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Reportaje:

Sandra, Irene, Pepe, Andrés

Más de cuatro millones de personas hacen voluntariado en España, sobre todo en deporte, acción social y religión. Esta es una pequeña muestra de quienes trabajan en rescates, donan sangre o cuidan de ancianos

La cara del voluntariado en España tiene 23 años, el pelo rojizo, es psicóloga y se llama Sandra. Tiene, ni más ni menos, 300 abuelos: los ancianos a los que visita una vez por semana en la residencia de mayores Nuestra Señora del Carmen, en Madrid. Sandra es el perfecto retrato robot de los 4.200.000 voluntarios, según el último informe del Centro Internacional de Investigación sobre la Economía Pública (CIRIEC): mujer, menor de 35 años, con estudios universitarios y que se dedica a la acción social (servicios sociales, asesoramiento, voluntariado internacional...).

Sandra y sus compañeros -la mayoría, estudiantes de la vecina Universidad Autónoma de Madrid- pintan y hacen manualidades con aquellos de los internos que pueden y quieren participar. Pero la actividad más importante que desarrollan es, sobre todo, la charla: "Es gratificante. Hay veces que dices: 'Solo he estado hablando 10 minutos con esta persona y con eso ya tiene para toda la tarde".

Cultura, deporte y ocio y acción social concentran la mayor parte de voluntarios
Vicente, jubilado, acompaña a personas ciegas y pacientes de hospital, hace de guía en un museo y realiza asistencias a domicilio
"Hacer voluntariado ayuda a entender la vida", asegura Sandra

Los sectores donde se concentran más voluntarios son el de cultura, deporte y ocio (2.800.000 voluntarios según datos del CIRIEC), seguido de acción social (un millón) y educación (252.000). Andrés Martínez es un ejemplo muy claro de voluntariado deportivo. Lleva 15 años implicado en el Club de Voleibol de Boiro (A Coruña), no solo como jugador, sino también como entrenador de equipos jóvenes. Su pasión por el deporte es tal que, preguntado por la conciliación de voluntariado y trabajo, comenta: "El trabajo de momento me lo permite y las horas son compatibles. Mejor así, si no, habría que pensar en cambiar de trabajo".

El perfil de Vicente es mucho menos típico. Podríamos llamarle plurivoluntario: a los 77 años, aprovecha al máximo su jubilación. Lunes, miércoles y viernes: acompañante de personas invidentes. Martes y jueves por la mañana: guía en el Museo de la Ciudad y acompañante de pacientes en el hospital La Princesa los martes por la tarde. Sábados: asistente a domicilio, por ejemplo a discapacitados.

Las motivaciones de los voluntarios son tan variadas como sus perfiles: "Es algo que me nace", afirma Mónica Guachamin, ecuatoriana que madruga los domingos para repartir desayunos en la madrileña iglesia de las Misioneras del Santísimo Sacramento. "Algo innato", corrobora Roberto Rubio, funcionario y creador de la ONG Sar España. Ayuda a "entender la vida", asegura Sandra, la voluntaria de la residencia. Andrés, el entrenador, lo resume así: "Cuando estás haciendo algo por los demás te encuentras muchas trabas y eso te hace pensar para qué seguir. Pero piensas en esas sonrisas de los chicos, esas preguntas de cuándo jugamos, cuando te ven y vienen a darte un abrazo... La verdad, vale mucho la pena seguir".

Tres voluntarios cuentan sus experiencias: un geógrafo que cuida la naturaleza, una cuidadora de niños que reparte desayunos a los más necesitados y una psicóloga que hace compañía a ancianos.Vídeo: DAVID R. NELSON / RAQUEL SECO
Pepe Requena, de 72 años, admiraba al periodista Eduardo Haro Tecglen. <a href="http://www.elpais.com/articulo/cultura/Fallece/81/anos/escritor/periodista/Eduardo/Haro/Tecglen/elpporcul/20051019elpepucul_1/Tes" target="_blank">Cuando este murió en 2005</a>, leyó en la prensa que había donado su cuerpo a la ciencia. Se interesó por esa posibilidad (hasta entonces se había decantado por la cremación) para evitar el "engorro" que suele conllevar la muerte. Cuando fallezca se llevarán su cuerpo a la Facultad de Medicina de Valencia. Desde que tomó la decisión, Requena lleva en el bolsillo un carné de la Sociedad Anatómica Española que reza: "Yo, José Requena, con DNI ... hago donación de mi cuerpo para ser utilizado para formación de profesionales e investigación en Ciencias de la Salud...". Esta identificación no es imprescindible para ser donante. Desde el Programa de Donantes de Cuerpo señalan la importancia de que los familiares conozcan los deseos del donante, ya que serán consultados tras el fallecimiento. No hay datos globales sobre las donaciones de cadáveres a la ciencia, aunque <a href="http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Donar/cuerpo/ahorrar/elpepusoc/20101213elpepisoc_4/Tes" target="_blank">las universidades españolas han constatado un considerable aumento</a> de cesiones en los últimos cinco años. Según algunos expertos, es para ahorrar costes. (Foto y texto: R. Seco)
Pepe Requena, de 72 años, admiraba al periodista Eduardo Haro Tecglen. Cuando este murió en 2005, leyó en la prensa que había donado su cuerpo a la ciencia. Se interesó por esa posibilidad (hasta entonces se había decantado por la cremación) para evitar el "engorro" que suele conllevar la muerte. Cuando fallezca se llevarán su cuerpo a la Facultad de Medicina de Valencia. Desde que tomó la decisión, Requena lleva en el bolsillo un carné de la Sociedad Anatómica Española que reza: "Yo, José Requena, con DNI ... hago donación de mi cuerpo para ser utilizado para formación de profesionales e investigación en Ciencias de la Salud...". Esta identificación no es imprescindible para ser donante. Desde el Programa de Donantes de Cuerpo señalan la importancia de que los familiares conozcan los deseos del donante, ya que serán consultados tras el fallecimiento. No hay datos globales sobre las donaciones de cadáveres a la ciencia, aunque las universidades españolas han constatado un considerable aumento de cesiones en los últimos cinco años. Según algunos expertos, es para ahorrar costes. (Foto y texto: R. Seco)

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