“El fotoperiodismo es como bailar, te mueves para buscar un ángulo”
La fotógrafa ha retratado a supervivientes de abusos sexuales en la infancia
Aquello de lo que no se habla. Lo silenciado. Lo oculto. Con ese espíritu, Lorena Ros exprimió el diccionario para buscar títulos en español para su proyecto de fotografía documental. Finalmente, optó por el inglés. Lo llamó Unspoken, una única palabra inglesa que lo resume todo: el secreto, el mutismo; todo lo que se esconde detrás de los abusos sexuales en la niñez. Ros (Barcelona, 1975) ha pasado ocho años —con varios parones— retratando a personas que sufrieron estas agresiones durante la infancia. Con sus rostros y sus historias quería romper ese silencio. “Visibilizar el abuso, hablar de un tema tan tabú es una forma de acabar con la impunidad de los agresores. También de desestigmatizar a quienes lo sufrieron y animar a que salga a la luz”, cuenta.
Ros sorbe poco a poco su café solo. Fija mucho la mirada y explica que desde que leyó un reportaje sobre abusos sexuales en la infancia quiso tratar el tema. Ahora, los 17 retratos con los que pone cara a este problema que afecta a uno de cada cinco niños, según datos del Consejo de Europa, se recogen en un libro que presenta hoy en Madrid (Unspoken, Blume). Ha recorrido varios países bebiendo de sus historias e hilvanándolas. Mostrando cómo son ahora, cómo eran de niños y también retratando o reconstruyendo los lugares donde todo pasó. “Quise sacar personas de todo el mundo porque esto ocurre en todos los lugares, en países en vías en desarrollo y en desarrollados, en casas pudientes y en las más pobres. Y es curioso que los patrones se repiten. Una persona de Carolina del Sur cuenta una historia similar a otra de El Chaco [Argentina], dos lugares absolutamente opuestos. Las fórmulas que los agresores manejan para que todo se mantenga en secreto, la culpa de quienes lo sufrieron, el shock cuando lo asumieron y empezaron a hablar de ello; son casi idénticos”, abunda moviendo mucho las manos.
La fotoperiodista, que ha llegado con su hija de un año en brazos —a la que echa un vistazo rápido mientras merienda sonriente en el piso de arriba del restaurante con su madre y su pareja—, repite casi en cada frase la palabra “superviviente”. “Las personas que he retratado son supervivientes. Ellos se llaman a sí mismos así. Fueron víctimas cuando estaban sufriendo los abusos, ahora lo han superado. Lo contrario sería revictimizarles”, dice arrancando un pedacito de sandwich.
Magasand. Madrid
- Zumo de mango y piña: 4 euros.
- Café cortado: 1,20.
- Biquini Magasand: 4,80.
Total: 10 euros
Con las imágenes —y las historias— que ahora desentraña en Unspoken, Ros ha ganado uno de los tres World Press Photo que atesora. Mucho tiempo ha pasado desde la época en la que estudiaba humanidades y literatura en Barcelona; una carrera en la que no terminó de encontrarse. “Estuve muchos años perdida, pero encontré cómo canalizarlo todo con una cámara de fotos. Siempre me ha encantado viajar, la literatura y la danza, y el fotoperiodismo es como bailar porque te tienes que mover, buscar el ángulo para sacar la imagen, además viajas y puedes contar historias... algo ideal porque escribo fatal, pero puedo narrar a través de las imágenes. Ese lenguaje me cautivó”, dice.
Siempre haciendo denuncia social: ha retratado las llegadas de inmigrantes a las costas españolas, el conflicto de Afganistán, la trata de mujeres para la prostitución. “Me he centrado en temas de abuso de poder, he recorrido todo el mundo buscando historias; hasta que me dije que también en el silencio de las casas, en las rutinas, había mucho que visibilizar”.
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