“Una buena historia consigue el diálogo con otras culturas”
El creador de la serie de éxito habla de las claves de historia que ha cautivado a miles de personas
João Emanuel Carneiro (Río de Janeiro, 1970) escribía guiones para el cine desde muy joven y realizó más de una decena de películas y cortometrajes. Pero después de Central do Brasil, una de las principales películas en las que colaboró y que fue nominada al Oscar en 1999, entró en la Rede Globo, la mayor cadena de televisión brasileña, donde sus dedos inquietos acabaron escribiendo un resumen de una telenovela de las siete, el horario noble de la cadena. Carneiro conversó por teléfono con EL PAÍS sobre el éxito de su telenovela Avenida Brasil, que es el producto más vendido de la historia de la emisora y que ha cruzado el océano una vez más para llegar a España, tras pasar por 125 países y tener versiones en 19 lenguas.
Pregunta. ¿Cómo funciona su proceso de creación de una novela?
Respuesta. Creo que una novela es una obra abierta, pero en mi caso, medio cerrada, porque yo sé lo que voy a hacer desde el inicio. Es una calle de una sola dirección. Claro que me alimento de muchas cosas que los actores hacen, es una construcción conjunta, pero de ellos espero obediencia. En una guerra, si la tropa decide discutir en el campo de batalla no sale bien.
P. Pero la fórmula de una telenovela es un poco como en la cocina, si añadimos un ingrediente, cambia totalmente la receta... ¿Cómo controla la entrada de un personaje que roba la escena? ¿Es capaz de cambiar el rumbo de la historia?
R. De las historias paralelas, sí. En una de las telenovelas que hice, Cobras y Lagartos, el personaje Foguinho [Lázaro Ramos] fue el más exitoso. También era una telenovela de las siete, y era susceptible de improvisación. Él acabó ocupando la trama entera y yo fui aumentando aquella historia. Me permito mucho cambiar las historias paralelas, pero no en Avenida Brasil, que fue muy bien planeada.
P. ¿No le influye siquiera lo que el público quiere o piensa?
R. No. Creo que es justamente un grande desliz: el problema de muchas telenovelas es intentar hacer una obra encargada para agradar alguien, basada en encuestas.
P. ¿De qué fuente bebe?
R. De mucha lectura, muchas películas y, claro, de haber vivido algo. Un autor tiene que tener una antena, percibir lo que está pasando a su alrededor. Creo que para Avenida Brasil usé mucho las conversaciones con mis empleadas en las que contaban cómo era su vida en la cocina, cómo era en el suburbio y fui filtrando aquel universo. También recorto el periódico, tengo muchos personajes sacados de las noticias. Creo que todo escritor tiene que ser un conversador, que se interese por lo que el otro tiene que decir.
P. ¿Y qué tienen de especial las telenovelas brasileñas? ¿Por qué suelen tener tanta repersusion fuera como dentro del país?
R. Creo que el brasileño y el latino, en general, mantienen mucho la idea de familia. En mis telenovelas siempre está la familia. La deshecha, la escogida, la del hijo adoptado, la que quiere un ajuste de cuentas... Creo que el tema de la familia es universal, siempre trae cola. Como soy hijo único y nieto único, siempre me fascinaron las familias grandes. Lo difícil es hacer una historia que la vean jóvenes y adultos, que sea ecuménica. La telenovela en Brasil tiene esa peculiaridad, que la ven todas las clases sociales. En Latinoamérica, la audiencia es más pobre, incluso en México, donde las telenovelas están dirigidas a este público. Allá competimos con la novela mexicana en horario de máxima audiencia y tuvimos una óptima acogida. Fuimos tan colonizados que este es nuestro colonialismo, incluso aunque yo no me vea en el personaje de colonizador.
P. ¿Y por qué sus telenovelas, específicamente, tienen tanto éxito fuera?
R. Una buena historia dialoga con otras culturas. Mis telenovelas tienen la característica de tener pocos personajes, centrados en una trama muy definida. Cuando hay varios núcleos queda todo muy diluido, incluso la sinopsis de una telenovela con muchas tramas es difícil de contar o vender. El gran desafío es hacer una historia con fondo y con pocos personajes. La casa de Tufão [el personaje de Murilo Benício en Avenida Brasil] y sus alrededores ocupaba el 80% del capítulo. Pero no hacemos una telenovela pensando en otros países, tiene que funcionar aquí.
P. ¿Hacer telenovelas es muy diferente a hacer cine?
R. Sí, yo no sé ni como salté de uno al otro porque son totalmente diferentes. Una telenovela son tres películas por semana. Son habilidades diferentes. El cine tiene más libertad, no invades la casa de las personas. Procuro hacer cosas que a mi me gustaría ver. Me gustan los dramas, pero algo sin humor me cansa. Una obra larga como una telenovela necesita ser dramática, tener humor y despertar la libido. Es la libido lo que te hace ver tantos capítulos.
P. Algunos defienden la telenovela como género literario. ¿Está de acuerdo?
R. Es un género de literatura. Si pensáramos en los folletines del siglo XIX, eran publicados en los periódicos. Incluso Dostoyevski salió en el faldón inferior de un periódico. En Europa se sabía que una tira con una historia continua aumentaba las ventas. Si lo pienso, es lo mismo que se hace en la televisión. Estoy lejos de ser un poeta, no estoy comparándome. Pero la base de la literatura europea se hizo de esa forma.
P. ¿Y las temáticas de las telenovelas? ¿Influye la emisora en los temas que se tratarán?
R. No es obligatorio, pero la Globo tiene un departamento que sugiere que se digan algunas cosas en determinados capítulos para educar a la población. Yo ya me involucré en varias, intentando también no hacerlo siempre, para no cargarlo de denuncia social. Al final, la telenovela es entretenimiento, pero también tiene espacio para educar de una forma no tan didáctica y sistemática. Si lo pensamos bien, son 40 millones de personas mirando. Es necesario que sea una demostración de actitudes correctas, de lo políticamente correcto. Si yo invento una historia donde hay crack, voy a hacerlo. Pero nunca pensando en un solo personaje para abordar un tema polémico. La Globo tiene el mérito de no meterse nunca. Yo propongo lo que yo quiero.
P. Como ocurrió en el beso gay de la novela Amor a la vida...
R. Sí, consideré muy loable el beso de Amor a la vida. Esa novela cumplió la función de provocar, de educar a las personas a ver algo diferente, a aceptar lo diferente, a familiarizarse con ello.
P. ¿Cree que aún existen temas tabú que la Globo no aborda?
R. Además de las monjas lésbicas asesinas, creo que no... Tengo la impresión de que la sociedad aún es muy tradicional. La homosexualidad aún es un tabú. Las historias tienen que estar más acordes con la sociedad. En mi opinión, no se ha abordado uno de los asuntos más importantes: el control de la natalidad. Debe existir un diálogo con las adolescentes de los suburbios, un tipo de persona que no debería tener hijos joven. Hasta Agnaldo Silva [autor de novelas de la Globo] intentó hacer una campaña sobre eso. Pero tenemos ahí a la Iglesia Católica... Es una cuestión política, pero muy importante para Brasil. Es un país que tiene un inmenso éxito en la lucha contra el sida, pero tiene un problema muy serio al no hablar sobre el control de la natalidad, que es una cuestión mucho más visceral que la del beso gay. Es como abordar un tema tan difícil como el aborto, pero hay que hacerlo de alguna manera, aunque sea sutilmente.
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