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Protección de Datos investiga por primera vez un caso de bebé robado

Tutela a un afectado en la búsqueda de su historial en un hospital regido por monjas

Natalia Junquera
Vicente González Olaya en la puerta del hospital donde desapareció su hermana robada cuando era un bebé.
Vicente González Olaya en la puerta del hospital donde desapareció su hermana robada cuando era un bebé.CLAUDIO ÁLVAREZ

Sagrario Olaya Moreno la vio solo una vez. “Era rubia y gordita”, repetía siempre. Su primera hija. Después, una monja le dijo a su marido que había muerto ahogada con el cordón umbilical. “Así lo ha querido Dios”. Naturalmente, aquella niña existió, como existió el embarazo de Sagrario y su ingreso en el Hospital Nuestra Señora del Rosario en 1961. Pero no hay rastro de ella en ningún registro. Ni como viva, ni como muerta. En el Archivo Regional de Madrid no consta el parto. En el libro de familia tampoco. No está enterrada en alguno de los 15 cementerios de Madrid. Y en el hospital donde nació tampoco tienen nada, ni de la madre, ni de la hija. Dicen que han destruido los archivos. La Agencia Española de Protección de Datos ha abierto una investigación de oficio, la primera por un caso de posible robo de niños, para comprobarlo.

Sagrario murió hace cuatro años. Su marido tampoco está ya. Ahora es su hijo, Vicente González Olaya, periodista de este diario, quien busca a aquella niña rubia y gordita, un año mayor que él. “Mis padres eran muy católicos y no les cabía en la cabeza que una monja, aunque siempre dijeron que aquella era muy desagradable, les pudiera robar a su bebé; que la Iglesia, su Iglesia, les pudiera traicionar. Pero hasta el día que se murió, mi madre se acordó de ella y estoy convencido de que pensaba que había algo raro”.

“A mi hermana le hicieron un funeral sin cuerpo. No había féretro. Y no está enterrada en el panteón que mi abuela compró y donde están todos los fallecidos de mi familia”, recuerda Vicente. En su casa no se hablaba de aquel asunto, tan doloroso, lo que ha complicado mucho su búsqueda. No le quedan familiares vivos testigos del nacimiento. Ni un solo documento oficial que diga que su hermana existió. “En el hospital me respondieron que no tenían la historia clínica de mi madre porque todos los archivos se destruyen pasados cinco años. Yo no daba crédito. Tú puedes tener un infarto ¿y a los cinco años ya no consta en ningún sitio? Estoy convencido de que me mintieron. Le escribí una carta por Navidad a la madre superiora de la congregación que dirige el hospital porque en su página web dicen que ayudan a los que sufren. Yo le expliqué por qué sufría. Y ni me contestó”.

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Convencido de que el hospital miente, pidió tutela a la Agencia de Protección de Datos que, en una primera carta, le contestó que no podía hacer nada porque, efectivamente, la Ley de Autonomía del Paciente permite la destrucción de esa documentación pasados cinco años. Vicente recurrió la resolución criticando que la Agencia diera por buena sin más la versión del hospital y la Agencia le respondió entonces que no podía “iniciar procedimiento sancionador” contra el centro, pero que iba a abrir “una investigación de oficio” porque en el momento del parto aún no había entrado en vigor esa normativa. Es la primera vez que la Agencia de Protección de Datos tutela a un afectado por robo de niños.

Muchos más se encuentran en la misma situación. Tras pasar por un periplo burocrático reclamando documentación a todas las instituciones donde debería haber quedado constancia de aquel nacimiento, han comprobado que no hay rastro oficial de ese bebé. Ni partidas de defunción, ni de nacimiento, ni de bautismo, ni de enterramiento. Nada.

Vicente lleva un año en ese periplo por registros oficiales que ha recogido en un blog: Te encontraremos.blogspot.com. Allí relata paso a paso su búsqueda, sus averiguaciones, sus inquietudes o la frustración de un ADN negativo con una mujer estadounidense, Mary, que creyó que podía ser su hermana. El blog se ha convertido en una guía para quienes han empezado a sospechar ser afectados por el robo de niños a raíz de la publicación de casos en medios de comunicación y que comienzan a buscar ahora.

No hay registro de ella en ningún sitio. “Pero mi hermana existe”, clama Olaya

“Cuando me dijeron que no estaba registrada en ningún cementerio, fue un palo. Pero luego le di la vuelta y me di cuenta de que si no estaba en los cementerios, estaba viva. Yo lo que quiero es saber la verdad. Si murió a los 19 años en un accidente de tráfico al salir de una discoteca, lo aceptaré. Si de verdad murió ahogada con el cordón umbilical, también. Pero yo lo que quiero es saber qué pasó. Un ciudadano no desaparece así como así. Estoy preparado para todo, menos para que sigan diciendo que mi hermana no existe. Hay gente que dice que queremos dinero o atacar a la Iglesia. No es verdad. Yo no quiero meter a nadie en la cárcel, quiero, como la mayoría de afectados, saber la verdad de lo que pasó. Y voy a llegar hasta el final. Pase lo que pase. Me cueste lo que me cueste”.

Guía de búsqueda

La búsqueda de niños robados empieza por la búsqueda de documentación oficial. Un largo periplo burocrático por el que están pasando centenares de familias, especialmente las que han denunciado sus casos ante las fiscalías. Si le dijeron que el bebé no vivió más de 24 horas debería haber quedado registrado en el legajo de abortos (en el Registro Civil de cada ciudad). Si vivió más de 24 horas, tiene que haber partida de nacimiento y defunción en el Registro Civil y un registro de entrada en el cementerio. Si vivió menos de 24 horas, lo normal era que recibiera aguas de socorro en el hospital y luego el bautizo se oficializara en la parroquia correspondiente. Y en el hospital habría que consultar el libro de entrada y los archivos médicos de la madre y del niño.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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