“La ideología es mala consejera para gobernar”
Un almuerzo con Thomas Pickering es la oportunidad de dar la vuelta política del mundo sin moverse de una silla. Este exdiplomático estadounidense de 80 años ha sido uno de los pilares de la política exterior norteamericana en las últimas cuatro décadas. Entre aperitivo y postre da tiempo a pasearse, a lomos de sus percepciones y recuerdos, por las entrañas de las más graves crisis internacionales actuales y de la historia reciente. Por luces y sombras de la proyección internacional del poder estadounidense.
Pickering ha ocupado las más altas posiciones diplomáticas —embajador en Rusia, Israel, India y ante la ONU, entre otros— bajo presidencias de diverso color político. Pese a haberse retirado de la carrera diplomática, sigue teniendo influencia en Washington. La Administración del presidente Barack Obama le ha encargado liderar la investigación sobre el reciente ataque al consulado estadounidense en Bengasi (Libia) que causó la muerte del embajador.
De ello, sin embargo, no puede hablar, según aclara incluso antes de que llegue a la mesa la bebida. “Porque la investigación no está cerrada y porque el asunto puede tener un serio impacto en la carrera a la Casa Blanca”, explica.
Así, el diálogo transcurre por el amplio e indigesto menú de las crisis internacionales, salvo Libia. En cuanto al del restaurante, Pickering elige la quintaesencia de la gastronomía local: gazpacho guarnecido con pimiento verde picado y una ración de jamón ibérico. Y renuncia al vino: “Quiero ir al Prado esta tarde, ¡y quiero estar bien despierto!”.
El exdiplomático ha sido durante 40 años un pilar de la política exterior de EE UU
La conversación de Pickering es un compendio de dotes diplomáticas: cultura, prudencia, pragmatismo. “La ideología es mala consejera para gobernar”, dice, en una de las numerosas frases que, a lo largo de la comida, suenan como el destilado final de su larga experiencia. “Veo menor dosis de ideología en los demócratas que en los republicanos”, señala, al explicar su preferencia por un segundo mandato de Obama.
¿Cómo se comportarían, en la escena mundial, unos Estados Unidos liderados por Mitt Romney?
“Romney ya ha asumido en algunas materias las posiciones del ala neoconservadora de su partido. En política exterior, estas se pueden definir como neohegemonismo. Hubo algo de eso con Reagan, sobre todo en Centroamérica, y no fue muy eficaz. Si ganara, creo que Romney sufriría presiones para seguir ese patrón. Está por ver hasta qué punto tendrían influencia”, comenta.
Pickering profesa mucha fe en la religión diplomática. “La sustitución de la diplomacia por las intervenciones armadas ya ha dado muestras de ser ineficaz”, dice, pensando en la guerra de Irak. “Las urnas son la mejor arma para derrocar un régimen”, sentencia, con la vista puesta en Siria. Mejor esforzarse en organizar comicios que operaciones militares.
Cuando se le pregunta cuáles fueron los momentos más tensos de su carrera, menciona la ronda de negociaciones en la ONU para la primera guerra del Golfo y un oscuro asunto de venta de armas en Jordania. Y añade: “Todas las veces que tuve que actuar sobre la marcha sin instrucciones previas de Washington”. Eso también responde, en parte al menos, a la pregunta de por qué presidentes de ambos partidos confiaron en él.
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