Extraterrestres
"Me conformo con haber tenido, al menos, este contacto en la tercera fase en Madrid"
Habrá notado el lector que en estos últimos años los periódicos ya no suelen dar noticias de avistamientos de ovnis y extraterrestres. El verano nos tenía acostumbrados a las canciones de Georgie Dann y a estos sucesos extraordinarios que siempre ocurrían en alguna parte del mundo en las que ni usted ni yo teníamos manera alguna de confrontar la noticia. Se ve que, con el auge de Internet, la información corre que vuela, y ahora es más difícil encontrar un lugar en el planeta en donde no haya un twitero o un bloguero dispuesto a aguar la locura de un visionario o el negocio de un mangante esotérico. Una pena, porque no hay tema nada más veraniego que un buena discusión sobre extraterrestres, cubata o tinto de verano en mano, en una noche iluminada por la luna. Porque, como dice alguien que conozco, los extraterrestres existen, porque si nosotros hemos subido a la Luna o a Marte, ellos con dejarse caer.... Tanto que Hawkins incluso avisa de que puede que no vengan con buenas intenciones.
Hablando de Hawkins, lo que en estos últimos años nos solía traer el verano, y que este agosto echo en falta, es un comentario o frase lapidaria suya que -será eso- siempre formaba parte de una campaña de prensa sobre su último libro de divulgación. Comentario del que nadie suele entender una papa, como ocurre en el caso de los extraterrestres, pero del que todo el mundo discute con vehemencia, como también ocurre en el caso de los extraterrestres. Porque el éxito como divulgador de Hawkins es más difícil de entender que el misterio de la trinidad. Recuerdo haber estado en un piso de un barrio periférico sevillano, en el que el mueble-bar de la salita-comedor sólo tenía como adornos una Giralda, unos soldaditos de plástico, una muñeca gitanilla, una bola de vidrio con indescifrable paisaje interior de esos sobre los que nieva al darle la vuelta, y el libro titulado "Historia del Tiempo" de Hawkins; un libro que la mayoría de los científicos mentiríamos si dijéramos que entendemos. Este hombre es admirable, único y desde luego rentable. Este verano nos ha fallado a la cita, pero el verano pasado se descolgó con una buena andanada: "Dios no hace falta", vendida con una parafernalia mediática que ríanse ustedes de lo de Moisés en el Sinaí. No hay montañas más altas, ni truenos más amenazadores, ni luces más cegadoras para anunciar una buena nueva que una inescrupulosa campaña de prensa en el siglo XXI. De que el profesor Hawkins es un físico de primer nivel y un tipo inteligente no me cabe la menor duda. Podría demostrarlo con algo más sesudo, pero para hacerme entender les diré que tras una conferencia suya me acerqué junto con un par de colegas hacia él para decirle que nos había gustado mucho su charla, a lo que tras unos segundos de manejo de su sintetizador nos contestó "quiero paella", que es lo más inteligente que se le puede decir a tres capullos que vienen a darte coba con un comentario irrelevante. Pero me temo que el último libro de Stephen Hawkins, muy bien escrito con Leonard Mlodinow (no en vano este coautor habitual de los libros de Hawkins es guionista de la Guerra de las galaxias y de Parque Jurásico) es una discusión sobre la teoría de cuerdas y la teoría M, en el que al tema de dios le dedica una única frase. Un libro que poco va a aclarar si necesitamos a Dios para explicar el Universo. Ni falta que hace. Dejaremos de creer en dios cuando no lo necesitemos ni para vivir ni para morirnos.
Total, que este verano me había resignado a quedarme sin mi ración de extraterrestres pero hete aquí que de repente aparece uno y además nos viene a ver a nosotros: el Papa. No puedo evitarlo desde hace ya muchos años. Cada vez que transmiten una bendición urbi et orbe por televisión, me pongo en tensión. Cuando veo abrirse lenta y misteriosamente las dos hojas de la majestuosa ventana que da a la plaza de San Pedro, dejo lo que tenga entre manos y me quedo absorto con la mirada fija en la pantalla. Me viene entonces a la cabeza la melodía de "Encuentros en la tercera fase", ya saben, re mi do do sol, y me quedo esperando que aparezca ET. Y efectivamente. Allí está él, un pequeño ente amarillo y blanco que gesticula de forma torpe para lo que es habitual entre los terráqueos. Esta sensación de encuentro paranormal continua al oír sus mensajes, a los que también presto atención infinita, pero que no entiendo, aunque hablen de la vida, del sexo, del amor, es decir, de las cosas que me importan. Son mensajes de otro mundo que nada tienen que ver con el mío. De hecho, para mi alivio, se lo he oído a él mismo: "Mi reino no es de este mundo". Menos mal.
Bien mirado, todo esto es normal para un representante de dios en la tierra, ya que si estamos de acuerdo con la ley que Michael Shermer emitió en Scientific American parafraseando a Clarke, "toda inteligencia extraterrestre suficientemente avanzada es indistinguible de dios". Lo analiza muy bien Georges Basalla en su tratado "Vida civilizada en el Universo" editado por Oxford University Press. Las religiones del libro incorporaron el hallazgo aristotélico de la existencia de seres celestiales, muy superiores a los terrenales y que además influían sobre ellos. Ángeles y arcángeles, santos y ánimas benditas del purgatorio no serían otra cosa que visitantes extraterrestres. ¿Que otra cosa fue lo del espíritu santo? ¿que fue -si no- la visitación de la Virgen por el arcángel Gabriel? Religión y ciencia cerrarían así un circulo vicioso. Porque si los extraterrestres que encontraríamos en nuestras misiones espaciales serían seres primitivos, inferiores evolutivamente a nosotros, los que nos encuentren han de ser -inevitablemente- muy superiores. Si existen, claro, y ahí está el enigma. Y ahí la convergencia entre el pasado y el futuro, porque los extraterrestres que esperan los ultracientíficos no son otra cosa que los nuevos dioses seculares. Dioses para ateos, que diría Shermer.
En fin, algo es algo. Yo me conformo con haber tenido al menos este contacto en la tercera fase en Madrid. Porque el verano se me iba sin nada de lo que discutir con vehemencia. Bueno, hubo alguna noticia sobre las caras de Bélmez. Pero no es lo mismo.
Juan Manuel García Ruiz es Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en la Universidad de Granada
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