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La otitis del nadador

Unos 40.000 bañistas sufren cada año en España la inflamación del oído externo, leve, pero muy dolorosa

Los chapuzones del verano son refrescantes, pero también pueden resultar fastidiosos para los oídos de algunas personas. Lo saben bien los servicios de urgencias, que atienden cada año unos 40.000 casos de otitis externa, también llamada oído del nadador. Esta afección es la inflamación aguda del oído externo, el tubo que conduce el sonido hasta el tímpano y que está recubierto de piel. Se produce más frecuentemente en climas calientes y húmedos, con los baños en aguas poco higiénicas o contaminadas.

El conducto auditivo es una especie de cueva, un ambiente donde no entra la luz y donde la humedad mantenida favorece el crecimiento bacteriano y de hongos, sobre todo en personas con alguna predisposición, bien sea una piel más delicada o algún tipo de alteración en el conducto que provoca acúmulo de agua, explica Cristóbal López-Cortijo, secretario de la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL). La mayoría de las veces, esta enfermedad no contagiosa es producida por gérmenes, principalmente las bacterias hidrófilas Pseudomonasaeruginosas, pero también por las Staphilococoaureus, que se desarrollan y multiplican por el calor y la humedad acumulada en el conducto auditivo. En los últimos años, los windsurfistas se han unido al elenco de pacientes que más sufren otitis externa, en especial los practicantes novatos, al entrar y salir continuamente del agua.

En algunos casos, la otitis también la provocan la proliferación de hongos, el fuerte rascado del oído o la introducción de objetos punzantes para tratar de eliminar el exceso de cerumen, una mala práctica demasiado habitual: el 74% de la población utiliza de vez en cuando bastoncillos de algodón para la limpieza del oído y el 93% lo ha hecho alguna vez con algún otro tipo de instrumento, desde clips metálicos hasta bolígrafos, afirma Miguel Caballero, otorrinoralingólogo del hospital Clínic de Barcelona y profesor de la Universidad de Barcelona. Además, las piscinas con un alto nivel de cloro eliminan el cerumen protector y alteran el manto ácido de la piel del conducto auditivo, contribuyendo a la infección.

Poco peligrosa

Excepto en determinados grupos de población, no es una enfermedad peligrosa, pero sí dolorosa. "La piel del conducto auditivo, al ser el oído una estructura muy delicada, ha desarrollado una sensibilidad muy especial".

Suelen confluir dos síntomas. Uno puede tener dolor en el oído y ser otra cosa; es lo que se conoce como otalgias referidas, es decir, el oído no es la causa, sino la víctima de otra zona que está afectada. Pero cuando está afectado por una otitis externa, además del dolor intenso, aparece otra característica: una cierta pérdida de audición o de sensación de taponamiento en el oído, producido por la acumulación de detritus en el canal auditivo, de alrededor de un centímetro y medio de diámetro, según López Cortijo.

Una recomendación práctica muy fácil de cumplir para personas sin problemas de oído conocidos (ni infecciones, ni perforaciones): "Si al salir del agua del baño nota que se queda agua dentro del oído, ponga unas gotitas de alcohol, porque diluyen el agua que se encuentra en el interior y secan el oído", asegura el secretario de la SEORL. Claro que la mejor manera de evitar esta inflamación es mantener los oídos limpios y secos.

"Es obvio que las personas que sufren patologías crónicas del oído, historia de otitis previas o que han tenido intervenciones quirúrgicas deben evitar meter la cabeza debajo del agua o utilizar tapones, bandas de neopreno, gorros de baño, etcétera", dice López-Cortijo. La otitis externa debe ser atendida por el médico y se suele curar al cabo de unos días de tratamiento. Suele ser tópico, con antiinflamatorios y antibióticos en gotas.

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