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Al comienzo del nuevo curso

El inicio de un curso coloca de nuevo sobre el candelero cuestiones educativas pendientes y aletargadas durante el período vacacional. Pero sobre todo pone de manifiesto la relevancia de la educación en nuestro país, que desde hace unas décadas viene siendo objeto de público debate. Son cuestiones recurrentes en estos comienzos, entre otras, la variación de la población escolar, el deterioro en la que se encuentran algunos centros escolares, los alumnos que no han logrado la plaza en el colegio que deseaban, los gastos que las familias deben afrontar...

Afortunadamente este curso que comienza ofrece novedades más interesantes y dignas de mención. La más destacada de todas ellas es la repercusión que la crisis económica está teniendo en el sector educativo. A pesar de que el ministro Gabilondo haya señalado que "no invertir en educación resulta carísimo", lo cierto es que se están produciendo recortes tanto por parte del ministerio, como de las diferentes consejerías de las comunidades autónomas. Ahí está, por ejemplo, la reducción salarial del 5% a todos los funcionarios de la escuela pública. Una reducción que algunas comunidades están aplicando también a los profesores de la concertada, actuación ésta de dudosa legalidad, pues las tablas salariales se deciden en las negociaciones colectivas entre patronales y sindicatos. Desgraciadamente, la reducción del gasto está afectando a otros muchos aspectos del ámbito educativo. En una situación de crisis económica como la que estamos viviendo no es inteligente reducir la inversión educativa, pero sí es necesario examinar con mucho más rigor hacia dónde se dirige y qué resultados obtiene.

En una situación de crisis económica no es inteligente reducir la inversión educativa

Una segunda novedad, también relacionada con la crisis económica, nos la ofrece el frustrado pacto educativo y las medidas en él recogidas que el ministro, con muy buen criterio, se propone poner en marcha en el presente curso de manera unilateral si fuera necesario. Muchas de ellas, cargadas de racionalidad, son aceptadas por las demás fuerzas políticas, lo que facilitará llegar a cuerdos puntuales con las diversas consejerías de educación. Pero inevitablemente casi todas ellas van a exigir esfuerzos inversores, tanto las que se refieren a la erradicación de las altas tasas de fracaso y abandono escolar prematuro, como las dirigidas a lograr la equidad y excelencia educativas.

Finalmente me gustaría destacar que con la crisis económica aparece la lacra del paro, que limita la posibilidad de llegada de trabajadores extranjeros y disminuye la presencia de alumnos inmigrantes en nuestras aulas. Si la polémica en estos últimos años a este respecto ha sido el desigual reparto de estos alumnos entre los centros educativos, es posible que su disminución reavive la problemática que supone la pérdida de alumnado en algunos centros, olvidada durante estos años por la abundante llegada de alumnos de otros países.

Qué bueno sería para nuestra educación que fuéramos capaces de embarcarnos todos juntos, sin perdernos en estériles y rancias confrontaciones entre la escuela pública y la escuela concertada, en un proyecto ilusionante y realista para el nuevo curso. Metas a conseguir y capacidad para afrontarlas no nos faltan.

Manuel de Castro es el ex secretario general de la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE)

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