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Roban un monitor en el hospital Ramón y Cajal y vuelven a por tres más

Los ladrones se llevaron de los quirófanos cuatro pantallas para visualizar pruebas radiológicas El centro sanitario, uno de los más grandes de Madrid, sufre dos robos en unos días

Elena G. Sevillano

El hospital madrileño Ramón y Cajal, centro de referencia con 1.100 camas instaladas, ha sufrido en los últimos días dos robos de material sanitario. Los ladrones se han llevado de los quirófanos de traumatología cuatro monitores que se utilizan para visualizar pruebas radiodiagnósticas mientras el paciente está siendo intervenido. Los robos se han producido en dos días distintos. En una primera ocasión, los ladrones se llevaron un monitor de uno de los quirófanos. Días después, durante este pasado fin de semana, volvieron y se llevaron otras tres pantallas planas.

Una portavoz del centro ha precisado que los monitores sirven únicamente para ver las radiografías, escáneres o resonancias, y que no podrían utilizarse para ver la televisión o darles un uso distinto al médico. Ha añadido que el hospital han acudido a la Policía para denunciar el robo, adelantado esta mañana por VozPópuli.

Según la Memoria de 2012 del hospital, el Ramón y Cajal cuenta con 38 quirófanos para intervenciones programadas y seis más para urgencias. Cinco de los quirófanos, situados en la primera planta, son de traumatología. Los ladrones, por tanto, se han llevado cuatro de los cinco monitores con los que estaban equipados.

Trabajadores del centro consultados por EL PAÍS han asegurado estar convencidos de que, o bien los ladrones han tenido ayuda de "alguien de dentro", o que ha sido alguien muy familiarizado con el hospital el que se ha llevado las pantallas. "¿Quién sabe entrar a un quirófano, sacar un monitor y pasar desapercibido?", se preguntan. También han explicado que no es cierto que los monitores no puedan usarse para algo distinto que su utilidad médica. "Son pantallas de plasma, como de ordenador, y pueden usarse para cualquier cosa", ha precisado un trabajador que conoce bien los quirófanos de traumatología. 

Las pantallas, de tamaño grande, estaban atornilladas a la pared. Los ladrones tuvieron que desmontarlas, y para ello tuvieron que contar con las herramientas adecuadas. Además de los monitores, se llevaron los teclados que los acompañaban. Entraron en la madrugada del sábado al domingo, según fuentes hospitalarias. "Los compañeros que llegaron por la mañana vieron los tornillos en el suelo", asegura un trabajador. El bloque de los quirófanos está cerrado con llave por la noche cuando no hay actividad. Según estas fuentes, no se encontró ninguna puerta forzada, pero hay una entrada que "no cierra bien". 

Los trabajadores sospechan que los ladrones pudieron usar unos contenedores azules cuadrados, grandes, de los que se emplean para reciclar papel, para sacar las pantallas sin ser vistos. Por todo el hospital hay cámaras de seguridad, también en la salida hacia el aparcamiento subterráneo. 

El hospital ha rehusado contestar a varias preguntas, como el día en que se puso la denuncia. ¿Fue tras el primer robo o tras el segundo? ¿Qué día se produjo el primer robo? La portavoz del centro tampoco ha podido precisar cuánto cuesta el material sustraído.  

Fuentes de la industria tecnológica señalan que este tipo de monitores tienen "una excelente calidad de imagen", muy superior a la de cualquier pantalla de ordenador. Se trata de monitores de plasma que, aunque no tienen sistemas de procesamiento de señal que, por ejemplo, permitan ser usadas como televisión, sí pueden conectarse a un ordenador para cualquier otra cosa. "Son como televisiones de tamaño mediano, quizá de unas 40 pulgadas", explica la fuente, que no puede precisar más porque el hospital no ha querido desvelar las características del material robado. El precio de cada uno de estos monitores puede oscilar entre los 5.000 y los 8.000 euros, añade.  

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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