Wert agota a todos, menos a Rajoy
Enfrentado al PP y la vicepresidenta, el ministro sigue por el presidente. Gomendio, su mano derecha, podría caer tras aprobar la ley de educación
“No hay nada más peligroso que un político que no tiene nada que perder”. Estas palabras de un diputado del PP resumen un sentimiento muy extendido en este partido y en el Gobierno sobre José Ignacio Wert, titular de Educación y el ministro peor valorado del Gobierno, protagonista de decenas de crisis; tan polémico que no ha podido siquiera inaugurar este año el curso académico en la universidad. No tiene nada que perder, explican hasta los más cercanos, porque no busca una carrera política. Viene del mundo privado y a él volverá en cuanto él mismo o Mariano Rajoy quieran. En el Gobierno, Wert es visto mayoritariamente como una rara avis. Es un independiente, no pertenece ni al PP ni a ningún sector concreto de la derecha española. Va por libre. Y eso en un Gobierno de patas negra del PP, casi todos amigos de Rajoy como él pero además con años de partido a sus espaldas, chirría.
De hecho, fue la gran sorpresa del equipo de Mariano Rajoy, que en general fue muy previsible. Entró en él porque era de la absoluta confianza del presidente, ya que llevaba años, mano a mano con Pedro Arriola, asesorándole con el análisis de encuestas y la preparación de discursos. Arriola, que fue el principal asesor de Aznar y ahora lo es de Rajoy, nunca ha querido ser ministro. Wert fue el elegido. Sigue teniendo la llamada oreja del líder: le aconseja, estudia las encuestas y le asesora. Rajoy le tiene un enorme respeto intelectual y le escucha.
Sin embargo, el Wert tertuliano y asesor no ha sido capaz de encontrar su propio papel, de asesorarse a sí mismo para lograr una buena trayectoria política. “Wert ha demostrado que no tiene ni idea de política de verdad. No es lo mismo ser asesor que ser político, son dos mundos que se cruzan, pero no se intercambian”, resume otro veterano dirigente.
Rajoy le aprecia y no le disgusta que el itular de Educación sea su pararrayos
Cuando se echa un vistazo al interior del ministerio que dirige, la sensación generalizada es exactamente la misma: que Wert va por libre. El núcleo de poder, e incluso muchas veces de consulta, es muy pequeño, y gira en torno al ministro y a la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio; aunque muchos incluyen también al jefe de gabinete de esta, Tomás Fraile.
Fuera de ahí, las cosas se enredan, pues desde abajo tienen la sensación de falta de guía, de descontrol. Los inaudito y los yo esto no lo había visto nunca se repiten constantemente durante las conversaciones con las personas consultadas, cuando cuentan, por ejemplo, que Gomendio apenas despacha con los directores generales; o cuando hablan de la falta de diálogo y de sintonía con los responsables de enseñanza de las comunidades gobernadas por el PP, aunque en la última etapa de redacción de la reforma educativa (LOMCE) el ministerio se ha apoyado para temas lingüísticos en Valencia y Galicia.
Desde dentro del ministerio se quejan de que los especialistas muchas veces no son escuchados. Algunos advirtieron del lío monumental que se podía armar con la orden sobre las ayudas Erasmus del ministerio, que dejaban fuera a buena parte de los alumnos cuando ya estaban en otros países y contaban con ese dinero. La orden se publicó igualmente, el lío se armó el lunes pasado —las críticas llegaron desde todas partes, incluido Bruselas y el PP—, así que el Gobierno obligó a Wert a rectificar. Esa rectificación, forzada por Rajoy, pero en especial por la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, ha dejado en evidencia algo que muchos señalaban hace meses en los círculos de poder del Gobierno y el PP: Wert ha agotado la paciencia de todos, menos tal vez de Rajoy, que sigue respetándole.
El ministro está claramente enfrentado a la vicepresidenta, una mujer que es la antítesis de Wert: si él entra al choque, busca el combate ideológico, y atrae la polémica por donde pasa, ella es la gran defensora del perfil bajo, no entrar a nada y, si es posible, no contestar a polémicas. Santamaría tiene problemas con los ministros que se salen de este esquema. Wert es uno de los que más lo hace y, aunque nunca le ha desautorizado tan abiertamente como en la polémica de las becas Erasmus, cuando le obligó a rectificar en unas horas, siempre se ha distanciado de sus provocaciones como la de “españolizar a los alumnos catalanes”.
El Gobierno tiene sectores, y Sáenz de Santamaría se apoya más en ministros de su confianza como Cristóbal Montoro o Fátima Báñez. Tiene muchas más tensiones con los que van por libre y tienen un perfil político fuerte, como Wert o Alberto Ruiz-Gallardón, con quien ha chocado varias veces. Hay otros, como Jorge Fernández o José Manuel García Margallo que también han generado muchos quebraderos de cabeza a Sáenz de Santamaría, pero su perfil de íntimos amigos de Rajoy les convierte en intocables.
En el ministerio y el PP va por libre, tiene un reducido grupo de consulta y poder
Para el PP, Wert es en estos momentos el principal motivo de choque con el Gobierno. Ya hubo muchas tensiones entre el ministerio y el partido cuando se presentó la LOMCE. Wert y su mano derecha, Gomendio, hicieron la ley sin apenas consultar con el PP, según varios diputados y dirigentes. Y el PP se encontró con que una ley compleja y de fondo, central en su estrategia de reformas, se perdía por las polémicas sobre la religión, la enseñanza en castellano en Cataluña o la financiación pública de educación segregada por sexos. El PP se vio obligado a improvisar una campaña sin mucho dinero para intentar salvar la ley, al menos en el debate público. Y los consejeros del PP forzaron a Wert a retrasar su aplicación. Pruebas todas ellas de una gran tensión.
Cuando algún dirigente autonómico popular quiere algo del ministerio tiene claro que solo hay una persona a la que llamar: la secretaria de Estado Montserrat Gomendio. Y que si en algún momento su jefe de gabinete, Tomás Fraile, dice que no, es que al final será que no. “El trato es correctísimo, pero no hay unos equipos sólidos con los que puedas hablar, a veces hay que explicar temas muy básicos”, señala un dirigente popular. Dentro del PP hay recelos, además, porque tampoco hay nadie en ese pequeño núcleo de poder que sea “un hombre del partido”. De hecho, recuerdan que Tomás Fraile fue responsable de gabinete de Felipe Pétriz, secretario de Estado de Investigación del anterior Gobierno del PSOE.
Fraile, miembro del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado, es descrito por antiguos compañeros como un colaborador muy valioso, pero que puede hacerse con el control: “Es el típico funcionario que cuando el político se enfrenta con él está perdido. Si dice ‘eso no se puede hacer’ no se hace. Al final estás en sus manos”. Sin embargo, otras fuentes restan peso a su influencia “más allá de cuestiones técnicas” y aseguran que es “de lo mejor del ministerio”. Como los demás, sin embargo, señalan a Gomendio como la directora del día a día ministerial.
Las apuestas internas del PP señalan que esta crisis en Educación podría pagarla Gomendio, que podría salir cuando esté aprobada la ley que ella diseñó. Sería un golpe duro para el ministro, ya que la secretaria de Estado es de su absoluta confianza y la llevó él al ministerio, algo que no sucede con otros muchos altos cargos de otros departamentos. Sin embargo, muchos creen que alguien debe caer y todos apuntan a ella como uno de los principales problemas, por su escasa experiencia política. De hecho, la responsabilizan de la crisis de los erasmus, por no anticipar el escándalo y provocarles aún más al decir que 100 euros al mes no es mucho dinero. Gomendio es la mujer más rica del Gobierno, con un perfil de investigadora ajeno a la política que también genera muchas suspicacias internas. Investigadora formada entre la Complutense y Cambridge, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
¿Y Wert? Aunque es el ministro peor valorado, no todos los consultados dan por hecho que caerá en la primera crisis.
Todo dependerá de Rajoy, que sigue apoyándole a él y, sobre todo, a su ley estrella. Al presidente, que fue ministro de Educación con Aznar, no le disgusta, señalan miembros del Gobierno, que Wert sea su pararrayos para enfrentarse a la comunidad educativa y sacar adelante una norma que responde a la filosofía que él siempre ha defendido.
A Rajoy le gusta la estrategia de sacar adelante cuestiones polémicas en las que cree, pero con otro asumiendo el coste político. Ese papel de pararrayos de Wert también es muy comentado en el PP. Y es lo que puede pasar en las próximas semanas con Gallardón y la ley del aborto. Él la defenderá a capa y espada, pero todos los que conocen cómo funciona el mundo de Rajoy saben que cualquier cosa que salga será autorizada o incluso impulsada por el presidente, que es además quien tiene la interlocución directa con la Iglesia y con el Papa.
Por la misma lógica, Wert y su ley cuentan con todo el apoyo de Rajoy, que es el único que parece aún no haber agotado su paciencia con el polémico ministro. Aunque si hay que forzarle a rectificar, como hizo esta semana empujado por la vicepresidenta, lo hará.
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