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la cumbre del planeta

La protesta callejera rodea Río+20

Todos asumen en el Riocentro que la cumbre pasará a la historia como una de las más decepcionantes de las últimas décadas

Activistas participan en una marcha de Greenpeace por las calles de Río.
Activistas participan en una marcha de Greenpeace por las calles de Río.Rodrigo Paiva (EFE)

La Cumbre de la Tierra para el Desarrollo Sostenible Rio+20 pierde pulso a medidas que pasan las horas. Todos asumen en el Riocentro (la sede donde se desarrollan las discusiones) que no habrá sorpresas de último minuto y que este cónclave pasará a la historia como uno de los más decepcionantes de las últimas décadas.

Resulta difícil entender cómo puede comenzar una cumbre de este calado (con más de cien líderes mundiales) con unas conclusiones ya decididas. Y menos aún que se desarrolle durante tres días de monólogos y discursos, prescindiendo de discusiones o negociaciones que aporten algo nuevo o que cuestionen la validez del texto que se pretende aprobar.

Mientras tanto, en las calles de Río de Janeiro los manifestantes no dan tregua. En ningún caso se trata de reivindicaciones violentas, aunque sí masivas y por tanto representativas de un amplio espectro de la sociedad civil. El primer día de la cumbre marcharon por el centro de la capital turística de Brasil decenas de miles de personas movilizadas por la Cumbre de los Pueblos, una especie de contracumbre que se desarrolla durante estos días en el precioso parque de Flamengo, bañado por la bahía de Guanabara.

Contra el capitalismo

La manifestación, como tantas otras que se desarrollan, arremetió contra el “capitalismo verde”, es decir, el capitalismo disfrazado de ecologismo. Bajo esta bandera marchan por los diferentes barrios de Río organizaciones ambientales, indigenistas, feministas, sindicales, políticas o estudiantiles. Y el capitalismo voraz está en el punto de mira de todas ellas.

Ayer llegó hasta la puerta de la Cumbre Rio+20 un grupo de 400 indios de diferentes etnias, principalmente amazónicas, para reivindicar su derecho a vivir en paz en las tierras de sus ancestros, tantas veces violadas en las últimas décadas. Quizás fue la movilización más pintoresca de todas las que se han presenciado en los últimos días, aunque los indios estuvieran rodeados por un cordón policial que no permitía el acercamiento de espontáneos y curiosos.

Los manifestantes portaban arcos y flechas pero, contrariamente a lo que se pueda pensar, lo que se protegía era la vida de los propios indígenas, muy vulnerables a las enfermedades de la sociedad urbana.

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