“Unos pagan la crisis en parados y otros, en muertos”
Este consejero de la ONU busca nuevos fondos para el desarrollo
Saluda cortés, elogia el día primaveral y arranca en tromba: “El problema más grave del mundo es que 1.500 millones de personas tienen hambre, no tienen derecho a la salud, ni a la educación, ni agua potable, ni saneamiento. Carecen de esos cinco bienes públicos mundiales”, lanza Philippe Douste-Blazy. Este exministro francés —de Sanidad, Cultura y Asuntos Exteriores— no pierde un minuto cuando defiende la causa que le empuja: la solidaridad planetaria, esa pata coja de la globalización que busca reparar a base de impuestos mundiales. Como el que ya grava los billetes de avión en 15 países —en España lo rechazó el Gobierno de Zapatero—. Lo suyo son las fórmulas de financiación innovadoras: esa tasa que ha recaudado 1.656 millones de euros “de forma indolora” en poco más de un lustro y se ha dedicado a tratamientos contra el sida, la malaria y la tuberculosis en países pobres.
Douste-Blazy (Lourdes, 1953), consejero especial del secretario general de la ONU para la financiación innovadora del desarrollo y médico cardiólogo, habla con el corazón y la cabeza, sin espacio para el desánimo. “La crisis provoca un efecto tijera: cada vez hay más necesidades y menos dinero”, reconoce antes de advertir: “Nosotros pagamos la crisis en número de parados y los países pobres, en número de muertos”. Por eso, redobla los argumentos contra la brecha del planeta, incluido el egoísmo: gracias a la comunicación global, los pobres ya saben cómo viven los ricos. “Si alguien no tiene qué comer, ni medicamentos y sabe que a 3.000 kilómetros sí lo hay, se va. Y eso es lo que va a pasar”, dice. “Habrá un conflicto mundial del que nuestros hijos no podrán escapar si no encontramos los medios para que todos tengan acceso a los bienes públicos universales”, pronostica.
Y lanza datos como dardos: “cada tres segundos muere un niño por una enfermedad evitable”, “por primera vez en 50 años la mortalidad infantil sube en 16 países”...
Así las cosas, este responsable de UNITAID —organismo de Naciones Unidas para compra de medicamentos para los países pobres—, tarda en abrir la carta. Opta por el menú del día y dejará limpio el plato de chipirones mientras desgrana sus remedios. Como el logro de fármacos baratos contra el sida. Ahora persigue una tasa —“del 0,05%, más baja que la Tobin”— que grave las operaciones bursátiles. “Solo en la UE se recaudarían 40.000 millones de euros al año”, plantea. No le arredra el fracaso, pese al de su iniciativa de donaciones por Internet llamada Massivegoods. Peor sería no hacer nada por cambiar las cosas.
Ese inconformismo empujó a Douste-Blazy a pasar de la cardiología a la política. Así reaccionó a la bronca que recibió por haber hecho una intervención cara a un hombre mayor en la sanidad pública. “La política tiene lo peor y lo mejor. No es mala para el corazón”, asegura este centrista. Da adrenalina y sueños a quien solo ejerce la medicina como profesor. “Curo a millones de personas con UNITAID. Nunca he hecho tanta política como ahora”, concluye con una sonrisa.
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