“El arte tiene que volver a promover cambios sociales”
La artista madrileña, de 42 años, es la percursora del proyecto 'Lágrimas negras', que arremete contra la esclavitud sexual
Su risa contagia y la entrega al proyecto en el que está metida también: 2.600 mujeres de todas las edades, religiones y países. Filipinas, Australia, Israel, Kenia, China… Hasta 33 nacionalidades diferentes. Todas mujeres. Todas luchando juntas contra la esclavitud sexual. Una iniciativa que empezó a caminar gracias al esfuerzo de Alejandra Corral. “Sola. Sin dinero, ni poder”, relata la artista madrileña de 42 años en un pequeño bar irlandés, cerca de su nueva casa. La emoción que expresan sus palabras contrarresta el cansancio que comienza a dibujarse en su rostro. “Hay ocasiones en las que no tienes nada y otras en las que viene todo junto”, comenta aliviada por escapar durante unas horas del caos que solo puede generar una mudanza.
La K con la que firma sus obras oculta su verdadero nombre. Entre pintores es conocida como Kuska, diminutivo del apelativo cariñoso Kuskaján que le dedicaba su padre de pequeña. “Cuando empecé a pintar no quería que la gente supiera si era hombre o mujer, española o rusa. Pretendía evitar los prejuicios”. Sus padres le prohibieron estudiar Bellas Artes. “Creían que no iba a poder comer de esto”. Levanta la mirada y sonríe. “Al final les he tenido que dar la razón. Es muy difícil vivir del arte”. Y acentúa el “muy”. “Hay que compaginarlo con otro trabajo, tener dinero o alguien que te mantenga”. ¿Y cuál es su caso? “El tercero. Vivo de mi marido”.
Pero antes de eso, se licenció en Derecho e hizo dos másteres en París. Una de las muchas ciudades en las que ha vivido. “Cuando estoy en Madrid demasiado tiempo, me da la sensación de que esta es la única realidad que existe. Viajar es el remedio contra la estrechez de miras”. La rutina le aporta estabilidad, pero confiesa que necesita romperla de vez en cuando. “Siento que se me va la vida si no lo hago”. Por eso, después de pasar seis años trabajando en un bufete, decidió darle una oportunidad a su verdadera pasión: pintar. “Invertí todo el dinero que había ahorrado. Necesitaba saber cómo me iría. Y resultó bien”.
Siento que se me va la vida si no lo hago”
El arte es para ella un “vehículo de comunicación. Un medio para narrar historias”. Estaba todavía embarazada cuando le contó el primer cuento a su hija. “La exposición se llamaba Un día con Ada y sus dragones. Y relataba la historia de una niña que descubre que los dragones están desapareciendo porque nadie cree en ellos”. Un mundo de fantasía, creado para su hija Ada, en el que se autorretrataba como una hidra por el “mal genio” que dice tener.
Un año más tarde, hace cinco, empezó a plantearse la utilidad del arte. “Soy egocéntrica, como cualquier artista. Me encanta que me digan lo estupenda que soy. Pero eso no puede ser lo único. El arte no puede servir solo para decorar casas de ricos. Tiene que volver a promover cambios sociales”. Con ese espíritu surgió Lágrimas negras. “Es una obra creada por mujeres para mujeres” que se subastará después de un año de exposición en “ciudades de todo el mundo” y el dinero se destinará “íntegramente” a dos asociaciones que luchan contra la trata. “Hay gente que no lo considera arte. Pero ellos mismos. ¿Una caca en una lata es arte y una obra en la que han participado más de 2.000 mujeres con una elección de colores y una temática no lo es? Dentro de 100 años hablamos”.
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