“Los tugurios no son el problema, son la solución”
La arquitecta Joan Mac Donald propone mejorar los suburbios para paliar la falta de viviendas
Es arquitecta pero no le gustan las torres de cristal. La chilena Joan Mac Donald prefiere trabajar para que los pobres que viven en suburbios lo hagan en mejores condiciones. La presidenta del Servicio Latinoamericano, Africano y Asiático de Vivienda Popular (SELAVIP) promueve desde esta institución que sean las propias familias las que construyan su casa y los profesionales solo intervengan para asesorar sobre el terreno. “Los tugurios no son el problema, son la solución. Es la solución que ha buscado la gente con poquísimos recursos y mucho ingenio”, dice la experta, que ve en en estos asentamientos una oportunidad de compensar la falta de vivienda, sobre todo en países en desarrollo.
Mac Donald recuerda que en un mundo “definitivamente urbano”, el desarrollo de una ciudad no depende “exclusivamente” de los buenos edificios o de las calles que se proyecten. “Nos olvidamos de que los principales constructores actualmente son los pobres que tratan de hacer su casa, su barrio y su ciudad”, apunta. La especialista en programas de asentamiento humano aboga por hacer más tugurios, pero “con futuro, con acceso al trabajo, con posibilidades para crecer”.
Según datos de las Naciones Unidas, uno de cada tres habitantes urbanos vive en tugurios (el 33%), es decir, sin la propiedad de la tierra, sin acceso a fuentes de agua y saneamiento, hacinados y en viviendas precarias. Es un dato bueno si se compara con el de hace una década, un 39% (200.000 personas menos viven en esas condiciones), lo que supone que se ha cumplido con creces uno de los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas. La postura de Mac Donald para continuar por esta senda es mejorar las viviendas ya existentes y no desmantelar los suburbios para construir barrios de clase de media "que parecen ajenos a la ciudad".
El principal problema para llevar a cabo estas políticas de mejora es la propiedad de los terrenos en los que se asientan los poblados. “Los pobres no tienen acceso a los precios de mercado”, explica, “pero tienen que poder vivir en alguna parte”. Por eso la arquitecta propone buscar soluciones en las que “todo el mundo gane”. El remedio pasa, según Mac Donald, por un equilibro entre los derechos de propiedad y los derechos de los pobres. Al final, se trata de que el acceso a una vivienda digna se haga efectivo, pero Mac Donald advierte que “hay mucho engaño” en las políticas en este sentido. La presidenta de la SELAVIP denuncia que algunos Estados, lejos de promover el acceso a una vivienda digna, especulan con el suelo.
Por eso, la especialista anima insistentemente a sus alumnos en el curso Ciudad, vivienda, y pobreza, que imparte en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander a que se metan en política “para defender que el gasto en vivienda es importante”. “Debemos situar a los tugurios en el mapa para no esconder esa realidad bajo la alfombra de la planificación urbana. Es fundamental para que los gobiernos y las organizaciones de cooperación no tengan la disculpa de que esa gente no existe”, recalca.
Mac Donald cree también que los pobres se tienen que unir para defender su territorio frente a presiones gubernamentales e inmobiliarias al acecho de espacios bien situados a la orilla del mar o en el centro de las ciudades. “En muchos casos han vivido ahí siempre, incluso antes de que se legislara sobre la propiedad del suelo”, explica. La arquitecta destaca la experiencia de la Slum Dwellers International, organización que engloba los principales tugurios de grandes ciudades desde América Latina al sur de Asia, y desde la que expresan sus necesidades.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.