400 kilómetros para hacerse con la vacuna de la varicela
Los padres viajan a Francia y Portugal y la transportan en neveras o bolsas especiales
“Recibimos unas 15 llamadas al día preguntando por la vacuna de la varicela”, cuenta al teléfono María, desde la farmacia Fernández de Arcaya, en Pamplona. Navarra es la única comunidad que aún la conserva en su calendario vacunal en niños pequeños (12-15 meses). En otoño pasado, después de que comunidades y Ministerio de Sanidad aprobaran un calendario común que no la incluye hasta los 12 años, el Gobierno bloqueó el envío a las oficinas de farmacia de los lotes de Varivax, el medicamento de Sanofi que inmuniza frente a esta enfermedad y que solía comprarse simplemente presentando una receta. Así que ahora Navarra, junto con Andorra, zonas del sur de Francia y la franja oriental de Portugal, se están convirtiendo en objetivo de los padres que, aconsejados por sus pediatras, tratan de hacerse con el fármaco.
María explica que reciben clientes de provincias limítrofes, pero también “de Madrid”, que generalmente llaman primero y se informan: “Les avisamos de que tiene que conservarse a entre 2 y 8 grados, así que les decimos que traigan una nevera”. “Después del caso de la niña de Treviño [una menor de 3 años falleció el mes pasado por complicaciones de una varicela] las consultas se han multiplicado”, asegura. “Otras veces vienen con el niño y lo llevan aquí al practicante”, añade. También en Andorra las farmacias reciben llamadas de padres españoles: “La demanda ha subido una barbaridad”, dice una empleada de la botica Meritxell, en la capital del principado. “Nos llaman cada dos minutos. Mucha gente sube directamente desde España a por ella”, añade.
Hace algunas semanas que tampoco en las boticas andorranas se pueden comprar las vacunas, según confirma también la farmacia Mallol-Sunyer, situada en un centro comercial recién pasada la frontera. “El laboratorio no nos sirve y no sabemos por qué”, afirma una empleada. En Meritxell añaden que “muchos clientes españoles se están llevando una sorpresa al no encontrarla”. Una portavoz del laboratorio fabricante explica que en algunas zonas de los países limítrofes se ha acabado el stock por el aumento de la demanda de familias que llegan desde España. Un empleado de la farmacia De la Loge, en el centro de Perpignan (Francia), también relata que están vendiendo la vacuna a familias españolas, a las que regalan una bolsa isotérmica para el transporte. La farmacia Elvas, en Portalegre (Portugal), a menos de 10 kilómetros de la frontera y una hora en coche desde Badajoz, también ofrece esa solución a los clientes españoles —dos o tres al mes—.
Ana Elena Casanueva, administrativa de 37 años, quería vacunar a su niña de 12 meses, como ya lo había hecho con el primero, de tres años, y por indicación del pediatra. Casanueva organizó un viaje de fin de semana a Pamplona. Más de 400 kilómetros desde el pueblo de Cuenca donde vive. “En la farmacia me prepararon una bolsita blanca con frío para poderme llevar la vacuna”, cuenta. “No entiendo por qué no nos dejan vacunar a los niños. Una cosa es que con los recortes la administración no pueda pagar la vacuna, pero no dejarnos comprarla a nosotros es incomprensible”, asegura.
“Pedimos a los padres que confíen en el sistema. Ver a tu hijo con granitos no hace gracia, pero normalmente no se corre riesgo”, dice Belén Crespo, directora de la Agencia del Medicamento (AEMPS). Otros padres han recurrido a favores, como una madre valenciana que cuenta: “Una amiga de la familia que trabaja en un centro de salud se ha ofrecido a hacer constar como frasco roto una vacuna y ponérsela a mi hija”. Esta familia justifica la irregularidad: “La sobrina de mi mejor amiga murió por complicaciones derivadas de una varicela con tres años”.
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