única forma de salir de España para estudiar al otro lado del charco. “Cuando yo llegué era el único español”, asegura. “Allí éramos austriacos, holandeses, ingleses, alemanes… Le perdí el miedo a hablar y eso fue lo que más empujón me dio con el idioma”.

Solana confiesa que la experiencia fue para él extraordinaria y maravillosa. Tanto desde el punto de vista humano, como científico: “Me encontré con una enseñanza bastante distinta a la que había tenido en España. Aquí seguimos un poco obsesionados con la erudición, con la teoría. Y lo realmente importante en el mundo en el que vivimos hoy no solo es saber sino saber usar lo que sabes”.

Manuel Borja Villel en su despacho del Museo Reina Sofía el pasado viernes 13 de junio de 2014.
Manuel Borja Villel en su despacho del Museo Reina Sofía el pasado viernes 13 de junio de 2014.Luis Sevillano

A Manuel Borja-Villel, historiador del arte español y director del Museo Reina Sofía (Madrid) desde 2008, le ocurrió lo mismo unos años después. Un verano de 1980, recibía un telegrama en casa de sus padres, donde aún vivía, un bloque donde las puertas todavía se dejaban abiertas. “Cuando llegué a casa mi madre tenía un disgusto bastante grande porque me habían concedido la beca. Recuerdo perfectamente que se armó un gran lío vecinal y se formó un debate para decidir si debía irme o no”. Borja-Villel, que siempre había querido estudiar arte contemporáneo, no tuvo dudas, se marchó a la Universidad Yale (New Haven) donde existía un departamento específico de arte de los siglos XIX y XX. “La alegría fue tremenda”.

Y esa alegría al final duró nueve años. “Fue una época dorada en la que podía dedicarme plenamente a estudiar. Además, tuve la suerte de ir en un momento en el que pude compartir trabajo, investigación y tiempo con nombres como Rosalind Krauss, John Rewald o Benjamin Buchloh. El nivel era impresionante”, exclama. Ahora se siente orgulloso de que, aquello que cambió su vida, reciba un premio como el Príncipe de Asturias: “El hecho de que una fundación, compuesta por cientos de miles de experiencias, reciba un galardón como este, me produce una gran satisfacción. Sobre todo, en un mundo en el que, en muchas ocasiones, es más importante un individuo único y un gran hombre que un grupo”.

La editora Elena Ochoa.
La editora Elena Ochoa. Salva López

Mientras Borja-Villel disfrutaba aún de su beca, en 1983, Elena Ochoa daba clase de psicopatología en la Universidad Complutense de Madrid. Un día llegó una carta hasta la mesa de su despacho. El membrete iba acompañado de un globo terráqueo achatado, el de la Fundación Fulbright. También fue una de las becadas de la fundación norteamericana. “Me puse a dar gritos de alegría. Recuerdo ese momento de una forma nítida, la satisfacción de poder ir era indescriptible. Un antes y un después en mi vida”. Aquel sobre cambió su forma de trabajar y de vivir.

Ochoa se dedicó por completo a la investigación sobre la esquizofrenia entre 1984 y 1985, en la UCLA (Universidad de California), y en la de Chicago. “La oportunidad de poder formar parte del equipo de investigadores líderes en aquel momento era increíble”, narra Ochoa desde Londres por teléfono. Una sonrisa se adivina a través del auricular, cuando la ahora editora de Ivorypress —cambió la psicopatología por el mundo del arte y la comunicación a mediados de los 90— habla de aquel bienio su voz suena a nostalgia. “Pero es una nostalgia llena de satisfacción, no de tristeza, porque los fulbright son una gran familia”, matiza Ochoa con dulzura.

Una nueva generación

Lucía Miranda

(Valladolid, 1982) Estudió Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid, en 2009 recibió por email la noticia que le cambió la vida: “personal y profesionalmente. Me hizo tremendamente feliz y marcó un antes y un después en mi vida. Fue un lujo y un regalo poder estudiar algo que no existe en España, Educación y Teatro”. Ahora Miranda es Directora de Teatro en The Cross Border Project.

Iñaki Berenguer

(Muro, Alicante, 1976). Entre 2002 y 2004, este ingeniero de telecomunicaciones estudió en la Universidad de Columbia (Nueva York). “Recibes con mucha ilusión la beca porque es un reconocimiento a tu esfuerzo y trayectoria. Además es una oportunidad de trabajar con la gente más puntera en tu campo”. Fundó Pixable en 2009 y la vendió en 2012 por 30 millones de dólares, aunque sigue relacionado con ella, está fundando otra empresa e invierte en emprendedores españoles.

Javier García Martinez

(Logroño,1973). Doctor en química, recibió la beca en 2001 y se marchó al MIT. “Recuerdo la inmensa alegría cuando lo supe. Llegué en el momento en el que estaba naciendo una nueva forma de trabajar con la nanotecnología. Me cambió la vida y la forma de ver la vida. Monté una empresa, Rive Technology, que comercializa la tecnología que descubrí allí”. Sigue en Estados Unidos, en la Universidad de Princeton y ha sido Premio Jaime I en Nuevas Tecnologías este mismo año.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_