Propaganda a golpe de tuit
Las redes sociales se han convertido en una potente arma de adoctrinamiento político Gobiernos y ejércitos reclutan a nativos digitales para este fin
En agosto de 2011, el portavoz del Ejército israelí, Avi Benayahu, anunció que buscaban alistar combatientes que supieran utilizar con pericia “los nuevos medios”. La razón era simple: “Las redes sociales son un arma estratégica”, explicó. Y por ello, las Fuerzas Armadas buscaban a jóvenes que se hubieran criado en “la nueva cultura”. Nativos digitales. Benayahu puso como ejemplo el papel desempeñado por las redes sociales en las revueltas en Egipto y Túnez. Recordó también el caso de la primavera verde iraní, las protestas posteriores a las polémicas elecciones de 2009. “Un móvil puede hacer más daño a un régimen que una operación de una agencia de inteligencia”, señaló al presentar el proyecto.
La nueva ciberestrategia de Israel se hizo sentir con fuerza a finales del año pasado. Una de las primeras cosas que hizo el Ejército tras matar en noviembre al jefe militar de Hamás, Ahmed Yabari, fue publicar un escueto mensaje en Twitter: “Eliminado”. Pocos minutos después enlazó un vídeo que detallaba el ataque. Y remató con una advertencia a los miembros de Hamás para que “no asomaran sus caras” en los próximos días. Las milicias, que también cuentan con una cuenta de Twitter, respondieron: “Habéis abierto las puertas del infierno”.
El Ministerio de Defensa israelí cuenta ya con un numeroso departamento dedicado solamente a la gestión de redes sociales. Al frente de dicho equipo figura un joven belga de 26 años, Sacha Dratwa, quien según la revista Tablet ha conseguido que las redes se conviertan en “un pilar esencial de la estrategia” israelí.
Una de las características que definen al departamento que lidera Dratwa es la celeridad con la que actúa. Cuando una imagen de un bebé muerto por un misil israelí comenzó a difundirse en Internet, su equipo respondió con otra de una niña herida por un cohete de Hamás. En apenas un minuto, la cuenta vinculada a Hamás, @AlQassamBrigades, anunció que había lanzado un cohete. Pocos minutos después, el @IDFSpokersperson le respondió que había logrado interceptarlo. Miles de personas lanzaron mensajes de apoyo hacia uno y otro bando, sumándose con ello a una intensa guerra de propaganda a golpe de tuit. Es la otra cara de unas redes sociales que fueron idealizadas por muchos como armas revolucionarias durante la llamada primavera árabe.
Leila Nachawati, profesora de Comunicación en la Universidad Carlos III y colaboradora de Global Voices Online, Al Yazira y eldiario.es, opina que, pese al romanticismo que rodeó la irrupción de las redes sociales en aquellas revueltas ciudadanas, estos canales están tan sujetos a la difusión de propaganda “como cualquier otro medio”. “Existe la tendencia a idealizar [las redes sociales] y pensar que solamente son útiles para impulsar el cambio y la revolución. Está claro que tienen el potencial de facilitar que gente que no tenía voz transmita su mensaje, pero ellos no son los únicos que tienen acceso a esos mismos canales”.
Nachawati pone como ejemplo el caso de Siria, donde opera el denominado Ejército Electrónico (Syrian Electronic Army). “Es gente vinculada al Gobierno [de Bachar el Asad] que se dedica a hackear páginas gestionadas por miembros de la oposición siria”, explica.
El Ejército Electrónico Sirio también ha atacado webs israelíes y de países que considera están en guerra “con el pueblo sirio”, según dicen en su propia página web. La estrategia del régimen sirio, explica Jillian C. York, directora del Instituto por la Libertad de Expresión Internacional en la Fundación Electronic Frontier en San Francisco, es muy distinta a la de otras dictaduras que se enfrentaron a revueltas similares. “A diferencia de Ben Ali o Mubarak, el régimen de Damasco ha mantenido una cierta libertad para colgar mensajes, pero se ha encargado de que el oficial también sea difundido por sus propios hackers”, explica. También han atacado sitios de medios de comunicación estadounidenses como ABC News (uno de los pocos medios que han entrevistado a Bachar el Asad desde el inicio de la revuelta) e inundan sus webs con mensajes como “Vivo en Siria, amo a Bachar el Asad. Paren de mentir sobre lo que pasa en mi país”.
Otros expertos consultados coinciden en que las redes no son liberadoras por sí mismas. Hay tuits y tuits. Y algunos forman parte de campañas de adoctrinamiento perfectamente orquestadas, de uno y otro signo. “Twitter se ha convertido en una especie de ‘democracia extrema”, sostiene Cristian Lumezanu, miembro del Departamento de Investigaciones de Informática de la Universidad de Princeton y coautor del estudio #bias: Midiendo el comportamiento en Twitter de los propagandistas. “Cada persona es su propio editor, y cualquiera puede decir lo que quiera, sin límite ni censura. Es libertad de expresión”. Pero la libertad de expresión también abre las puertas a la propaganda. “Una persona en las redes sociales es necesariamente subjetiva”. Según Lumezanu, en las campañas de propaganda a menudo no se trata tanto de lo que dice el tuitero sino de cómo lo dice.
Según un estudio de la Universidad Tecnológica de Georgia, las reglas que distinguen a un usuario de tipo “propagandístico” en redes sociales son cuatro. Uno, enviar una gran cantidad de tuits en periodos cortos de tiempo. Dos, retuitear contenido ajeno con poco contenido personal. Tres, compartir con velocidad el contenido de otros. Y cuatro, coordinar con otros usuarios, aparentemente no relacionados con el usuario original. En pocas palabras: falta de personalidad.
“Las redes sociales se integran cada vez más en nuestra cultura y la gente se está acostumbrando a utilizarlas como fuentes de información. Es muy importante que se sepa distinguir de dónde viene esta información”, explica el director del estudio, Nick Feamster. “Como usuario, puedes pensar que la información proviene de muchas fuentes, pero es muy probable que forme parte de una estrategia”. Y esta no es necesariamente una característica exclusiva de Twitter. “Confiamos en los medios de comunicación como nuestra ventana al mundo, pero también pueden distorsionar la información que recibimos”, prosigue Feamster. La distinción, en todo caso, tiene que ver con la sensación de “transparencia” que transmite Internet. Pero la propaganda es exactamente la misma, explica el experto.
“Las agencias gubernamentales y las instituciones oficiales que tienen un perfil activo en redes sociales son percibidas como más auténticas”, señala Christopher Burgess, un especialista en seguridad cibernética que trabajó durante 30 años para el Gobierno norteamericano. Burgess pone como ejemplos la gestión de la cuenta del Departamento de Estado de Estados Unidos y la portavocía de la oficina del primer ministro británico, David Cameron. No obstante, para hablar realmente de “transparencia”, la clave de las redes sociales es establecer contacto con el usuario. “Todos deberíamos exigirlo de nuestras autoridades, pues para eso pagamos impuestos”, señala.
“Para mí no hay duda de que las redes sociales otorgan más transparencia”, explica Jason Stein, director de la empresa Laundry Service, que se dedica exclusivamente a supervisar y dirigir el contenido online que difunden instituciones y personas relacionadas con el servicio público. Entre sus clientes figuran varias instituciones estadounidenses. “No podemos publicar nada de lo que no estemos seguros al 100%, porque sabemos que en cuestión de segundos se puede volver en tu contra”. En opinión de Stein, las redes sociales en general y Twitter en particular se han convertido en un medio “que se regula a sí mismo”. “Un usuario debe publicar la verdad porque en cuanto otro usuario detecte un engaño, lo compartirá de inmediato”, explica.
Las redes sociales no solo han cambiado la manera en que millones de ciudadanos se informan y se comunican entre sí, sino también la manera en que los Gobiernos transmiten sus mensajes a los ciudadanos. “El uso de Internet y, en concreto, las redes sociales han cambiado para siempre los hábitos de información de millones de personas. Muchos confían más en alguien que, con su nombre o identidad, transmite un mensaje, que en un medio considerado ‘tradicional”, explica Andrew Scharer, dueño de Moneycrashers.com, una web de asesoría de inversión financiera que utiliza las redes de manera muy activa. En opinión de Scharer, los inversores prefieren recibir los mensajes oficiales desde los canales gubernamentales en redes sociales. Esto “hace que el ciudadano tenga la sensación de que hay una mayor transparencia” por parte de las instituciones públicas.
Sin embargo, mantener una presencia activa en las redes no garantiza en absoluto que exista una mayor transparencia. Scharer pone como ejemplo China, cuyo Gobierno mantiene un gigantesco equipo estimado en dos millones de personas dedicadas expresamente a rastrear los contenidos que circulan por Internet. Buena parte de su atención está en supervisar Weibo, el equivalente chino de Twitter. Su objetivo declarado es “mejorar la ‘opinión pública online’ y ‘purificar’ los famosos trending topics”. ¿Qué quiere decir con ello? Que el Gobierno chino mantiene un férreo control sobre todo lo que se comenta acerca de su país principalmente en medios sociales internos, pero también en el exterior.
Hace un mes se difundieron en el gigante asiático informaciones sobre una supuesta operación de espionaje del Gobierno de Estados Unidos. Según dichas informaciones, Washington estaría utilizando las redes sociales para difundir “propaganda” norteamericana. El aparato de propaganda chino respondía así a las acusaciones de que este país utiliza la red como arma constante de adoctrinamiento político.
Pese a todo, Scharer sostiene que la difusión “equitativa” (es decir, con una participación mucho más horizontal que en otros medios de comunicación) a través de las redes sociales e Internet tienen más ventajas que inconvenientes. “En lugar de que las redes sociales se hagan famosas por denunciar injusticias, muchas veces no contrastadas, que ocurren en distintas partes del mundo, los Gobiernos, incluido el nuestro [el de Estados Unidos] pueden utilizarlas para difundir datos e información que eviten los rumores”, afirma. Cita como ejemplo la iniciativa Open Government (Gobierno abierto) promovida por el presidente Barack Obama, que planea difundir la mayor cantidad posible de información gubernamental, a la mayor rapidez. Estados Unidos, que ya cuenta con una de las leyes de derecho de acceso a la información más completas del mundo, dará con ello un paso más en el camino hacia la transparencia de los datos públicos.
Farhad Manjoo, columnista de la revista Slate, tiene algunas prevenciones al analizar la creciente tendencia hacia la apertura plena de los datos públicos. Según Manjoo, uno de los principales estudiosos del funcionamiento de las redes sociales, “no podemos asumir que la transparencia total deba ir acompañada por el anonimato”. Al experto le inquietan sobre todo fenómenos como el de Anonymous, un colectivo que bajo seudónimo realiza ataques informáticos para recabar y difundir información con la que supuestamente planta cara a los poderes políticos y económicos establecidos. “Es urgente que los Gobiernos comprendan que las redes sociales han llegado para quedarse” y que por ello deben de implementar una estrategia cada vez más abierta a la hora de dar acceso a la información a los ciudadanos. El experto advierte, sin embargo, de que hay normas que es importante respetar, como es la de dar más fiabilidad a la información con fuente claramente identificada.
La propaganda suele camuflarse y en Internet tiene muchos rostros. Para protegerse, el ciudadano tiene también sus propias armas. Manjoo apunta a una al alcance de todos: “No se puede confiar de la misma manera en un perfil anónimo que en una institución. Internet no puede cambiar eso”.
Las estrategias de defensa en Internet
- China. El Gobierno chino ha implementado al menos 60 legislaciones sobre seguridad online en los últimos 10 años. Más de 300 millones de internautas chinos navegan de media por la Red todos los días. Un equipo de dos millones de personas controla los contenidos difundidos en su web y en Weibo, el equivalente chino a Twitter. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Harvard, hay por lo menos 18.000 páginas web bloqueadas en China.
- Arabia Saudí. El Gobierno saudí dirige todo el tráfico internacional de Internet hacia la Comisión de Tecnología e Información, que controla los contenidos a los que se puede acceder desde el país árabe. Generalmente se buscan páginas de contenido sexual o político que las autoridades consideran "inapropiadas" para los internautas de ese país.
- Irán. El país, de 74,9 millones de habitantes, tiene 20 millones de internautas. Desde la revolución verde, las revueltas poselectorales de 2009, el Gobierno de Ahmadineyad ha endurecido el acceso a la Red en el país y cuenta con uno de los más sofisticados sistemas de censura de Oriente Próximo, que ha puesto en marcha rumbo a las próximas elecciones de marzo de 2012. El Gobierno bloquea el acceso a sitios web "prohibidos", pero algunos usuarios iraníes pueden acceder a estos contenidos gracias a servidores estadounidenses, que irónicamente suelen utilizarse para bajar piratería. El ministro Ali Agha-Mohammadi dijo en abril de 2011 que es necesario "Internet halal", una intranet nacional que controla de manera mucho más férrea el acceso a la web, un sistema similar al de Cuba o Corea del Norte.
- Siria. Desde el inicio de las revueltas contra el Gobierno de Bachar el Asad, en 2011, las autoridades sirias han limitado el acceso a Internet e incluso han cerrado totalmente el acceso por días enteros durante los más duros ataques. El Gobierno mantiene una guerrilla online (el Ejército Electrónico Sirio, Syrian Electronic Army) dedicada a responder los mensajes difundidos por la oposición siria.
- Israel. La seguridad online de Israel se ha endurecido en los últimos años. El Gobierno israelí ha fortalecido la estrategia de información en la Red, en especial de sus operaciones armadas. Mantiene activos canales en YouTube, Flickr, Tumblr, Instagram, Twitter y Facebook que son controlados por un equipo de jóvenes de los denominados "nativos digitales".
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