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Rajoy dio una entrevista a la tele. ¿Por qué?

Los políticos deben evaluar si salir en la televisión será útil a los ciudadanos y a ellos mismos La falta de respuestas o la respuesta equivocada pueden poner al electorado en contra

Juan Cruz
El presidente del Gobierno Mariano Rajoy y la directora de informativos de Antena 3 Gloria Lomana.
El presidente del Gobierno Mariano Rajoy y la directora de informativos de Antena 3 Gloria Lomana.Luis Sevillano

Iñaki Gabilondo, que ha entrevistado a todos los presidentes de la democracia menos a José María Aznar (porque este no quiso), explicó con una vieja ocurrencia periodística inglesa la sensación que le dejó la entrevista que el presidente Mariano Rajoy le concedió a Gloria Lomana, directora de Informativos de Antena 3, el último lunes. En dos años de mandato era la segunda vez que Rajoy acudía a un plató; la primera vez había ido a Televisión Española, hace un año justo. En esta ocasión el presidente se sometía al cuestionario que le fue desgranando Gloria Lomana.

Al final de ese encuentro, en el que Rajoy explicó que confiaba en la inocencia de la infanta Cristina, la sensación que tuvo Gabilondo fue la misma que le produjo a aquel crítico inglés determinado estreno insulso: “Fulanito de Tal estrenó anoche una obra de teatro. ¿Por qué?”.

¿Por qué se produjo esa sensación? Según Gabilondo, daba la impresión de que el presidente “no tenía ganas de decir nada”. Los periodistas se preparan mucho las entrevistas, es su oficio, “pero lo que quedó en mi ánimo”, dice Gabilondo, “es que el presidente no se la preparó. Y se la tendría que haber preparado. Si no, ¿para qué la concedió? No es la primera vez que me pasa ante una entrevista de estas características”. Lo que cree Gabilondo es que la sucesiva dilación de temas polémicos fue despachada por Rajoy con este moto (“No quiero adelantar acontecimientos”) porque usó la entrevista para enviar “un mensaje tranquilizador a la gente” con respecto a Cataluña y en relación a los mercados. “Los mensajes tranquilizadores se envían con hechos. En todo caso, para tranquilizar es mejor un valium que una entrevista. A la sexta pregunta yo le hubiera preguntado: ‘Señor Rajoy, ¿y por qué me ha concedido usted esta entrevista?”.

Desde la perspectiva de la periodista, dice Gabilondo, preguntó lo que debía, “pero si el otro no quiere decir nada, porque esa es su estrategia o porque no tiene nada que decir, es imposible insistir”.

Iñaki Gabilondo: “Si no se había preparado la cita, ¿para qué la concedió?”

Fernando Ónega, otro veterano que, además, trabajó junto a Adolfo Suárez y acaba de publicar un libro sobre esa experiencia, insiste en esa idea: “Un presidente de Gobierno acude a una entrevista porque quiere transmitir un mensaje claro. No va porque le han puesto una pistola en el pecho... ¿Qué sentido tiene que luego no diga nada? Yo diría que un presidente ha de tener en cuenta que le habla al ciudadano; ha de aportar novedades, porque si no dice algo muy concreto no interesa a la gente. Y en este caso corre un riesgo grave no diciendo nada, porque la gente está muy cabreada, quiere soluciones”. Tras una de las entrevistas al presidente José Luis Rodríguez Zapatero, recuerda Ónega, “me pregunté para qué había ido si no tenía nada que decir. Pero luego caí en la cuenta de que había deslizado un aviso a ETA: estoy dispuesto a negociar. Ya era algo. En esta ocasión, Rajoy fue a enviar un mensaje a Cataluña: no habrá consulta ni independencia. Pero citó un plan que no detalló. ¿Entonces a qué venía el mensaje?”.

Manuel Campo Vidal, que ha hecho prácticamente todos los debates electorales de la democracia, cree que hay dos Rajoy y en esa entrevista hubo solo uno. “Hay un Rajoy que en el trato corto es ingenioso y ocurrente y otro que es un hombre retraído frente a un periodista, y sobre todo ante una cámara. Él debe saber que la ciudadanía merece información de primera mano de por dónde va el país. Si él, en una entrevista de tanta audiencia, no aprovecha la oportunidad y se la deja a sus intermediarios, ¿para qué va a un plató?”.

La primera entrevista a Rajoy como presidente la hizo María Casado, con periodistas de otros medios. La responsable de Los desayunos tuvo a su lado a Victoria Prego, otra veterana entrevistadora de presidentes, entre otros periodistas... “Estábamos en plena discusión sobre el rescate y esa fue la primera pregunta que le hice: ‘¿España necesita un rescate?’ Tardó siete segundos en contestar, eso me sorprendió... Luego la entrevista fue muy interesante; aún el asunto catalán no era tan consistente como ahora, lo del rescate era lo más complejo. Tuvimos una hora y me pareció que se la había preparado, sobre todo en lo económico”, dice Casado.

¿Y en esta última, cómo lo vio? “Explicó más contenido en la primera... Debe ser que está a mitad de legislatura y ahora le sale mejor decir ‘no adelantemos acontecimientos’ que cuando llevaba un año en el Gobierno...”. ¿Cómo ha de afrontar un periodista una entrevista así? “Haciendo las preguntas que están en la calle. Pero siempre he pensado que nunca conseguirás que un político con poder te dé un titular que él no quiera darte. En cuanto a la actitud del entrevistador, piensa que eres el pellejo del que te está viendo. Y uno debe dejar claro que intentas sacarle todo lo que esté en tu mano”. Esa actitud, dice Gabilondo, y dicen todos, cada uno a su manera, ha de ser “de educada transigencia”, pero, como dice Gloria Lomana, “no soy ni juez ni fiscal, yo pregunto, y repregunto”.

Julia Otero: “Un líder tiene que saber las claves del futuro”

Antes de volver a Lomana, escuchemos a Luis Arroyo, experto en comunicación que ha asesorado a Zapatero en comparecencias públicas. De la disposición a los medios de Zapatero, por ejemplo, él recuerda una anécdota: “Fuimos al espacio Tengo una pregunta para usted, en TVE. Dos horas, sesenta preguntas de ciudadanos de toda condición. No había nada en juego, no teníamos nada nuevo que contar, no había crisis, y las elecciones las ganaríamos luego sin problemas, era 2007... Pero fuimos: el resultado es conocido. El presidente respondió bien casi dos horas... Pero la gente recuerda solo los siete segundos tontos de la fallida respuesta al precio del café...”. El presidente equivocó el precio, y el ridículo resumió esas dos horas... Desde entonces, dice Arroyo, “recomiendo a todo el mundo al que invitan a un plató que se pregunte para qué antes de aceptar”.

Ya en el plató, dice, “no creo que haya obligaciones específicas de los periodistas. En todo caso, creo que la deontología de un periodista debería estar guiada por la honestidad. Igual que la de un político. Con eso avanzaríamos en calidad democrática”. ¿Y con respecto a esta última entrevista? “Él siempre ha despreciado a los medios como parte de un engranaje de espectáculo del que él reniega... Por eso la resistencia a dejarse preguntar... Cree que hace lo que debe y que lo único que importa es salir de la crisis económica. Lo demás le parecen gilipolleces. Es uno de los líderes menos valorados del mundo, pero él cree que en dos años todo eso serán minucias cuando pueda decir que ya salimos”.

Julia Otero, que ahora ejerce en Onda Cero, ha entrevistado a todos los presidentes (autonómicos incluidos, menos a Aznar cuando era presidente)... Ella cree que un líder en el ejercicio del poder “es el que recibe la última llamada” y por tanto “ha de ser capaz de saber las claves del futuro”. Así debe asumir la entrevista. Y el periodista “ha de hacer las preguntas que los ciudadanos se hacen. Con la actitud adecuada, crítica, para repreguntar y para poner en aprietos al político”.

Cuando el liderazgo es mayor, el político, según Julia Otero, “será más libre ante el micrófono, le hará menos caso a los asesores. Tendrá menos miedo a cometer un error dialéctico, a decir cosas que resulten impopulares... El líder seguro de sí mismo no rehúye las preguntas. El que se muestra inseguro daría órdenes durante las entrevistas: usará monosílabos para que vayas terminando un tema. Rajoy tiene algunos tics que indican que él quiere que pases página”. Además, indica Otero, “Rajoy ha conseguido diluirse en el Gobierno, no se impone como presidente sino que traslada sus responsabilidades como líder a los distintos ministros”.

Gloria Lomana: “El presidente debe hablar claramente pues hay millones de ciudadanos ávidos por conocer... Deberían ver una entrevista como una oportunidad”.

Ahora domina la demoscopia, advierte Otero, “el miedo a las redes sociales tensa al líder, y esto disminuye su liderazgo precisamente”. No piensa distinto Pepa Bueno, que dirigió Los desayunos, entrevistó a todo el mundo y ahora hace lo propio en Hoy por hoy de la Ser. “Un presidente ha de dar datos a la ciudadanía, explicar y argumentar, anticiparse al futuro... No se entiende un político que no cuente su trabajo... Y un periodista ha de ir cargado de datos, para salir al paso, para ser irrebatible. El presidente no es tu amigo ni tu enemigo, ante él has de mostrar una distancia profesional; no se trata de que seas incisivo para quedar bien con la profesión... A mí me sorprendió que el presidente fuera a su segunda entrevista sin estar dispuesto a explicar su acción de Gobierno. Técnicamente me pareció un error de comunicación”.

Como sus colegas, la protagonista períodística de este último caso de entrevista presidencial, Gloria Lomana, considera que la actitud de un líder ante un micrófono “es la de hablar claramente pues hay millones de ciudadanos ávidos por conocer... Deberían ver una entrevista como una oportunidad...”.

Ella cree que en el directo los políticos son en general reticentes, por eso imponen sus normas, sus espacios, sus minutados... “Los periodistas debemos reclamar que eso se acabe, porque es una falla democrática”.

En este último caso, ella tuvo la percepción de que Rajoy huía de los titulares... El presidente y los políticos en general “tienen la tendencia a evadirse, a no cuantificar, a no adelantar planes... A Zapatero me costó sudor sacarle la palabra ‘crisis’ que durante mucho tiempo no había pronunciado”. Ella hizo “las preguntas que había que hacer. 40 preguntas en 40 minutos... La repregunta es una obligación del periodista. Las hice. Ante el tema catalán se sabía de antemano que se cerraría ante preguntas comprometidas. Mi obligación era cercarle y repreguntarle, pero no te puedes encelar en un tema”.

Ella se fue con “una buena sensación desde el punto de vista televisivo”. ¿Sintió incómodo al presidente? Por ejemplo, cuando salió el asunto de la infanta Cristina. “No, hizo la declaración sobre su convicción de que la Infanta es inocente en el momento en que yo le empezaba a repreguntar”.

Lo cierto es que esa respuesta es la que ahora da la vuelta al menos a nuestro mundo. Parece obvio que no fue el presidente a la tele para decir eso. Pero sí resulta pertinente la pregunta de Gabilondo: es evidente que no les abre el apetito. Entonces, ¿por qué fue Rajoy? ¿Por qué van los presidentes a la tele?

Otras formas de enfrentarse a las cámaras

Las entrevistas a los mandatarios son diferentes en cada país. Los usos y costumbres democráticos y periodísticos han ido dibujando prácticas distintas. En Reino Unido, por ejemplo, los políticos, por supuesto, intentan a menudo eludir una respuesta directa a las preguntas más incómodas, recurriendo a generalidades o desviándose del tema en cuestión, pero ello forma parte de la liza con el entrevistador que seguirá incidiendo en el mismo asunto hasta conseguir su objetivo.

El escenario es el mismo cuando se trata de entrevistar al jefe de Gobierno, porque el público no lo entendería de otro modo. La cultura política y periodística del Reino Unido hace impensable un guion pactado de antemano que coarte al informador, que este se abstenga de formular cuestiones candentes y esenciales o que el propio primer ministro haga caso omiso de una pregunta. Durante una ya célebre entrevista emitida por la BBC en 1997, el presentador Jeremy Paxman llegó a repetir una docena de veces exactamente la misma pregunta al entonces ministro del Interior, el conservador Michael Howard, reticente a pronunciarse sobre la política de prisiones. Probablemente, un episodio similar ante las cámaras resultaría inconcebible si el interrogado fuera el inquilino de Downing Street, pero ello no significa que, ante una pregunta sin respuesta nítida, el periodista dejara de buscar nuevos ángulos para volver a ponerla sobre la mesa.

Al otro lado del Atlántico, la relación de mutuo respeto entre la prensa y los presidentes de Estados Unidos ha garantizado a lo largo de la historia que estos ofrezcan amplias y frecuentes entrevistas a los medios. Desde citas en las grandes cadenas de televisión nacionales hasta en las radios locales, los norteamericanos tienen numerosas ocasiones de escuchar a los mandatarios. Estos, además, se dirigen a la nación a través de un mensaje radiofónico una vez a la semana. Se espera que un presidente se ponga a disposición de los periodistas en ruedas de prensa que pueden tener una duración de más de una hora. La única condición que se reserva el presidente es la de establecer el orden de preguntas y se da por hecho que los periodistas preguntarán aquello que el mandatario no siempre quiere contestar. La prensa norteamericana también acostumbra a trabajar en reportajes o perfiles de los presidentes en los que pueden llegar a pasar semanas junto a los políticos accediendo incluso al interior de la Casa Blanca —Michael Lewis, de Vanity Fair, siguió a Obama durante seis meses— recabando declaraciones de sus asesores y asistentes para completar la información.

En Francia, la relación con la prensa parece cambiar en función de quién ocupe el Elíseo. Es costumbre que las entrevistas en televisión con el presidente de la República sean poco agresivas, rozando la complacencia, y tienen la función de permitir al jefe del Estado lanzar mensajes o anuncios políticos en momentos puntuales. Esto fue así a menudo durante la etapa de Nicolas Sarkozy, cuando ese modelo adquirió tintes de propaganda. Al llegar al cargo en mayo de 2012, François Hollande se comprometió a acabar con eso y, a cambio, dar cada seis meses una conferencia de prensa “en terreno neutral” y sin límite de preguntas. Su idea, dijo, era primar la transparencia, atender a todos los medios por igual, y poner un poco de orden en la comunicación presidencial. Hasta ahora, Hollande ha dado dos entrevistas a la cadena pública France 2 y cuatro ruedas de prensa-río, aunque solo una de estas se celebró fuera de palacio. La última, el 14 de enero, reunió a casi 600 periodistas, ávidos de aclaraciones sobre su romance con la actriz Julie Gayet.

Con información de Patricia Tubella (Londres), Miguel Mora (Francia) y Cristina F. Pereda (Washington).

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