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Ni un gesto de Roma en favor de la presidencia

Roma tuvo ocasiones para demostrar un mínimo reconocimiento jerárquico al ya ex presidente y nuevo vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez. Durante su mandato quedaron libres los arzobispados de Navarra y Zaragoza, entre otros, pero Juan Pablo II y Benedicto XVI lo relegaron en favor de prelados más conservadores y combativos, confirmando así el reparo principal de los partidarios de Rouco a Blázquez: que es blando para afrontar en España una ofensiva laicista que Roma tacha desde hace tres años como "fundamentalista".

Es una clara anomalía que Blázquez haya abordado las votaciones como simple obispo. Pero esto no se ha vuelto en contra de quienes la han provocado, aunque si así hubiese ocurrido, no habría sido la primera vez. Cada prelado es en su diócesis un pontífice, y el Papa el primus inter pares. Los obispos españoles podrían haber hecho lo contrario de la sugerencia del pontífice romano, si hubiesen visto un desaire con su presidente.

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Obispo era Blázquez cuando ganó en marzo de 2005 la presidencia, venciendo a rivales como el primado de Toledo, Antonio Cañizares, entonces arzobispo, que, con tres votos menos, hubo de conformarse con la vicepresidencia, que ahora ocupará el presidente saliente. Benedicto XVI lo hizo cardenal en la primera ocasión que tuvo tras ser elegido Papa. También ese nombramiento fue un aviso para Blázquez. Pero Cañizares ha perdido fuelle desde entonces. Su candidatura sólo habría tenido posibilidades ante una renuncia de Rouco por edad o enfermedad. Candidatos alternativos eran el arzobispo de Oviedo, el cántabro Carlos Osoro, o, más en la sombra, el cardenal de Barcelona, Lluis Martínez Sistach.

Todo -incluso las aspiraciones de Rouco- ha quedado supeditado a una decisión condicionada por la estadística. Hasta ahora, sólo en una ocasión el presidente de la CEE había sido apeado del cargo sin concederle un segundo mandato. Le ocurrió al cardenal Quiroga Palacios en 1969. Eran tiempos de tribulaciones especiales. Hacerlo ahora con Blázquez supone una desautorización evidente a un estilo presidencial amable, y la toma de postura del episcopado en pleno por otro modelo de liderazgo, más combativo y abiertamente enfrentado al actual Gobierno.

Los partidarios de Rouco manejan incluso la teoría de que su elección puede tener un impacto en las votaciones que el día 9 van a decidir el nuevo Gobierno de España. Lo toman como una venganza a las críticas de Zapatero en público, que juzgaron como una injerencia en las elecciones episcopales. Algunos han señalado incluso que el cardenal de Madrid tiene pensado ya el discurso que pronunciará antes de esas elecciones generales.

Sustituye al actual presidente y obispo de Bilbao, Ricardo BlázquezVídeo: ATLAS

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