“No me gusta el casco de ciclista en la ciudad”
Conocido como "el alcalde de la bici", ha conseguido durante su mandato triplicar el uso de este medio de transporte en Múnich
A Hep Monatzeder (Siegenburg, Alemania, 1951) se le conoce en media Europa como “el alcalde de la bici”. En realidad, es tercer teniente de alcalde de Múnich, la capital de la Alemania del sur que en los últimos años se ha convertido en ejemplo para otras ciudades de su tamaño (1,4 millones de habitantes) por haber impulsado como pocas el uso de la bicicleta en sus calles. “Cuando llegué, en 1996, la usaba solo el 6% de los ciudadanos. Mi objetivo fue subir hasta el 15% en 2015. Estamos en el 17%”, sonríe satisfecho Hep \[de Josef\] Monatzeder, encargado durante todos estos años de decidir qué inversiones y qué campañas debían hacerse en Múnich para situarla donde está ahora: se la considera la ciudad más verde de Alemania y empieza a compararse, sin complejo de inferioridad, con las reinas de las dos ruedas Copenhague y Amsterdam.
El café se queda frío y sin tocar. El vuelo que ha traído a Monatzeder a Viena para participar en Velo-City, el mayor congreso sobre la bicicleta como medio de transporte urbano, llega con retraso. Prefiere no pedir otro café e ir al grano: cómo se convierte a una ciudad de 1,4 millones de habitantes en una suerte de paraíso ciclista. “Invertir en infraestructuras es una obligación, lógicamente, pero también hay que hacer de relaciones públicas de la bicicleta, pensar campañas divertidas para motivar a la gente a usarla en lugar del coche”.
Ayuntamiento de Viena
- Dos cafés
Cortesía de la organización de Velo-city 2013
No faltan los escépticos que siguen pensando que aún hay mucho por hacer en Múnich y que el marketing —el Ayuntamiento, gobernado en coalición por la SPD y Los Verdes ha hecho campaña con talleres de reparación de bicis, desfiles de moda, mercadillos de segunda mano...— hace parecer la situación de los ciclistas mejor de lo que es. Monatzeder admite que hay espacio para la mejora, pero las cifras son las que son: 1.200 kilómetros de carril bici y unos 22.000 aparcamientos para bicicletas. “El 60% de los viajes que se hacen en mi ciudad son de menos de cinco kilómetros, que es la distancia ideal para una bicicleta. Creo que podremos llegar a más de un 20% de trayectos”, afirma.
Al preguntarle qué recomendaría a ciudades mediterráneas con una cultura de la bici aún en pañales, Monatzeder insiste en la concienciación, en vender desde las instituciones un nuevo estilo de vida: “Ir en bici ahora es completamente diferente de lo que era hace 15 o 20 años, especialmente para la gente joven, que ya no considera una obligación sacarse el carné de conducir o tener coche”. La bici es cool, eso nadie parece dudarlo, pero la infraestructura es básica para lanzarse en una ciudad tan poco amable para el ciclista como Madrid. Monatzeder asiente, y confiesa que su esfuerzo presupuestario es difícilmente exportable en época de crisis: “Nosotros empezamos con 1,5 millones y ahora son 4,5”. Infraestructuras, pero también servicios: “Las ciudades están llenas de señales para automovilistas, pero no las hay para ciclistas. Hay que decirles cómo llegar de A a B, hacer atractiva la bicicleta en la movilidad diaria”.
El alcalde de la bici confiesa que tiene coche, pero que suele pasar semanas enteras sin sacarlo del garaje. Va a trabajar andando. No es partidario de multar para gestionar la convivencia entre medios de transporte. Ni de obligar a casi nada: “El casco obligatorio es un problema. Sé que en España se está discutiendo una ley. Yo recomendaría llevarlo, a los niños, por ejemplo, por seguridad. Pero si le soy sincero, no me gusta”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.