¡Quiero crecer!
El tráfico de pescado inmaduro continúa existiendo, a pesar de las nefastas consecuencias que provoca su pesca y comercialización al impedir su reproducción. En España hay 48 especies con talla regulada
Pero si yo iba bien. ¿Qué es lo que he hecho?", espeta en tono airado un conductor de un tráiler que transporta unas 12 toneladas de pescado desde Vigo hasta Mercamadrid a los miembros de una patrulla del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona), que le han obligado a salir de la carretera. Junto a ellos espera a que pase el chaparrón, Carmen Quintana, inspectora de la Comunidad de Madrid. Buscan pezqueñines. Es uno de los controles que se organizan para tratar de cortar el tráfico de pescado inmaduro, aquel al que todavía no le ha dado tiempo a reproducirse.
Aunque han pasado 26 años del recordado "Pezqueñines, no gracias" y el mensaje se ha convertido en un clásico que reaparece de cuando en cuando, no se ha puesto coto a la pesca y venta de alevines. "La oferta de inmaduros sigue ahí, aunque hay más concienciación", confirman inspectores, organizaciones ecologistas y pescaderos. Los datos del Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, lo corroboran: en 2008 se intervinieron, sólo en los controles de tierra, 123.546 kilos de inmaduros. A 31 de agosto de 2009 ya iban por 78.667 kilos. "Hay menos, pero no se puede bajar la guardia", comenta un portavoz ministerial.
Las dimensiones mínimas dependen del caladero donde se pesque el pez
"Para despistar se usan trucos como mezclar los tamaños", explica una inspectora
"La gente debería saber dónde y cómo se captura el pescado", dice Greenpeace
El porqué se resume en que existe demanda. Es la cultura del pescaíto, muy enraizada en España, sobre todo en Andalucía. En el golfo de Cádiz se puso en marcha un plan de mejora de control de inmaduros, después de que el Tribunal de Justicia Europeo condenara en 2008 a España por no controlar de forma adecuada la pesca en esa zona, en especial la comercialización de alevines. Son pocas las personas que renuncian a una sabrosa ración de boquerones, sardinas, pescadillas o salmonetes, aunque su tamaño no parezca el adecuado. Y, además, ¿quién sabe qué especies tienen determinada una talla mínima? Y si se conoce este dato, ¿cuántos centímetros son los legales? Normalmente se confía en que lo que se come ya está cribado. Porque son, nada más y nada menos, 48 especies, de las que, para complicarlo aún más, cinco tienen diferente talla, según provengan del Mediterráneo o de otros mares, debido a su diferente grado de crecimiento. Por ejemplo, el lenguado de los caladeros del Cantábrico y noroeste y golfo de Cádiz tiene fijada su talla mínima en 24 centímetros, mientras que si procede del Mediterráneo se reduce a 20. Además, hay especies que se parecen mucho y es imposible distinguir la protegida de la que no lo está. ¿Alguien da más?
"El problema del consumo de alevines es general", indica José Rodríguez, científico marino de la organización ecologista Oceana y experto en pesquería, que al mismo tiempo sospecha que las campañas publicitarias no son más que un lavado de cara institucional. "La inversión de la Administración en ese aspecto no se corresponde con lo que luego se dedica a gestión y control", puntualiza. En su opinión, es necesario que las inspecciones se lleven a cabo en toda la cadena. Desde el puerto hasta la pescadería, y faltan medios. "Hay pocos inspectores para el volumen de capturas que se dan", dice. España, con 7.880 kilómetros de costa, es una de las primeras potencias pesqueras de la Unión Europea. El año pasado, según datos del Ministerio, la producción total fue de 1,282 millones de toneladas; de fuera llegaron 1,606, y se destinaron a la exportación 950.000 toneladas. Con estas cantidades, no es extraño que España sea uno de los mayores consumidores de pescado del mundo. Cada ciudadano degustó una media de 35,6 kilos en 2008.
La talla que se regula es la mínima biológica, que tiene en cuenta, por lo general, la longitud de los ejemplares. Está fijada por la reglamentación de la Unión Europea y la legislación española. El pez se mide desde el extremo del morro hasta el borde de la aleta o cola. También está reglado el tamaño de algunos tipos de crustáceos y moluscos.
Las dimensiones varían dependiendo de la zona donde se pesque: caladero del Cantábrico, noroeste y golfo de Cádiz; caladero del Mediterráneo y caladero del archipiélago Canario. Esta diferenciación se debe, según explican desde el Ministerio, a que existen diversos patrones de crecimiento de los ejemplares dependiendo de las condiciones del medio marino en el que viven (tallas mínimas, en: www.mapa.es/es/pesca/infopesca.htm ).
"No todas las medidas están bien puestas", protesta Rodríguez. Pone el ejemplo de la merluza. Su talla mínima en el caladero cantábrico es de 27 centímetros, pero el macho alcanza la madurez sexual con 35 centímetros, y la hembra, aproximadamente, con 45. "No tiene ningún sentido, sabes que la hembra no llega a la puesta". La merluza es la especie más consumida en España. Por detrás, la sardina, el salmón, el atún y el bonito, la trucha y el bacalao. De todas ellas está prohibido comer alevines.
La culpa de que lleguen a las mesas es "un poco de todos", indica Gonzalo González, presidente de la Asociación de Empresarios Detallistas de Pescado de Madrid (Adepesca). "Del que pesca, del que lo vende y del que lo consume. Hemos dicho muchas veces al Fondo de Regulación y Organización del Mercado de los Productos de Pesca y Cultivos Marinos (FROM) que no hay mejor sitio para controlar lo que se pesca que el puerto. Luego se dispersa, es más complicado y hay que gastarse un dineral en patrullas".
Algo parecido tiene en mente Quintana, la inspectora del Gobierno regional madrileño, mientras escruta con ojo experto el contenido de algunas de las cajas de poliespan con pescado del tráiler que han parado. "Abrimos cajas de forma aleatoria y comprobamos que la mercancía se ajuste al albarán y a la etiqueta". Mientras mide una merluza, puntualiza que antes se cogían más. No porque no haya, sino porque vienen muy mezclados", aclara Quintana. Hay más trucos para eludir el control. "Al pez espada, por ejemplo, le cortan la espada desde el ojo y ya no puedes saber cuanto medía". También existen inspectores de pesca marítima, que realizan su actividad en puerto, en la mar y desde el aire.
El presidente de Adepesca sólo ve una solución: que se sepa de verdad que sin alevines nos cargamos el ecosistema. "¿Por qué no hay boquerones gordos? Porque te has comido al pequeño". Pero a pesar de ello hay clientes que lo piden. "Y qué le vamos a hacer, si se pueden conseguir. En Mercamadrid ponen una tapa encima de la caja para que los inspectores no los vean", afirma.
González conoce por experiencia las consecuencias de estas conductas. "Recuerdo los años ochenta. Yo llamaba, pedía 1.000 kilos de centollo, y sin problemas. Ahora me traen 60". Por ese motivo, acaba de cambiar las peceras que tiene para mantener vivos los mariscos: de 11.000 litros a 3.500. "No necesito más", concluye.
"Sí, hay talla mínima, es evidente", confirma Félix Pérez, inspector de Mercamadrid. Por este motivo, es uno de los parámetros que controlan en este hipermercado del pescado desde el año 2005, fecha en la que se firmó un convenio con el Ministerio de Agricultura y el Ayuntamiento de Madrid. La labor es compleja. En la zona destinada a pescados hay 156 puestos con 196 empresas por los que pasan 132 millones de kilos de pescado al año, que representan un valor económico cercano a los 1.000 millones de euros. Un volumen que impide que las inspecciones de talla sean sistemáticas. "Son aleatorias, pero forman parte de nuestro trabajo diario", aclara. Y encuentran. "Normalmente, mezclan el producto. Les dejamos hasta un 20% de más pequeños, porque es muy complicado hacer la selección bien y, aunque sea correcta, siempre puede caer algún inmaduro". Las incautaciones que realizan no son muy elevadas, entre 20 y 40 cajas como máximo en cada inspección. "Aunque nunca puedes saber cuánto tenían. No te lo van a decir". Si se detecta alguna partida de este tipo, se levanta un acta, se decomisa y se inicia un expediente administrativo. El destino final de ese pescado es el banco de alimentos o alguna ONG.
Gran parte del desafío es conseguir informar de lo que se consume, de dónde viene o cómo se ha pescado, opina Paloma Colmenarejo, responsable de la campaña de pesca de Greenpeace. "¿Sabe la gente que va a una pescadería que con el arrastre se capturan inmaduros de especies que están en peligro? Por ejemplo, la pesca del lenguado se lleva por delante alevines de bacalao o platija", explica. Colmenarejo critica también que el Ministerio hable en sus campañas siempre de las mismas especies. "Nunca ponen el pez espada o el rape, como si no existieran".
El pescado que se comercializa debe estar identificado con una etiqueta estándar por ley. Una medida que debería servir de ayuda al consumidor. "Así podrían elegir los ejemplares capturados con los sistemas menos dañinos", añaden en Greenpeace. En la etiqueta aparece el nombre, también en latín porque hay distintas especies con la misma denominación vulgar; el origen, si se ha capturado en el mar (pesca extractiva) o si es de granja (acuicultura). Rodríguez, de Oceana, está de acuerdo en que es necesario incrementar la selectividad de las artes de pesca. Explica que si el pez no puede escapar debido a que la malla de la red es pequeña, lo lógico sería aumentarlo, e incrementar medidas como aberturas laterales, rejillas metálicas para que salgan. "No son sólo los alevines, el mar está sobreexplotado, pero ningún país parece dispuesto a parar", concluye Rodríguez.
Ser consciente
Greenpeace recomienda tener en cuenta cinco puntos para consumir pescado:
1. Aprovecharlo bien. Al procesar el pescado envasado se desperdician partes que pueden ser muy útiles.
2. Rechazad los inmaduros. Algunas especies tienen regulada la talla mínima para evitar comercializar peces pequeños, que no se han reproducido.
3. Mejor, el más cercano. Trasladar pescado desde lejos supone un gran gasto energético y provoca que en muchas zonas costeras del mundo no se coma porque se destina a los lugares donde mejor se paga.
4. Captura con métodos selectivos. Es menos dañino pescar con anzuelo y con palangre que con redes, que se arrastran desde una embarcación y atrapan todo.
5. Salvaje mejor que acuicultura. Advierten del uso de medicinas y de que para conseguir, por ejemplo, un kilo de salmón de acuicultura se usan de tres a cuatro kilos de pescado. Desde la asociación de acuicultores Apromar indican que cumplen todas las normas, y una de sus grandes preocupaciones es el medio ambiente.
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