Los días después
Desde que Berry y DeJesus regresaron a sus casas no se las ha visto salir a la calle. En sus hogares su vuelta se percibe de forma distinta
Amanda Berry y Gina DeJesus llevan tres días en sus casas, a los que no regresaban desde que en abril de 2003 y 2004 aceptaron el ofrecimiento-trampa de Ariel Castro de llevarlas a casa en coche. En estos últimos 10 años permanecieron encerradas y aterrorizadas en la vivienda de su captor, ahora, paradójicamente, siguen sin salir a la calle, acechadas por la prensa y los curiosos.
El alcalde de Cleveland, Frank Jackson, insistió el jueves en la necesidad de respetar la intimidad de las familias y de las jóvenes para que puedan avanzar en su recuperación. Las autoridades han indicado que las chicas están recibiendo apoyo psicológico y han pedido a los vecinos y conocidos que dejen de acercarse a las casas a dejar regalos. La comunidad se ha reunido con las autoridades y miembros de las fuerzas de seguridad locales para estudiar cómo poder garantizar la privacidad de sus vecinas recién llegadas.
El jueves, el primer día en el que Berry y DeJesus despertaron en sus hogares tras una década de cautiverio, el bullicio que las recibió para celebrar su regreso había desaparecido. Sólo los globos y carteles en la fachada y las cámaras de televisión apostadas frente a ellas delataban quién se encontraba tras su dintel. La vuelta de ambas se vive de manera diferente.
La manzana que rodea la propiedad de los DeJesus está cortada al tráfico, por la calle de Berry se puede circular sin problemas. El silencio del barrio de Berry contrasta con la algarabía del de DeJesus, de mayoría hispana y amenizado con ritmos de merengue que emergen de los garajes de varias de las viviendas de los alrededores.
Desde la parte trasera de la casa de DeJesus también se escapaban risas. La familia ha cubierto con un toldo azul el jardín posterior. “La noche en la que llegó Gina montaron una buena celebración, es que somos portorriqueños, llevamos la fiesta dentro”, relata una vecina.
El hogar de DeJesus, además de la presencia policial, está custodiado de manera permanente por los Ángeles de la Guarda, una organización de voluntarios que vela por la seguridad y la integración de los niños y que en Cleveland opera en dos de sus distritos más depauperados. Esta agrupación ha estado muy vinculada a la búsqueda de DeJesus. “Uno de nuestros miembros tiene relación con la familia, y desde hace cinco años hemos estado buscando pistas”, cuenta Luis González, enfundado en la boina roja que caracteriza a los Ángeles de la Guarda. Por sus manos pasan todos los presentes, regalos y hasta quienes acuden a visitar a los DeJesus.
La casa de Berry parecería vacía si no fuera porque, de vez en cuando, sale un coche de tono metalizado que suele estar aparcado la mayor parte del tiempo frente a la puerta del garaje. Las ventanas están bajadas y no se percibe movimiento en su interior.
Quien todavía no ha vuelto a casa es Knight. La joven continúa en el hospital y su familia no ha podido reunirse con ella todavía. Knight es la joven que más tiempo pasó en cautividad y la que más sufrió el maltrato de su carcelero, según los investigadores. La joven confesó a la policía que Castro la obligó a abortar en cinco ocasiones al golpearle en repetidas ocasiones en el abdomen. También es la víctima de cuya búsqueda desistió la policía. El abandono de ese caso contrasta con los esfuerzos que destinaron a los casos de Berry y DeJesus. El jueves, cientos de globos de colores lanzados al aire en una explanada frente a la calle en la que estuvo 10 años cautiva, le recordaron que ya no está sola.
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