Terapia animal para presos brasileños
Un proyecto experimental permite que los reos de una cárcel de São Paulo cuiden de 500 mascotas de 50 especies
"Como animales". Suele ser la primera reacción que genera la imagen de muchas cárceles brasileñas donde los presos pasan condena hacinados y en condiciones pésimas. Pero en la prisión regional de Araraquara, en el Estado de São Paulo, lo de vivir como animales se ha transformado en vivir con animales.
Al margen del matiz semántico, más de 1.000 reos, la mayoría de ellos en régimen de máxima seguridad, conviven con 500 animales de 50 especies distintas, algunos incluso salvajes.
Se trata de una terapia experimental, nueva y original, que está dando resultados muy positivos y que podría ser probada en otras cárceles del país.
El proyecto se conoce como Fazendinha penitenciaria. La dirección de la prisión de Araraquara lo puso en marcha hace tres años para acoger y cuidar a animales que se encontraban en cautividad de forma ilegal. En la cárcel se recuperan y después son puestos en libertad.
Con la llegada de los animales esta cárcel regional ha cambiado su cara: no parece una prisión, según dicen quienes han podido visitarla. Los presos, sobre todo los que están a punto de obtener la libertad condicional, cuidan de los animales.
Claudia María Bambozzi Minuise, gerente de la Asociación de Protección de Asistencia Comunitaria, una ONG que se encarga del Centro de Resocialización de Araraquara, asegura que los resultados del contacto de los presos con los animales está siendo sumamente positivo, pues acaban sintiéndose útiles y recuperan parte de la autoestima perdida.
En este particular arca de Noé carcelario hay de todo: cien gallinas, once cocodrilos de tres metros (de momento, no han atacado a nadie), gansos, pavos reales, avestruces, jabalíes, cerdos, cabras, carneros, tortugas y 40 especies de pájaros, la mayoría exóticos como la famosa arara azúl, una de las aves más bellas de la Amazonia. En la prisión han nacido ya más de 40 crías de papagayos.
Las autoridades carcelarias del país están siguiendo con interés y atención la experiencia piloto de Araraquara, al igual que los sociólogos y los psicólogos. Experiencias con animales de compañía en cárceles se habían realizado ya en otros países, empezando por Europa. Aquí recuerdan que en España hubo en tiempos una experiencia con presos peligrosos que tenían la custodia de un perro. Al cumplir la condena y poder dejar la prisión, se resistían a ello para no abandonar a su fiel compañero de fatigas. La experiencia brasileña es diferente. La cárcel es un gran zoo y los presos y los animales viven en cautividad.
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