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Cuando el galope es mortal

En las centenarias carreras de trotones de Baleares, el caballo que corre pierde. El dueño de un equino que lo hizo acabó a palos con él

Una de las tradicionales carreras de caballos trotones que se celebran en el hipódromo de Son Pardo, en Palma de Mallorca.
Una de las tradicionales carreras de caballos trotones que se celebran en el hipódromo de Son Pardo, en Palma de Mallorca. Tolo Ramón

“En Baleares hay más caballos que vacas. Somos el lugar de Europa con más caballos por kilómetro cuadrado. Su cría es nuestra industria, y las carreras de trotones, nuestra tradición”. Quien habla es Joan Llabata, hombre tranquilo y apasionado caballista que preside la Federación Balear de Trote. Él tiene cinco ejemplares que compiten por su cuadra, Llevant, la marca de su pequeña empresa, en estas carreras ya centenarias.

Nacieron de las antiguas pugnas entre agricultores camino de la misa del domingo. Se retaban con carricoches tirados por sus bestias de carga y labranza. Hoy son una singularidad en España y de vez en cuando enseñan su cara más oscura. El pasado 30 de diciembre, un caballo murió a golpes en las cuadras del hipódromo de Manacor. Uno de sus propietarios lo golpeó a muerte con una barra porque perdió el paso armónico en carrera y galopó, por lo que fue sancionado. El equino murió por fractura craneal. Se disputaba un primer premio de 250 euros y unas apuestas de 300.

“Fue un hecho aislado, condenable, un acto salvaje que se ha magnificado”, dice el presidente Llabata. En el microcosmos insular se celebran al año 150 jornadas de carreras al trote. Hay 15.000 caballos en la isla, la mitad educados para competir al trote, sin galopar, enganchados a un cabriolé. En el hipódromo no hay pompa social, pero genera millonarios.

Un trotón de éxito puede costar hasta 100.000 euros, y su dosis de semen, 30.000. Hay propietarios de lujo, como un exbanquero que creó un hipódromo particular con cuadras de postín, caballistas procedentes de la mediana empresa o equipos familiares y peñistas que comparten la propiedad de un caballo.

Hay 15.000 caballos en la isla y la mitad están entrenados para competir en las 150 carreras de trote

En el trote fluye cierto poder, vanidad y bastante dinero. Hay políticos retirados con cuadras notables, como el arquitecto socialista Pere Serra, o el ingeniero yexlíder del PP Juan Verger. Antes era cosa de contrabandistas y terratenientes. Incluso, de narcotraficantes. Ahora, los ricos de nueva planta y los hoteleros (media docena) dominan las pistas.

La pasión cruza fronteras. El trote es común en casi toda la UE y cientos de mallorquines tienen cuenta bancaria en Francia para suscribirse a Canal + y acceder a la cadena de carreras Equidia. La empresa gala de apuestas PMU monta competiciones en Mallorca y cada vez se mueven más cientos de miles de euros por la Red.

Un propietario de trotones, el catedrático Francesc Bujosa, comenta que “lo más grave de la agresión mortal al caballo es que se intente tapar”. “Es triste y moralmente injustificable pegar a un animal, indefenso”, dice. Bujosa desdeña los comentarios que minimizan el episodio: “Es irracional, una barbaridad”.

El agresor —un camionero de 38 años— está acusado de maltrato animal. Un portavoz de la Guardia Civil habla de un arrebato: “El hombre dice que no tuvo intención de matar, y la verdad es que está bastante arrepentido de lo sucedido y ha colaborado enteramente”, asegura.

Antes, con la competencia desaforada, había jinetes que peleaban a golpe de vara. El castigo, el uso excesivo del látigo contra el animal, ahora está penado. “Hacemos más controles antidopaje que nadie”, resalta Llabata. Dos caballos perecieron, años atrás, a las pocas horas de ganar el gran premio. Y otra página negra: en la cuadra de un potentado apareció la cabeza de un caballo decapitado por unos sicarios, una venganza por amores y negocios rotos.

Este mundo ha sido, excepcionalmente, refugio para el capital de un clan de la droga al que le embargaron 10 trotones. Se blanqueaban euros del caballo (heroína) y de la coca. Un trotón triunfó y la entrega de la copa motivó una foto comprometida para las autoridades. Los dueños entraron en la cárcel. “Es otra anécdota que no ennegrece algo muy puro”, observa Ramón, un aficionado.

Entre el público de los cinco hipódromos baleares son muchas las caras curtidas por el sol rural. Cientos de familias cuidan y poseen caballos que pacen y pasean en los paisajes de la Mallorca profunda, antigua y multiclasista. “Me endeudé comprando paja”, ironiza el músico Joan Bibiloni, que vive cerca de sus 10 caballos. Tuvo 24, y confiesa que se autofinanció, pero que “nunca se gana para ir a vivir siete semanas al Caribe”. Los nombres de los trotones de Bibiloni reflejan sus pasiones: Ava Gardner, Franz Zappa, Debussy, Janis Joplin o Caixeta, el apodo de su madre.

“La sensibilidad fluye alrededor de la cría, el entreno y las carreras. Es maravilloso, pero ha ocurrido un episodio denigrante, violento, que afecta a la moral individual, pero que es marginal”, razona Bibiloni. Un legendario conductor, Julià Arnau, ya fallecido, amaba a sus bestias y decía: “Solo cambiaría los caballos por una ópera”. Julià narraba miserias, glorias y secretos de un mundo atávico. “Es el deporte más clásico y antiguo, el de las cuadrigas de Ben-Hur o la cultura de los griegos”, subraya el profesor Bujosa, que ve “inenarrable el gozo de ver ganar” a su caballo. “Es la emoción del futbolista”, describe. En su web, Bujosa vende participaciones de sus promesas equinas.

Con 40 caballos en su cuadra HM, el galerista y hotelero Juan A. Horrach Moyá opina que “conducir en una carrera, tan breve e intensa, es una experiencia física brutal. Un ejercicio de libertad, de complicidad y confianza con el animal”. Corre con los colores del más poderoso equipo de la isla. “El caso de violencia es una tragedia, un disparate”.

Horrach Moyá pugna en el pelotón de la pista entre avezados jinetes, mujeres sabias y ganadores rústicos. Antes lo hicieron su padre y su tío, y le sigue su hijo, que ya corre con caballos enanos. “Es el deporte por excelencia de la isla, con raíces profundas en la payesía que posee la técnica de cría”.

Una selección de caballos viaja en avión de Francia a Mallorca, anualmente, para correr solo un día en Palma. A su vez, decenas de ejemplares locales son trasladados —en barco— hasta el continente para disputar carreras en las pistas francesas, donde se ha instalado un grupo de conductores de Mallorca.

Antes se importaban trotones y ahora los mejores emigran, corren en hipódromos extranjeros, con premios cuantiosos por mejores apuestas. “Podemos pugnar con cualquiera, somos muy competitivos”, explica Horrach. “No es un negocio, buscamos empatar. Es una ruina. Una pasión”.

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