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Vestirse igual que en EGB: todas con el uniforme escolar

Petos, pichis, cangrejeras y otras prendas ‘infantiles’ se abren paso en el armario de la mujer adulta. ¿Nostalgia? ¿Signo de regresión pueril? ¿O infantilización del estandarte de belleza?

egb
©Sony Pictures/Courtesy Everett Collection

Con peto vaquero, camiseta blanca y zapatillas de loneta impolutas. Posa sonriente, despeinada, y hace un signo de la victoria con las manos. No es una niña de segundo de primaria, ni una foto de un álbum de infancia. Es Leandra Medine, autora del blog Man Repeller. Otras famosas, como la it girl Alexa Chung o Emma Watson, han sido fotografiadas con looks similares. Pichis, babis, bandanas… Prendas que hasta ahora pertenecían al mundo de la infancia se cuelan en los armarios de mujeres adultas que seguramente ya las llevaron siendo niñas, dos o tres décadas atrás.

El primer signo fue la invasión del peto vaquero, que comenzó a llenar los catálogos en 2014. Pero piezas como las cangrejeras (esas sandalias de plástico que protagonizaron los veranos de generaciones de españoles) originan hoy 80 resultados de búsqueda en Asos y han sido vistas en los pies de Anne Hathaway, Azealia Banks o Kendall Jenner. «Nos piden petos cortos, largos… No damos abasto», explica Silvia de Córdoba, de la tienda vintage La Mona Checa, en Madrid. Otros éxitos son faldas de tenis, bermudas, Levi’s (501 o 525) e incluso riñoneras.

Esta temporada la campaña de DKNY con Cara Delevingne gira en torno a los clichés de la infancia femenina.

Gregory Harris para DKNY

Niñez eterna

«Ser joven es en sí mismo una tendencia, más valorada que ser rico», defiende la socióloga Mercedes Salgado, directora de la Escola d’Arts i Tècniques de la Moda (Escola Superior de Disseny de Barcelona). Un fenómeno que ella explica, en parte, por una infantilización de la cultura, y cita al sociólogo Gilles Lipovetsky: «Este jovencismo se ha interpretado como una forma de regresión pueril, que transforma nuestro mundo-moda en guardería». Algo que ocurre desde los años 60, cuando los jóvenes rompieron con la forma de vestir de sus padres y sustituyeron trajes por vaqueros y vestidos babydoll.

Hay otro factor: la nostalgia. Abrazar el atuendo de un niño es una forma de rechazar las obligaciones adultas. La moda se suma así a una tendencia general. El cine resucita sagas ochenteras como Mad Max y Taylor Swift nombra un disco con el año de la caída del Muro de Berlín. Sus efectos se ven en el auge de las zapatillas clásicas, con una preferencia por las deportivas blancas tan habituales en el recreo.

Salgado ve en esto también «un acto lúdico, un distanciamiento y una apropiación de elementos», un acercamiento a conceptos ligeros en medio de un clima político y social asfixiante. Pero hay un sesgo de género en el fenómeno, como defiende la socióloga Lisa Wade. A partir de textos de Susan Sontag o Stephen Jay Gould, apunta que «la sexualización de las niñas y la infantilización de las mujeres adultas son dos caras de la misma moneda. Ambas nos dicen que debemos encontrar sexy la juventud, la inexperiencia y la inocencia en las mujeres, pero no en los hombres». Una idea que Sontag ya identificó en los setenta: «[Para la mujer] solo se permite un estándar de belleza femenina: la niña».

En ‘Man Repeller’, la bloguera de Nueva York Leandra Medine combina lo clásico con lo supermoderno y lo serio con lo estrafalario.

Cortesía de Man Repeller

Julia Roberts interpretada como una alumna de un internado para Givenchy.

Mert Alas and Marcus Piggot para Givenchy

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