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ALMUERZO CON... SIMON NORFOLK

“Quiero fotos que expliquen por qué miente un Gobierno”

Simon Norfolk ha ganado tres veces el World Press Photo

Ramón Lobo
El fotógrafo de 'National Geographic' Simon Norfolk.
El fotógrafo de 'National Geographic' Simon Norfolk.CRISTÓBAL MANUEL

Simon Norfolk tiene cuerpo de ciclista (pedalea 300 kilómetros a la semana en verano) y costumbres de asceta: no fuma, no bebe, es vegetariano. “Si pides carne, como carne; no soy un radical. Hice un reportaje en Inglaterra sobre productos cárnicos que me dejó impactado”, asegura delante de un plato de arroz con pollo campero.

Tiene 49 años, se apresura a corregir a su interlocutor que le adjudica 50. Norfolk es un fotógrafo británico de prestigio. Ha ganado dos veces el World Press Photo. Este verano ha expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo Gas Natural Fenosa, en Córdoba.

“Cuando viajo a un país como Afganistán quiero fotos que expliquen lo que está pasando y por qué está pasando, que reflejen mis ideas sobre el conflicto, que expliquen por qué miente un Gobierno. (...) La mayoría de la prensa británica publica las fotografías gratuitas que les proporciona el Ministerio de Defensa. Eso es propaganda. A los Gobiernos les encanta que la gente no hable de los problemas reales; prefieren que se limiten a pagar la cuenta”.

Norfolk está preocupado por el futuro del periodismo, aunque no se considera fotoperiodista. “Mi trabajo es más parecido al de poeta; busco la esencia, y para encontrarla necesito tiempo y paciencia. Antes, las revistas competían con los periódicos y enviaban fotógrafos a los conflictos. Ahora, con Internet, esto no tiene sentido. Ni para las revistas ni para los periódicos. Tienes todo al instante. Lo que no tienes es una mirada crítica, reflexiva, profunda. Todo el mundo hace las mismas fotos, se crea una memoria colectiva estereotipada que no es real”.

“Tienes todo al instante, pero no una mirada crítica”, afirma el fotógrafo

Norfolk pide de postre un brazo gitano. Le llama la atención el nombre, bromea con sus posibilidades. Cuando llega el plato lo investiga, lo prueba y devora en silencio, con una sonrisa.

“Cuando estuve en la base de Kandahar [sur de Afganistán], que es como una ciudad, no quise salir de patrulla, solo quería fotografiar la oficina de correos, la lavandería, esas cosas. Me parecía que en esa base no había nada de Afganistán, que allí estaban las razones por las que se ha perdido otra vez la misma guerra. El empotramiento es un éxito para los ejércitos. Sitúan al periodista ante la disyuntiva moral: criticar a los soldados que te protegen. Cuando les disparan a ellos, te disparan a ti también. Cuando eres un joven fotógrafo resulta mucho más complicado no sucumbir al chantaje”.

Simon Norlfolk colabora desde hace 10 años con la revista semanal del The New York Times. Se compró una cámara digital el año pasado, porque su instrumento de trabajo es una cámara de caja de madera con tela para ocultar la cabeza. “En diciembre de 2001 fui a Afganistán con ella. Tenía miedo de que me la robaran; tenía miedo de que no me salieran las fotos. Tomé 200. Le envié una muestra a Kathy Ryan, directora de fotografía de la revista. Unos días después me llamó: dijo que estaba impactada, que a través de esas fotos veía el verdadero Afganistán”.

El 80% de sus ingresos proceden de trabajos artísticos. Realiza series de siete fotos que se venden en las galerías. Simon da clases y hace publicidad. Pasa seis meses al año viajando. Vive en Brighton; su mujer, en Londres, donde trabaja como cirujana. “Llevamos así cinco años y funciona”.

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