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"Vivimos una época triste y descorazonadora"

Carmen Pérez-Lanzac
Gallego, ateo convencido, fue muy religioso durante la adolescencia.
Gallego, ateo convencido, fue muy religioso durante la adolescencia.S. SÁNCHEZ

De lunes a viernes de 14.00 a 15.00, un locutor de Radio 3 da voz "a la indignación, el pasmo y el desagrado hacia la clase política, judicial y financiera", en palabras del propio Javier Gallego, madrileño de 37 años. "Vivimos una época triste y descorazonadora, la gente demanda un grito de mosqueo".

La cita es en la cafetería Oskar, cerca de Callao, cuyo escaparate está forrado con fotos de su oferta de platos combinados. Elige el sitio sin dudar: "Me coge cerca de casa, dan de comer a cualquier hora y cierran tarde". No necesita mirar la carta, quiere lo de siempre, el plato combinado número nueve: chuletón "poco hecho", huevo frito y patatas. "Verás cómo tardan menos de cinco minutos en traerlo". Efectivamente. Dos números nueve vuelan hacia nuestra mesa.

Cafetería Oskar. Madrid

  • Dos platos combinados del número 9 (chuletón, huevo frito y patatas fritas): 26,40 euros
  • Dos cervezas y pan: 10

Total: 36,40 euros

Gallego -nariz angulosa, patillas, tupé- pierde de cerca un poco de la gravedad que le confieren las ondas sumada a una voz envolvente ("parece siempre que voy a soltar un mitin"). Hijo de un físico del CSIC y de una maestra, creció en un barrio de clase media siempre con la radio a cuestas. "Fui un adolescente nervioso, empollón y, durante tres años, muy religioso", sorprende. "Iba a retiros espirituales, busqué en la religión respuesta a preguntas que no las tienen", dice. Y cortado como está se olvida de la comida. "Ahora sería incapaz de tener fe, ni creo ni quiero creer. Es más responsable. Tengo una relación muy beligerante con la Iglesia, pero no con la base".

El locutor -que también es músico; toca la batería- estudió Periodismo, hizo el máster de Radio Nacional, fue guionista de Caiga quien caiga, contrapunto de la presentadora Celia Montalbán en la emisora M-80 o de Pepa Bueno en TVE. Presentó varias maquetas con ideas a Radio 3, ninguna coló. Hace tres años sonó el móvil: "Me propusieron hacer un espacio crítico que recuperara el espíritu de los ochenta, que pinchara la realidad". Y así nació Carne cruda -70.000 seguidores en Facebook-, "que es como un bofetón en la cara, un programa que he sufrido, al que dedico muchas horas y buena parte de mi cerebro, soy obsesivo". El camarero hace amago de retirar el plato, pero el locutor lo frena con un "todavía le voy a pegar un tiento a las patatas...".

El locutor da voz a la indignación en el programa 'Carne cruda', de Radio 3

Aposta o no, Carne cruda ha captado el espíritu 15-M y se ha hecho su hueco en la parrilla de una emisora que en 2011 tuvo una media de 358.000 oyentes (un 5% más que el año anterior, según el EGM). "El programa tiene un punto de agitación que no había en la radio española, lo más parecido era el Buzón de voz, de Siglo 21 [un espacio en el que los oyentes pueden verter sus reflexiones y exabruptos]", dice el locutor, que empieza cada programa con un ácido monólogo en el que repasa la actualidad. "Ay, qué pena más grande, cómo van a encerar ahora el yate", decía hace unos días de la rebaja de sueldos a los directivos de las entidades intervenidas.

Aunque le gusta incomodar, a Gallego le incomoda señalarse como la voz del activismo. "No he sido activista ni he militado en movimientos sociales", continúa, "pero ser el catalizador de otras voces me satisface y me veo en el papel. Intento reflejar lo que sienten jóvenes, precarios o parados y disparar en todas las direcciones. Lo que pasa es que el micrófono amplifica lo que dices, es una responsabilidad. Aclarado este punto, suscribo todo lo que he dicho".

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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