Ecología a golpe de talonario
China invertirá 43.000 millones de euros en un plan que pretende reducir la polución en 2015
A grandes males, grandes presupuestos. Es la máxima que rige en China, y el Medio Ambiente no parece una excepción. El Gobierno es plenamente consciente del peligro que la contaminación supone para la estabilidad del país, y ha decidido sacar la artillería pesada para combatir la pésima calidad del aire en las zonas más desarrolladas. El gigante asiático destinará nada menos que 350.000 millones de yuanes (unos 43.000 millones de euros) para reducir en un 5% la concentración de las partículas más dañinas para la salud -las que miden menos de 2,5 micras (PM2,5)- en 117 ciudades.
El Ministerio para la Protección Medioambiental da hasta 2015 de plazo para conseguir este objetivo, que se enmarca dentro de la construcción de una ‘civilización ecológica’, tal y como exigió el actual presidente chino, Hu Jintao, en el discurso inaugural del último congreso nacional del Partido Comunista. Sin duda, resulta un plan mucho más ambicioso de lo que aparenta. Porque China continúa creciendo a un ritmo superior al 7% y su proceso de industrialización es imparable, razón por la que reducir la polución atmosférica va a suponer una proposición titánica.
Se han multiplicado las protestas contra proyectos industriales considerados altamente nocivos
“Tenemos que respetar y conservar la naturaleza para alcanzar la coexistencia armoniosa del ser humano y la Tierra”, dijo el ministro Zhou Shengxian, que tomó prestadas las palabras de Hu para describir el camino del éxito: “Lo esencial para conseguir una civilización ecológica es instaurar una sociedad que busque la eficiencia energética y un desarrollo sostenible”. Puede parecer pura palabrería, pero en China las directrices que se dan desde lo más alto de la cúpula del poder se siguen sin rechistar. Y el hecho de que se haya presupuestado ya una importante partida económica para llenar de contenido ese discurso tan vago es un paso importante.
Claro que lo que realmente preocupa a los gobiernos chinos, tanto al central como a los locales, no es tanto que la población muera prematuramente de cáncer sino las revueltas sociales que eso puede provocar. En los últimos dos años se han multiplicado exponencialmente las manifestaciones -muchas veces violentas- contra proyectos industriales considerados altamente nocivos, y la población ya es consciente de que el hormigón que tiene como cielo les resta años de vida. Los adinerados blindan sus hogares con purificadores de aire y viven en una burbuja aséptica, pero la creciente clase media exige respirar algo que no sea sólido.
Los expertos coinciden en que la fórmula mágica para restar emisiones a corto plazo es la eficiencia energética
Las claves para dar respuesta a estas demandas son solo dos. Por un lado está la inversión en energías renovables, que todavía aportan una fracción pequeña de las necesidades energéticas del país -más del 70% se cubre con centrales térmicas de carbón-. Sin duda, China está haciendo los deberes en este aspecto: en 2011, un año después de haber superado a Estados Unidos como el principal contaminante mundial, se convirtió también en el país que más invierte en energías limpias. Concretamente fueron 40.000 millones de euros, una quinta parte del total mundial.
Así, incluso Naciones Unidas considera que es posible que China cumpla el objetivo marcado por Pekín para que, en 2020, el 20% de la energía que consuma el país sea verde. A este porcentaje habrá que añadir el que produzca la docena de nuevas centrales nucleares que ya cuentan con el visto bueno para su construcción. Optimista, la capital, Pekín, va más allá y se ha propuesto reducir la polución para 2015 en un 30%, y el número de partículas PM2,5 en un 15%.
Sin embargo, los expertos coinciden en que la fórmula mágica para restar emisiones a corto plazo no son las energías renovables sino la eficiencia energética. A este respecto, China todavía tiene un largo camino por delante: la industria debe modernizarse, la construcción tiene que adoptar una normativa de eficiencia mucho más estricta, y la población ha de implicarse todavía más en asuntos como el reciclaje -Pekín comenzará a pagar por cada botella que se devuelva para ese fin- y el uso racional del transporte privado.
“Lo importante es recalcar que estas medidas no solo son positivas para el Medio Ambiente, sino que también abaratarán la factura de fabricantes y consumidores”, explica el profesor de Economía de la Universidad de Fudan, en Shanghái, Wang Xiongmei. “Una industria más moderna no solo emite menos CO2, también resulta mucho más productiva; edificios con un mejor aislamiento térmico son más caros en un principio, pero a la larga resultan mucho más rentables. Por eso, lo que hay que cambiar primero es la mentalidad a corto plazo que tiene la mayoría de la población. Y eso no se consigue con dinero”.
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