Muere Robert Edwards, el ‘padre probeta’
El fisiólogo británico logró en 1978 el primer nacimiento mediante fecundación in vitro Desde entonces se han concebido más de cinco millones de personas gracias a esta técnica
La Universidad de Cambridge anunció ayer la muerte “tranquila, mientras dormía, por una larga enfermedad” de Robert Edwards, de 87 años. Edwards es el padre de Louise Joy Brown, el primer bebé concebido en un tubo de ensayo (una probeta), en 1978. Pero también de los más de cinco millones de niños que desde entonces, según calcula la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE en inglés), han nacido gracias a la técnica desarrollada por el científico británico, la fecundación in vitro.
El nacimiento de Louise fue todo un acontecimiento. “Sin duda, supuso un antes y un después en la historia de la medicina”, relata a este diario la bióloga Anna Veiga, responsable junto con el ginecólogo Pedro Barri del primer niño probeta (en este caso, también niña, Victoria Anna Sánchez) nacido en España en 1984. Este hito supuso el punto de partida de una nueva parcela de la medicina. Edwards “fue el responsable de la aparición de una nueva especialidad ya consolidada: la medicina y biología de la reproducción”, destaca Veiga.
Nacido en 1925, Edwards estudió en la Universidad de Gales y en la de Edimburgo, donde se licenció en biología en 1955. Poco después comenzó a interesarse e investigar en el campo de la reproducción. Trabajó en el National Institute for Medical research de Mill Hill en Londres antes de pasar a colaborar, en 1963, con la Universidad de Cambridge. Durante este tiempo, como relata Anna Veiga, se dedicó a desarrollar y perfeccionar modelos animales para poder aplicar con éxito la técnica de la fecundación in vitro en humanos.
En 1968 el ginecólogo Patrick Steptoe se cruzó en su camino. Fue en una conferencia donde describió cómo obtener óvulos mediante laparoscopia. Este procedimiento resolvía uno de los mayores problemas a los que se enfrentaba Edwards: acceder de forma poco agresiva a los óvulos que se fecundarían en el laboratorio. A partir de entonces, comenzó una fructífera colaboración que acabó con el nacimiento de Louise Brown. “Edwards puso todo el conocimiento científico; Steptoe las herramientas, la técnica para acceder y manipular los óvulos humanos", apunta Veiga. Por ello, la bióloga, actual presidenta de la ESHRE, subraya que si alguien merece el título de padre probeta ese es Edwards.
Fruto de este trabajo en común ambos consiguieron demostrar, por vez primera, que era posible extraer un óvulo humano y fecundarlo fuera del cuerpo, en un laboratorio. Pero, además, que ese embrión podía transferirse al útero, implantarse con normalidad en el endometrio, desarrollarse como cualquier otro feto en el útero materno y nacer un niño perfectamente sano. Es decir, se podían salvar buena parte de los obstáculos que, hasta entonces, impedían tener hijos a parejas con problemas de fertilidad.En el caso de Lesley, la madre de Louise, el problema era una obstrucción en las trompas de Falopio.
El jurado de los Premios Nobel reconoció la labor de Edwards con la concesión del premio de Fisiología y Medicina de 2010. El galardón llegó tarde para Steptoe, que falleció en 1988. Como ya sucediera en 1978 con el nacimiento de Louise, el homenaje llegó acompañado de críticas de la Iglesia católica. “Sin Edwards no existirían en el mundo congeladores llenos de embriones”, señaló el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, monseñor Ignacio Carrasco de Paula.
En la actualidad, las técnicas de reproducción asistida no solo sirven para esquivar problemas de infertilidad. Además de dar vida, también evitan la transmisión de enfermedades incurables. Como en los procesos de selección genética de embriones para descartar aquellos afectados por patologías que no tienen tratamiento y así implantar en la madre los sanos, y cortar la cadena de transmisión de la enfermedad de padres a hijos. O incluso salvan vidas. Es el caso de las técnicas en las que se eligen los embriones concebidos in vitro que cuentan con los factores de compatibilidad que permiten que el bebé, una vez nacido, pueda servir de donante de médula de su hermano.
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