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“La discapacidad no consiste en estar roto, sino solo”

Los personajes reales del filme ‘Intocable‘, una pareja formidable

Rocío García
Philip Pozzo (a la derecha) y Abdel Sellou.
Philip Pozzo (a la derecha) y Abdel Sellou.CRISTÓBAL MANUEL (EL PAÍS)

“Si quiere usted saludarme, me tiene que tocar la mano”. La silla de ruedas de Philippe Pozzo, tetrapléjico desde hace 20 años por un accidente de parapente, la empuja Abdel Sellou, un argelino disparatado y divertido. Casi al segundo, uno sabe que tiene delante una pareja formidable. Por su naturalidad, su manera de hablar, de dirigirse uno al otro, por sus risas, su humor negro, su generosidad y, por encima de todo, su inquebrantable amistad. Pozzo y Sellou son los personajes reales que inspiraron la película Intocable, que, dirigida por Eric Toledano y Olivier Nakache, se ha convertido en uno de los mayores éxitos del cine en el mundo entero. Basado en el libro escrito por el propio Pozzo, un hombre de familia noble procedente de Córcega, el filme narra la relación entre un tetrapléjico y su cuidador a lo largo de 10 años. Hoy, los dos contarán su experiencia ante más de 2.500 jóvenes en un encuentro que la ONG Lo que de Verdad Importa celebra en Madrid.

Si lo que se ve en el filme sorprende, en la realidad apabulla. La lección que ofrecen estos dos tipos será difícil de olvidar. “Los dos teníamos que ganar, nos necesitábamos”, dicen casi al unísono. “Bueno, tú me necesitas más que yo a ti, tengo piernas que funcionan”, añade rápido Sellou (41 años), ante la risa descarada y divertida de Pozzo (61). Es un verdadero e inteligente duelo plagado de barbaridades, puyas, bromas y risotadas, pero el fondo es el canto más verdadero a la amistad y la admiración mutua.

“Él era un chico malo, con un pasado cargado, pero ese no era mi problema”, cuenta Pozzo, un antiguo patrón de una gran empresa francesa, al explicar cómo contrató a Sellou tras dos años hospitalizado y la casi inmediata muerte de su primera mujer, enferma de cáncer. La segunda, una marroquí guapa de nombre Khadija, con la que vive en Esauira desde hace nueve años, es la que en el almuerzo le va dando de comer y de beber en un vaso con pajita. “Si delante tienes una persona excepcional, la vida se convierte en excepcional”, asegura Sellou, hoy casado también con una mujer marroquí, padre de tres hijos y dedicado a la cría de pollos en Argelia.

Le deben mucho a la película y lo saben. “Se cuenta una gota de la realidad”. “Fue mucho mejor”. “No hay nada de idílico en ella”. “Hoy la sociedad está basada únicamente en la satisfacción de los placeres”. “Al final lo único importante es reconciliar lo que siente cada uno con lo que propone la sociedad”. “Nunca hay que esconder la fragilidad, la dependencia y la diferencia”. Las frases y reflexiones van surgiendo indistintamente en cada uno de los campos de juego, mientras van cayendo los platos uno tras otro con verdadera satisfacción y apetito.

Las palabras más bonitas que salen de la voz de Pozzo, hombre curioso que irradia un cinismo y optimismo envidiables, tienen nombre de mujer. Beatriz, su primera esposa: “El optimismo me lo inculcó ella. Mi verdadera discapacidad empezó con su muerte, porque la discapacidad no consiste en estar roto, sino en estar solo”. De Khadija, su actual compañera: “La conocí en Marruecos un día que me desmayé. Todo el mundo huyó, menos ella, que se quedó a mi lado y me ofreció mermelada de higos. Me tomé el bote entero admirando su rostro, mientras me despertaba”.

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