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Entrevista:

"Decir que la buena investigación se hace sólo en EE UU y Europa es arrogante e incierto"

Al frente de uno de los proyectos más ambiciosos del Instituto de Corazón, Pulmón y Sangre de Estados Unidos (NHLBI, por sus siglas en inglés) hay una española: Cristina Rabadán-Diehl (Madrid, 1962). Esta licenciada en Farmacia y doctora en Bioquímica, que lleva 22 años trabajando en EE UU, dirige el programa de centros de excelencia. Una iniciativa que busca crear en países en vías de desarrollo espacios para la investigación y el tratamiento de enfermedades crónicas no trasmisibles (ECNT), entre las que se encuentran las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, mentales, la diabetes y algunos tipos de cáncer. Cuando uno piensa en la salud de los países con menos recursos, vienen a la cabeza palabras como malaria, sida, tuberculosis o malnutrición. Pero las ECNT causan ya el doble de muertes que estas enfermedades en África, Latinoamérica o algunas regiones de Asia.

"Buscamos capacitar a países en vías de desarrollo frente a enfermedades cardiovasculares, respiratorias...

Pregunta. ¿El mundo desarrollado está exportando sus males y enfermedades?

Respuesta. Así es. Los malos hábitos de vida, como el tabaquismo, la obesidad, la mala alimentación o la falta de ejercicio físico, son factores de riesgo que todo el mundo asocia a enfermedades cardiovasculares y respiratorias. El problema es que ese conocimiento no se tiene en los países en vías de desarrollo, donde, además, no existe una infraestructura sanitaria preparada para combatirlos.

P. Los expertos ya alertaban en 2007 de este problema. ¿Por qué era necesaria una respuesta global?

R. La globalización de los problemas sanitarios requiere acciones a nivel mundial. Es la forma de hacer salud en el siglo XXI. Las ECNT van a repercutir social, sanitaria y económicamente a nivel mundial. Afectan a las personas en aspectos como la pérdida de ingresos por los gastos que supone la enfermedad o por incapacidad para trabajar. Se calcula que países como la India perderán en el próximo decenio unos 33.000 millones de dólares (22.500 millones de euros) por enfermedades cardiovasculares, infartos o diabetes.

P. ¿En qué consiste el programa de centros de excelencia?

R. Se trata de una iniciativa del Instituto de Corazón, Pulmón y Sangre que, junto con la entidad privada United Health, financiará centros en Bangladesh, China, Guatemala, la India, Suráfrica, Argentina, Kenia, Perú, Túnez y la frontera entre México y Estados Unidos, con una inversión que supera los 34 millones de dólares (22,6 millones de euros). El objetivo es que, durante un periodo de cinco años, dotemos a estos países no sólo de capacidad investigadora, sino también humana para que, ajustados a la realidad de su entorno, puedan hacer frente a las ECNT. Prevención, diagnóstico y tratamiento, pero también herramientas para conocer cuál es la prevalencia de la enfermedad.

P. ¿Se crearán nuevos centros?

R. No. Utilizaremos instituciones ya establecidas, que han trabajado con sus respectivas comunidades y saben cómo difundir los mensajes. La mayoría de la gente desconoce que el 60% de la mortalidad mundial se debe a las ECNT y, de ese porcentaje, el 80% se ubica en los países en vías de desarrollo.

P. Si en algunos de esos países ni siquiera se sabe en qué medida afectan estas enfermedades, ¿cómo es posible afirmar ese porcentaje de mortalidad?

R. Son estimaciones de los epidemiólogos, publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y se cree que están muy por debajo de la realidad. Hasta ahora no se han hecho estudios sistemáticos.

P. Estamos hablando de lugares como Bangladesh, la India... donde mucha gente a veces no tiene ni para comer. ¿Cómo se va a hablar a una persona de dieta, obesidad o ejercicio físico en estas circunstancias?

R. Ésa es, precisamente, una de las incógnitas que pretendemos despejar a través de los centros. Trasladar a un país en vías de desarrollo un programa de salud nutricional que haya funcionado en uno rico no significa que vaya a tener éxito. Es necesario conocer previamente cuáles son las medidas efectivas en cada población. Hay que tener en cuenta factores culturales como la dieta o su realidad socioeconómica. Y para eso hay que realizar una investigación sistemática, con bases científicas, con gente preparada y con la colaboración de los gobiernos locales y nacionales.

P. Tras esta primera etapa a cinco años vista, ¿está prevista una segunda fase?

R. Durante los próximos cinco años, todos tienen el compromiso de establecer colaboraciones con entidades e investigadores de sus respectivos países para que sean sostenibles sin nuestra intervención. Se trata de crear una infraestructura autosuficiente con las entidades locales, aunque nos gustaría que hubiese una fase de seguimiento.

P. ¿Ha decidido el Instituto de Corazón, Pulmón y Sangre las líneas de investigación de los centros de excelencia?

R. La innovación es que cada centro ha propuesto su iniciativa. Todas han sido evaluadas por un comité independiente de expertos. Hasta ahora, la investigación en esos países solía hacerse con científicos y dinero extranjeros. Es lo que en Estados Unidos se llama helicopter science [ciencia helicóptero]: llegas, lo haces y te vas. Pero el objetivo es capacitar a estas entidades con las herramientas necesarias para que se mantengan a largo plazo. Cada centro de excelencia cuenta con una institución de referencia, un socio colaborador en Estados Unidos o Canadá. Pretender que la buena investigación se hace solamente en lugares puntuales como Estados Unidos o Europa no sólo es arrogante, sino que es incierto. La capacidad y el talento se encuentran en todas partes.

MICHAEL DIEHL

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